jueves, 26 de diciembre de 2013

.Pura.

Hola!!! Ya traigo el nuevo capítulo jajaja Sé que han estado esperando y que se ha hecho de rogar pero la espera valdrá la pena se lo aseguro jijijiji. Muchos besotes y abrazos.

CAPÍTULO 9

La calle estaba oscura…y fría.

No había salido del coche ni había ninguna ventana de él abierta, pero de todos modos sabía cómo se sentiría al salir. Hacía bastante tiempo que no iba a aquel lugar, quizás demasiado, no lo sabía bien en realidad. El punto estaba en que jamás me habría imaginado regresando allí, por razones que sinceramente no me apetecía nombrar, y sin embargo ahí estaba, enfrente de la casa que un día fue mi hogar.

Deslicé mi mano lentamente hacia el manillar de la puerta y me aferré a él con fuerza cuando lo alcancé. Tragué saliva al dar un pequeño tirón y escuchar el clac que me decía que la puerta se había abierto. Salí del coche y en cuanto pisé la acera de cemento, quise volver a meterme dentro y volver por donde había venido.

El estar de nuevo en aquel lugar me hacía recordar muchas cosas, sobretodo la tarde en que caminé por  aquella misma calle en dirección a ninguna parte decidida a no mirar atrás, a no regresar jamás. Pero allí estaba de nuevo y era tan, tan irritante que tuve que dar patadas al suelo para calmar mi rabia.

- Pareces una niña pequeña- dijo Nathan colocándose a mí lado.

- Lo sé- dije.

Me quedé mirando al suelo un instante y luego miré a la casa que estaba delante de nosotros. Lo que Nathan decía era verdad, y es que me estaba comportando como una niña pequeña cuando tiene una pataleta. Por eso, dejé mi lado infantil a parte, avancé hasta el maletero y traté de abrirlo para poder coger mi equipaje, pero no pude ya que estaba cerrado con llave.

- Nathan hazme el favor de abrir esto- dije y le miré.

Jugaba con las llaves en la mano, mirándome con una sonrisilla. Tenía la sensación de que lo había cerrado a posta, aunque aún no sabía por qué.

- En seguida mi señora- dijo acercándose.

- Por dios no me digas señora- dije-, me haces sentir mayor.

Se rio.

- De acuerdo gatita- dijo.

“Gatita” tampoco me entusiasmaba demasiado, pero era mejor que si me llamaba “señora”.

- ¿Puedo hacerte una pregunta?- dijo sacando una de mis maletas.

- Claro- contesté, más naturalmente de lo que me hubiese gustado.

Él me miró un momento.

- ¿Hay algo que tenga que saber antes de entrar?- preguntó-. Ya sabes, ¿alguna norma o algo que no pueda hacer?

Me mordí el labio para poder aguantar la risa.

- No seas ridículo- dije-. ¿Acaso crees que algo de lo que yo diga tendrá valor en esa casa?

- Para mí si lo tendrá- dijo, aunque puso cara dudosa-. En realidad depende.

- ¿Depende?- le miré con sarcasmo-. ¿Y en qué me harás caso?

- Eso no te lo puedo decir ahora- dijo pasándome un bolso-, lo sabrás cuando pase.

- ¿Y en qué no me harás caso entonces?- pregunté-, ¿me dirás eso?

- Ya lo averiguarás- dijo.

- Eres idiota- dije-, si no me vas a hacer caso, ¿para qué me preguntas si hay alguna norma?

Se encogió de hombros.

- Entonces, ¿hay algo que tenga que saber?- insistió.

- Bueno, en realidad sí- dije-, es con respecto a mi madre.

Durante un momento, nos quedamos mirando.

- Es solo que- comencé-, si te llevas demasiado bien con ella, te odiaré para siempre.

- Es imposible que puedas llegar a odiar a alguien tan adorable como yo- dijo. Cerró el maletero y me miró a los ojos, un intento de sonrisa encantadora en su rostro.

Tuve que morderme el interior del labio para suprimir el hormigueo de placer por dolor.

- No me tientes Nathan- dije pasando por su lado.

Caminé hasta colocarme justo delante de la puerta de la enorme casa, y suspiré mientras miraba el timbre. No me atrevía a tocarlo, ya que en cuanto lo hiciera estaría de nuevo entrando en la casi odiosa vida que tenía antes. Justo entonces Nathan se colocó a mi lado y, después de un momento mirando al timbre y a mí, lo pulsó como si fuese a esa casa todos los días.

- ¿Pero qué haces?- dije mirándole con espanto.

- Llamar al timbre- dijo-. ¿No lo has hecho antes?- preguntó con sarcasmo en su voz.
- No te hagas el gracioso conmigo- dije-. Sabes perfectamente por qué no había tocado el timbre aún. Solo quería tomarme mi tiempo.

Él bufó.

- Pues si dejaba que te tomaras tu tiempo seguramente hubiésemos tenido que acampar esta noche aquí fuera- replicó-, y lo siento gatita, pero esa sería una de las cosas en las que no te haría caso.

Por desgracia, tenía razón y eso me molestaba.

- No me llames gatita- dije y la puerta se abrió en ese momento.

Era Adriana.

- ¡Oh Lilianne!- exclamó con entusiasmo-. ¡Por fin estás aquí!

Antes de que pudiera decir nada, ella se abalanzó sobre mí y me sumergió en su abrazo. Me apretó fuerte contra su pecho y no pude resistirme a hacer lo mismo con ella. Nuevamente la tenía allí, cerca de mí, tan cerca que podía abrazarla fuerte y oler el aroma de su sedoso pelo. No me había dado cuenta hasta ahora, de lo mucho que extrañaba aquella sensación tan gratificante y de lo mucho que extrañaba a mi familia.

Excepto a mi madre.

- Bueno Adri- dije-, creo que ya es hora de que me sueltes.

- Lo sé- dijo, echándose para atrás un poco-, pero es que estoy tan feliz, de que hayas vuelto- y otra vez me abrazó.

Estuvo así unas milésimas de segundo, hasta que se percató de que conmigo venía alguien más.

- Oye hermanita- dijo, soltándome al fin-, ¿es que no me presentas a tu amigo?

El  énfasis que hizo en la palabra amigo era demasiado, como decirlo… insinuante, le quedaría bien. Eso me aseguraba que en cuanto tuviera un momento mi hermana me secuestraría y me haría un interrogatorio sobre Nathan y, por la mirada que me acababa de echar, estaba en lo cierto.

- Él es Nathan- dije-, mi compañero. Ella es Adriana, mi hermana.

- Encantado- dijo Nathan, tomando la mano de mi hermana y dándole un beso en el dorso.

- Igualmente- contestó mi hermana.

Él separó la mano de su boca, pero no la soltó, y ambos se quedaron mirando durante un largo rato. Yo estaba tan asqueada viendo Nathan camelándose a mi hermana que estuve varios segundos sin poder reaccionar.

- ¡Oye tú, ligón!- dije separando sus manos-. Ella ya tiene novio y tres hijas, ni se te ocurra intentarlo- mi tono era enfadado-. Y tú Adriana- añadí mirándola-, ¿qué ejemplo de madre eres para tus hijas si te quedas engatusada con el primer chico guapo que se te pone delante?- ella se ruborizó al mismo tiempo que me miraba avergonzada.

- Venga- dijo-, pasad.

Mi hermana se apartó un poco, dejándonos espacio, y nosotros entramos. Cuando la puerta se cerró, una pequeña sensación de asfixia y opresión me invadió el pecho. En aquella casa me sentía prisionera, encerrada como un pajarillo que sabe que la jaula es su casa, pero una casa que no le deja explorar el exterior. Me quedé parada allí momento, observando lo que me rodeaba.

La casa no había cambiado nada desde que me había ido. Nos encontrábamos en el recibidor, con una zapatera pegada a la pared que se utilizaba más para guardar paraguas y cosas así que como zapatera. Al lado de ella un perchero sostenía un centenar de abrigos, chaquetas, sombreros y algún bastón, seguramente de mi padre. Más adelante había una enorme puerta con forma de arco que, si todo seguía tal como antes, daba al enorme salón con cristaleras que mostraban parte del jardín. En la pared situada en frente de esta puerta, había otra que daba al comedor, con la enorme mesa cuadrada de madera que estaba rodeada por un séquito de sillas.

Dejamos las maletas en el recibidor y un par de criadas las tomaron y se la llevaron. Nosotros, por otro lado, seguimos a Adriana por el pasillo hasta el salón. Sentado en el sillón de masaje de cuero marrón de mi padre estaba Benjamín, leyendo un libro con extremado interés. En el sillón más cercano estaban Brandon dándole de beber el biberón a Nora, la hija más pequeña de él y mi hermana, de tan solo ocho meses. En la mesa situada en frente de ellos estaban Ellen, la esposa de Benjamín, y Dacota sentadas en el suelo pintando dibujos con Anabelle, estas dos últimas hijas también de mi hermana y Brandon. Dacota era la mayor, con doce años de edad, y Anabelle la mediana, con tres años recién cumplidos.

- ¿Y Chad?- le pregunté a mi hermana al oído-, ¿a la caza de chicas otra vez?

- Ya sabes cómo es tu hermano- contestó ella y nos reímos.

Fue entonces cuando todos nos miraron.

- ¡La tía Lilianne llegó!- exclamaron tanto Anabelle como Dacota.

Las dos se levantaron y corrieron hasta donde yo estaba, abalanzándose sobre mi cuando me alcanzaron. Dacota se aferró a mi torso, mientras que Anabelle tuvo que abrazar mi pierna porque no llegaba más arriba. Yo las abracé con el mismo entusiasmo, contenta de tener otra vez entre mis brazos a aquellas diablillas. Luego se separaron de mí y se quedaron mirando a Nathan, lo que me hizo mucha gracia ya que Anabelle estaba copiando todo lo que Dacota hacía.

- ¿Desde cuándo copia Anabelle a Dacota?- le pregunté a mi hermana, acercándome a su oreja.

- Pues desde hace poco- me susurró-. Está igual que como Dacota hacía contigo, siguiéndote a todas partes y comportándose como tú. Lo que quiere decir que voy a tener que criar a tres copias tuyas.

- ¿Tres?- dije extrañada-. Yo ya estoy criada.

- No hablo de ti, hablo de Nora- dijo mirando a la bebé-. No creerás que ella no copiará a sus hermanas, ¿no? Estoy deseando que no se deje llevar por ellas, así solo serán dos copias tuyas que tendré que criar.

Yo sonreí.

- Hermanita- dije, poniendo una mano en su hombro-, no creo que se resista a copiar mis encantos.

Ella suspiró y entonces volvimos a prestar atención a aquellas dos muchachas que estaban delante de nosotras.

- Querida tía de mi alma- dijo Dacota sin dejar de mirar al vampiro-, ya veo que no pierdes el tiempo. Hace una semana que te fuiste y ya te has ligado a un vampiro- se acercó un poco más a Nathan y le miró de arriba abajo-. Sinceramente creo que es el más guapo de todos los novios que has tenido hasta ahora.

- Sí- añadió Anabelle-, el más guapo.

- No somos novios- dije.

- ¿A no?- esta vez la que habló fue mi hermana, y cuando la miré su rostro mostraba sorpresa.

- Pues entonces me lo pido- dijo Dacota lanzándose sobre el vampiro y agarrándole del brazo.

- Ni lo sueñes jovencita- dijo mi hermana, apartando a su hija mayor de Nathan.

Una vez la separó de él, tomó a Anabelle y las llevó a las dos de nuevo al salón. A esas alturas, todos los demás se habían levantado y estaban delante de nosotros dispuestos a darnos la bienvenida. Ellen me abrazó fuerte, al igual que había hecho Adriana anteriormente y yo la abracé también.

- ¿Qué tal os fue en el viaje a Australia?- le pregunté cuando rompimos el abrazo.

Hacía poco que ella y Benjamín habían regresado de allí, en un viaje en parte de negocios en parte de turismo, y como me había ido a Míchigan antes de que ellos volvieran, no les había podido preguntar cómo se lo habían pasado.

- Fue algo aburrido ya que tu hermano estuvo casi todo el tiempo con los negocios- dijo mirando molesta a Benjamín, que estaba hablando con Nathan y con Brandon-, pero el tiempo que estuvimos juntos lo aprovechamos de maravilla, te lo aseguro- añadió y yo abrí los ojos como platos. Imaginarme a Ellen y a mi hermano “aprovechando el tiempo de maravilla’’ no era algo que me entusiasmara demasiado.

- Ya bueno- dije-, no hace falta que me des tanta información querida.

Ella sonrió.

- Oye apártate un poco- dijo Brandon acercándose, Nora todavía en sus brazos-, nosotros también queremos saludar a Lilianne, ¿a que sí?- la pregunta de mi cuñado iba dirigida a Nora, que se rio contenta en respuesta.

- Pero qué preciosidad ha venido a saludarme- dije yo acariciando la mejilla de la niña.

- Gracias Lilianne- dijo Brandon haciendo como que el piropo iba dirigido a él-, no sabía que me veías de esa forma.

Ellen y yo nos reímos y le di un pequeño golpecito en el brazo a él. Luego volví a mirar a Nora, que tenía sus brazos extendidos hacia mí, pidiéndome que la cogiera y eso hice.

- Tu padre es tonto, ¿lo sabías?- le dije a la niña, colocándola adecuadamente contra mi cuerpo-. Se cree que lo de preciosidad iba para él.

Lo único que la niña hizo fue reírse mientras ponía sus manos sobre mi cara.

- Bueno Lili- dijo Benjamín situado al lado de Nathan-, ¿no me vas a preguntar cómo me fue el viaje a Australia?

- Antes que nada, hola- dije, acercándome a él y dándole como pude un abrazo ya que Nora estaba en mis brazos-, y no, no te voy a preguntar. No quiero que me cuentes los detalles de cómo Ellen y tú aprovechasteis el tiempo libre de maravilla- él se rio-. Y no me llames Lili.

- Algo teníamos que hacer el poco rato que yo tenía desocupado, ¿no crees?- dijo mi hermano con una sonrisa, consciente de que estaba asqueada por el tema.

Ellen se puso a su lado.

- ¡Benjamín por favor!- exclamé yo-. Hay niños pequeños delante- dije señalando a Nora, que no se enteraba de nada.

Todos rieron.

- Nathan, Lilianne- dijo mi hermana apareciendo entonces-, será mejor que os muestre donde vais a dormir. De ese modo podréis descargar las maletas.

Le pasé a Brandon a la pequeña Nora, quien hizo ademán de comenzar a llorar cuando su padre la cogió y se separó de mí, y luego tomé mis maletas. Nathan y yo seguimos a Adriana por los pasillos de la casa, hasta llegar a la zona que recordaba era donde dormían los invitados. Mi hermana abrió la puerta de una de las habitaciones y le hizo un gesto a Nathan para que entrara.

- Nathan- dijo ella-, este es tu cuarto. Espero que sea de tu agrado y si necesitas algo no dudes en pedírnoslo a cualquiera de nosotros- luego me miró a mí y con un gesto de cabeza me señaló la puerta que estaba enfrente de la habitación de Nathan-. Esa será la tuya.

Me acerqué hasta la puerta y la abrí para poder entrar, encendiendo la luz para poder ver. Al principio no la encontré fuera de lo normal, viéndola como la típica habitación de invitados que recordaba de siempre, pero al fijarme un poco más, vi fotos familiares colocadas en distintos lugares de la estancia. Una vez metí las maletas dentro, me acerqué a cada una de los portarretratos y observé lo que en ellos sucedía. Tenía unas fotos con mis hermanos, con mi padre, con mis sobrinas, con Rachel y Lynette y de cuando yo era más pequeña.

- Veo que te has esforzado en no poner ninguna en la que salga mamá, ¿no?- dije, sabiendo que Adriana estaba parada en la puerta.

- Sabía que las tirarías todas en cuanto vieras una de ella- contestó-. He sido cuidadosa- me giré y le sonreí.

- Sigues siendo tan lista como siempre- le dije-. A propósito, ¿dónde está ella?

- Fue al bingo con sus amigas- dijo-. Está ahogando sus penas porque papá va estar lejos durante un tiempo.

- ¿Qué te apuestas a que papá no es la única razón de sus penas?- le dije con un tono desentendido.

Ella no contestó.

Avancé hacia mis maletas y tomé la más grande, para abrirla y comenzar a sacar ropa. No pensaba colocarla toda esa misma noche, pero esa era la única forma de mantenerme entretenida un rato.

- Lilianne- dijo Adriana acercándose-, ¿crees que esto es forma de colocar la ropa en una maleta?

Mi hermana miraba horrorizada el contenido la maleta, como si estuviera contemplando ni más ni menos que la matanza más horrible del mundo.

- Para mí sí- contesté con la mayor tranquilidad del mundo.

- Pero si está todo desastrado… ¡y mira esas camisas!- exclamó-. ¡Qué manera de doblarlas, haciendo un ovillo con ellas! Las has arrugado todas.

- Ya deja el drama- dije mientras le arrancaba una camisa de las manos-. Es mi ropa, así que la doblo como quiera.

- De verdad- dijo-, no sé cómo has podido vivir en un piso tu sola todo este-
Se escuchó un carraspeo desde la puerta y ambas nos giramos. Nathan estaba allí, con una retenida sonrisilla, contemplando la escena y con ojos que pedían disculpas por interrumpir la conversación.

- ¿Qué pasó?- le pregunté.

- Me gustaría saber dónde está el baño- dijo mirándome, pero fue mi hermana quien respondió.

- Yo te lo enseño- dijo Adriana acercándose a él.

Ambos se marcharon, pero no habían pasado ni cinco minutos y ya Adriana estaba allí otra vez. Cuando la miré, estaba diferente, luciendo una sonrisa de oreja a oreja y mordiéndose el labio inferior. Lo que más me extraño fue, sobretodo, que no había dicho ni palabra acerca del desastre de mi maleta.

- ¿Qué te pasó?- pregunté, mirándola extrañada.

Ella me miró y después de un instante se acercó a mí y me hizo sentarme en la cama con ella.

- Es tan guapo- dijo-, y además muy simpático. En serio hermana, tienes mucha suerte- sabía de quien me hablaba incluso sin decir su nombre.

- ¿Adriana pero qué dices?- dije con horror-. Que tienes pareja y tres hijas. No estás en posición de andar enamorándote de otro y tampoco me digas que tengo suerte, porque no es así- su mirada fue de sorpresa.

- ¿Cómo qué no?- preguntó-. Pero si es tan atractivo.

- Mira- dije-, admito que es guapo y todo eso, pero también es irritante cuando quiere y por lo que he comprobado, le chifla verme molesta. Me saca de mis casillas.

- Perdona que te diga esto Lili- dijo ella-, pero a ti es fácil sacarte de tus casillas, no le eches la culpa a él. Aunque si no lo quieres, siempre puedes prestármelo- al decir esto se le escapó una risilla y yo le jalé un mechón de pelo.

- Hermana vuelve en ti, ¿estás loca?- le dije-. Por enésima vez, que tienes pareja e hijas.

- Ya bueno- dijo ella sonrojada-, pero como amante estaría bastante bien.

La miré con los ojos abiertos como platos, escandalizada por lo que mi hermana acababa de decir. ¿Nathan su amante? No me bastaba con que se llevara de maravilla con mi padre, para que ahora mi hermana le quisiera convertir en su amante. ¿Estaba el mundo volviéndose loco?

- Escuchad chicas- dijo Ellen apareciendo de repente en la puerta-, la cena ya está lista.

- Eso, eso- dije levantándome de la cama-, vayamos a cenar. Mientras lo hacemos tú- añadí señalando a Adriana-, recapacita sobre la locura que acabas de decir.

Entonces, fuimos a cenar.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Relato Corto

¡¡Hola chic@s!!
Sé que he tenido el blog abandonadito un tiempo, pero ya sabéis que los estudios son importantes jijijii. Bueno, vengo con malas noticias para quiénes están esperando por el noveno capítulo de mi libro y es que aún tengo que terminarlo, ¡lo siento! :'(....Aunque para compensar, he decidido publicar una pequeña historia(muy pequeña) para tener algo con lo que entreteneros jajajaja. No es muy buena, porque la acabo de improvisar sobre la marcha, pero espero que os guste a pesar de todo.
Muchos besos y abrazos.

El sueño...

Allí sentada, en uno de los bancos del parque, Elise pensaba en aquellos ojos azules del sueño que había tenido hacía unas noches. Por mucho que quisiera, no era capaz de olvidarlos y seguir con su vida, lo que le resultaba extraño. Cada vez que soñaba con algo, normalmente lo olvidaba ese mismo día o como mucho lo recordaba durante tres días. Pero ya había pasado una semana y aquella azulada mirada aún permanecía en su mente.

Y no paraba de mirarla.

viernes, 29 de noviembre de 2013

.Pura.

Hola de nuevo! jijiji
Como cada semana vengo a publicar mi siguiente capítulo así que aquí lo dejo.

CAPÍTULO 8

Me dolía mucho, pero que mucho el culo.

Hice una mueca de dolor mientras me sentaba en el asiento del copiloto del coche de Donovan, y la mueca se intensificó cuando estuve por fin sentaba. Me quedé tiesa un momento, esperando a que el dolor se pasara y solté aire cuando me relajé. Por así decirlo, mi cuerpo hizo como una especie de cama hinchable cuando se pincha, es decir, que me fui desinflado poco o poco, sacando aire, al mismo tiempo que me hundía en el asiento. Una vez estuve sentada y después de ponerme el cinturón de seguridad, miré a Donovan.

Su rostro reflejaba sorpresa a la vez que preocupación, extrañeza y diversión.

- ¿Te encuentras bien?- preguntó.

- De miedo- dije irónicamente-. Es solo que por culpa de la caída que me pegué anoche, me duele un poquitito, el trasero- con la palabra ''poquitito'', levanté mi mano derecha y coloqué mis dedos índice y pulgar en paralelo, haciendo como si sostuviera algo pequeño entre ellos.

Donovan, como era de esperar, se rio.

- La próxima vez no te digo nada- dije molesta. Me crucé de brazos y miré al frente.

El coche empezó a avanzar y nos dirigimos en dirección a la comisaría. No iba con Donovan por nada oficial, sino porque en mi casa me aburría tanto que ir a la comisaría era lo mejor que se me había ocurrido hacer. Podría haber ido en mi propio coche, pero al haberle llamado a las tres de la madrugada para preguntarle si no le importaba que fuese, él se había ofrecido a venir a buscarme a las ocho de la mañana para que yo no tuviera que estar buscando aparcamiento.

Mientras pasábamos las casi desiertas calles, miré hacia afuera a través de la ventana. El sol hacía un rato que había salido, y el cielo y las nubes lucían tonos naranjas y rosas allá donde mirases. Abrí la ventana para sentir la temperatura del exterior y al ser golpeada por una fría brisa, la cerré de nuevo y me refugié en el cálido aire del coche.

El resto del trayecto transcurrió en silencio.

Donovan conducía concentrado en la carretera, aunque a veces me miraba de reojo y sonreía cuando yo miraba hacia otro lado con la cara enfurruñada. Estaba enfadada con él por haberse reído de mí, y le castigaba con el total silencio por mi parte. Sin embargo, aquello no estaba teniendo el efecto ya que él parecía más divertido que molesto.

Donovan aparcó el coche y mientras lo hacía me preparé física y mentalmente para salir. Aquella mañana hacía bastante frío y ya lo había comprobado al abrir la ventana del coche anteriormente. El motor del coche paró y yo me desabroché el cinturón y cubrí mi cabeza con la capucha de mi sudadera. Salí del coche, lentamente debido al dolor de mi trasero, y lo rodeé para encontrarme con Donovan, que me esperaba con una sonrisa. Yo me dediqué a lanzarle una mirada de molestia mientras me acercaba a su posición, y luego ambos continuamos caminando hasta el interior de la comisaría.

Entramos y nos encontramos a aquella mujer que hacía que se me pusieran los pelos  de punta, sentada como el día anterior detrás de su escritorio, pero en esta ocasión había algo extraño en ella. Parecía algo nerviosa, y se recolocaba las gafas una y otra vez al mismo tiempo que escribía en su ordenador. Estaba tan inquieta que hasta cuando entramos tardó bastante en darse cuenta de que habíamos llegado, a pesar de que estábamos delante de ella.

- Cecilia, ¿estás bien?- le preguntó Donovan, que también había notado algo raro en la secretaria.

- Sí- dijo-. Lo que pasa señor, es que El Pacificador nos está haciendo una visita inesperada.

- ¿El Pacificador?- dijo Donovan sorprendido.

Pero yo podía asegurar que él no era el más sorprendido en aquella diminuta sala. ¿Mi padre estaba allí?

- ¿Por qué dices ''nos está haciendo una visita''?- pregunté, quitándome la capucha de la cabeza-. ¿Se encuentra él aquí ahora?

Ella asintió.

- Está abajo- añadió ella-, con los del equipo sobrenatural.

- Entonces vamos- dijo Donovan recomponiéndose-. Gracias, Cecilia.

Y eso hicimos.

Entramos a paso ligero a donde estaban los policías de los casos normales y llegamos en seguida al ascensor. Todo el recorrido fue en silencio, y es que aún no me creía que mi padre estuviese allí. No habían pasado ni veinticuatro horas desde que había hablado con él por teléfono el día anterior y sabía perfectamente que estaba en Texas. ¿Pero qué demonios hacía ahora en Míchigan?

Lo único que tenía claro es que no venía de visita.

Estábamos delante de la puerta de metal y me tapé los ojos para no ver el código que Donovan introducía en el panel. En un momento escuché el clic que daba a entender que la puerta esta abierta y en esta ocasión no esperé ni medio segundo para mirar al otro lado de ella.

Y allí estaba, con su impecable traje gris de Armani, su elegante sombrero y esa sonrisa de aristócrata. Hablaba animada y fluidamente con Nathan, que parecía estar disfrutando de aquella conversación al máximo.

Durante un instante, un pequeño instante, me quedé de ese modo, mirando a Nathan como si fuese una de las Siete Maravillas y contemplando como sus labios se movían mientras hablaba. También observé de que modo tan exquisito se ceñían aquellos vaqueros a sus piernas y como aquella cazadora de cuero marrón le marcaba los voluminosos brazos. El pelo alborotado, con un par de mechones cubriéndole los ojos, que al mismo tiempo seguían todos los movimientos de mi padre.

Pero, como dije, fue solo un instante.

Un segundo después ya estaba de vuelta en mí y, mirando a mi padre, avancé con paso ligero hacia él. Me paré a su lado y fue entonces cuando paró su conversación y dirigió su atención a mí. Lucía en su rostro una amigable y tierna sonrisa de padre, pero que en realidad era una súplica para que le perdonara por haber venido sin avisar.

- Hola cariño- dijo, todavía sonriendo.

- ¿Hola cariño?- pregunté en tono sarcástico-. ¿Se puede saber por qué endemoniada razón no me has avisado de que venías? Y espero que tengas una buena excusa.

Eso último lo añadí para que supiera que un simple ''lo siento'' no me iba a contentar.

- Hola, papá- dijo-. ¿Qué tal has estado? Te veo más delgado. Creo que la edad te está haciendo cada vez más hermoso- yo le miré con los ojos levantadas-. ¿Es que no puedes saludar a tu viejo antes de bombardearle con acusaciones?

- Primero- contesté yo-, jamás en la vida te diré que con la edad te estás haciendo más hermoso, porque cuando era pequeña me enseñaste que mentir estaba mal- esto provocó varias sonrisas en los allí presentes, incluidos Nathan y mi padre-. Y segundo, no pienso saludarte cuando tú ni te has dignado a mandarme aunque sea un mensaje avisándome de que ibas a venir.

- Supongo que estamos en paz- dijo.

- Supongo que sí- confirmé yo.

Ambos asentimos y de ese modo, como muchas otras veces, el asunto quedó zanjado. En ese momento Donovan se puso a mi lado y yo le miré de reojo.

- Papá- dije-, este es Donovan. Donovan, El Pacificador, mi padre.

La verdad es que odiaba esto de ser yo quien diese las presentaciones, nunca me ha gustado y tampoco me gustaba ahora, así que aquello era lo único que pensaba decir con respecto a presentarles. El resto era cosa de ellos, y para que quedara claro di un pequeño paso a un lado para poner distancia entre ellos y yo.

- Encantado señor- dijo Donovan extendiendo su mano.

- Por favor- contestó mi padre aceptándosela-, llámame Hugo.

- Hugo entonces- dijo Donovan sonriendo.

Ambos soltaron sus manos.

- He de decirle Donovan- dijo mi padre mientras daba una lenta vuelta sobre sí mismo para mirar a su alrededor-, que me encanta lo que ha conseguido usted aquí, sobretodo teniendo en cuenta que hará unos cuantos años tan solo era un simple novato en lo sobretanutal.

- Bueno- contestó Donovan-, lo he hecho lo mejor que he podido. Además, sin mi equipo no hubiese logrado nada.

- El chico sabe lucirse- susurró Nathan en mi oído-, pero es modesto.

Me sobresalté, ya que no me esperaba aquel repentino acercamiento por su parte, y tardé un poco en reaccionar. Le miré, y me demoré un par de segundos más en contestar porque me encontré sus ojos aguamarina fijos en mí.

- Estoy segura de que tú también aprovechaste para lucirte antes de que nosotros llegásemos- le susurré en respuesta.

Él rio levemente. Aguanté la respiración ante el inesperado escalofrío de placer que me recorrió el cuerpo cuando su cálido aliento rozó mi piel, y miré hacia adelante con rapidez.

- Aún así- continuó mi padre-, le doy la enhorabuena.

- Gracias- confesó Donovan.

- Hija- dijo mi padre acercándose a mí-, ¿qué tal  si vamos a desayunar algo? Así podremos hablar relajadamente.

Con ''relajadamente'' se refería a hablar sobre su verdadero objetivo al venir aquí, algo que me tenía intrigada y asustada a la vez, ya que cualquier cosa me podría venir encima.

- Vale- dije, encogiéndome de hombros y caminando hacia la puerta.

- Nathan, Donovan- continuó él-, ¿por qué no venís?

Casi  me caigo de bruces contra el suelo al escuchar aquello. ¿De verdad les estaba invitando? Lo que tenía planeado debía de ser muy importante si quería que ellos dos también fueran o era tan fuerte que, al temer mi reacción, estaba asegurándose de que tenía dos hombres que le protegieran.

Cualquiera de las dos opciones podrían ser.

Por su parte, Nathan y Donovan se miraron entre sí, para luego mirarme a mí y segundos más tarde, a mi padre. Nathan asintió con la cabeza y avanzó hasta mi posición.

- Puede ir jefe- dijo Bruce desde su sitio-. Nosotros lo tendremos todo bajo control.

Donovan le asintió y entonces los cuatro salimos de allí.

Caminamos en silencio hasta llegar al ascensor, Donovan y Nathan delante, mi padre y yo detrás, y dentro de él mi padre se dispuso a tomar la palabra.

- Bueno- comenzó-, ¿y dónde podemos ir?

- Yo no conozco muchos sitios- dije, y miré a ambos chicos.

- Hay una cafetería bastante buena al cruzar la esquina- sugirió Donovan.

- Entonces vamos ahí - dijo mi padre.

Le observé un momento, captando cada pequeño movimiento que hacía, y luego le miré escéptica y con una ceja levantada.

- Papá- dije, y él me miró-, ¿de verdad has venido solo de visita?

No me contestó, sino que tan solo se mordió el labio y se encogió de hombros lo que, conociéndole, quería decir que aquel viaje tenía un propósito. El ascensor se paró en ese momento, y continuamos nuestro camino bajo un montón de miradas curiosas. Al salir a la calle me quedé atrás, dejando que lo hombres comenzaran su conversación y caminaran juntos.

Aún me costaba asimilar aquella escena que se reproducía delante de mis narices. Mi padre manteniendo una conversación con Donovan, el poli con el que había empezado a ligar, y Nathan, el vampiro con el que me había besado. Era una vista que no había pensado que tendría hasta pasado un tiempo, o incluso nunca, así que imagina como me sentía mientras la contemplaba tan solo tres días después de haberles conocido.

Cuando llegamos a la cafetería dejé atrás mis pensamientos y los cuatro empezamos a buscar un lugar donde sentarnos. Estaba sorprendida ya que, para ser temprano, aquel lugar estaba casi totalmente lleno, lo que confirmaba lo que había dicho Donovan de que el sitio era bueno. Encontramos una mesa vacía en una esquina del recinto y avanzamos hacia ella. Al sentarnos, mi padre se situó a mi lado mientras que Nathan y Donovan se sentaban enfrente de nosotros. Para mi fastidio, Nathan fue el que se sentó justo delante de mí y, con el objetivo de evitar sus intensos ojos, tuve que mirar para un lado.

Y no para el lado de mi padre precisamente.

A mi derecha tenía un gran ventanal que me dejaba ver lo que sucedía fuera y, por suerte, no era una calle solitaria y silenciosa lo que veía, sino un animado parque. Niños pequeños jugaban y reían bajo la atenta mirada de sus padres, que velaban por su seguridad todo el rato. Eran gente normal disfrutando de su día normal, mientras que yo allí, en ese lado del ventanal, me preparaba para recibir una noticia que intuía, no me iba a gustar.

- Oye Lili- dijo mi padre-, ¿qué quieres tomar?

Al girar la cabeza para mirarle, vi que en sus manos sostenía la carta con el menú y se dedicaba a ojear la página de desayunos mientras esperaba por mi respuesta.

- En primer lugar- dije-, no me llames Lili, y en segundo lugar- le quité la carta de las manos-, déjame ver que puedo pedir.

La camarera llegó en ese momento.

- Buenos días y bienvenidos- dijo y, aunque no la estaba mirando, supe que sonreía-. ¿Saben ya qué desean tomar?

- ¿Podrías decirme en qué consiste el ''Desayuno Especial''?- pregunté, mirándola.

- Es un plato en el que se incluyen todos los ingredientes que el cliente quiere- explicó-. La ración aumenta o disminuye según la gente que haya en la mesa.

- Parece interesante- comentó mi padre-, ¿lo pedimos?

Todos asentimos y la camarera levantó su pequeño libreto para tomar nota.

- Muy bien- dijo ella-, ¿y qué ingredientes piensan incluir?

- Si no os importa empezaré yo- dije y los tres me dieron permiso para hablar-. Entonces quiero huevos fritos, panceta frita, salchichas, tostadas y patatas salteadas. Trae también mantequilla para las tostadas.

La chica apuntó al tiempo que asentía con la cabeza y luego levantó la vista para ver quien era el próximo que pedía.

- Por mi parte tan solo añádele champiñones fritos- dijo mi padre y su pedido no me sorprendió nada.

Él era un gran fanático de los champiñones fritos.

- ¿Y vosotros chicos?- preguntó la muchacha mirando a Nathan y Donovan.

- Yo quiero tomate y pimiento frito- dijo Nathan.

- Y yo morcilla- concluyó Donovan, provocando que frunciera el ceño, y es que la morcilla no me gustaba nada.


- ¿Y de beber?

- Una taza de café- contestó mi padre.

- Otra para mí- Donovan dijo.

- Para mí también- añadió Nathan.

- A mí déjame zumo de naranja.

- ¿Frío o natural?- me preguntó ella.

- Natural por favor.

Cuando terminó de escribir lo leyó todo en voz alta para comprobar que no le faltaba nada y luego se marchó. Con tan solo pensar en las delicias que ocuparían en poco tiempo la mesa, ya me rugían las tripas, y como no quería que ninguno de los tres allí presentes las escucharan, me dispuse a hablar.

- Bueno papá- dije girando mi cuerpo hacia él en el asiento-, ¿me dirás ahora para qué has venido?

- ¿Es que nunca te alegras de verme?- dijo él-. Siempre que te visito o te llamo piensas que lo hago con segundas intenciones.

- Es que siempre es así- contesté.

- Touché- añadió él.

La camarera llegó entonces con el café de los chicos y mi zumo de naranja, lo que le sirvió a mi padre para demorar su respuesta.

- ¿Y bien?- insistí cuando la chica se marchó.

- Necesito que te hagas cargo de un caso- dijo-. El de la chica que estaba en las imágenes que te mandé ayer.

- ¿Por?- pregunté.

- Me iré a Europa por tiempo indefinido a causa de unos negocios- respondió.

- Bien- susurré-, pero lo tendré un poco difícil estando tan lejos- comenté mientras cogía mi vaso de zumo para tomar un trago.

- En realidad- dijo dudoso-, mantenía la esperanza de que viajaras a Texas para poder trabajar mejor- casi le escupo el zumo a Nathan por la sorpresa, comenzando a toser cuando me lo tragué rápidamente para que esto no pasara.

Cuando el ataque de tos se me pasó, miré a mi padre incrédula.

- ¿Y dónde piensas que voy a vivir?- pregunté-. Porque si no te acuerdas, dejé el piso antes de venir aquí.

Él no dijo nada.

- No pensarás que viviré en la casa, ¿no?- dije-. ¿Con mamá?

- También estará Chad, Adriana, Brandon y los peques- dijo tratando de aliviarme-. Además, Benjamín y Ellen se pasarán por allí de vez en cuando.

La verdad es que les echaba de menos.

- ¿Por qué están Adriana y Brandon en la casa?- pregunté. Hacía bastante tiempo que ellos y las niñas se habían comprado una casa para ellos solos.

- Le comenté a Brandon que irías un tiempo a quedarte para poder ayudarme- explicó-, y cuando Adriana se enteró, se emocionó mucho y quiso ir a vivir a la casa el tiempo que tú estuvieras.

Sonreí.

Improvisar de ese modo era  muy típico en mi hermana y recordé con anhelo el tiempo que habíamos pasado juntas.

- ¿Sabe ella que voy a ir?- hice un mayor énfasis en ''ella'' para que mi padre supiera que hablaba de mi madre.

- Sí- fue lo único que dijo.

- Apuesto a que no se lo ha tomado nada bien- me reí sin ganas.

Me quedé en silencio, mirando mi vaso de zumo, y pensando en lo que mi padre me estaba pidiendo. Volver a vivir bajo el mismo techo que mi madre no era algo que me entusiasmara demasiado, pero era mi deber trabajar para mi padre.

- Está bien- dije-, iré. Pero aviso que no me hago responsable de lo que pase con mamá.

- Aun tengo que decirte algo más- dijo mi padre.

- Dime.

- Quiero que te lleves a alguien como tu compañero- dijo-. Por eso los he invitado a ustedes chicos- miró a Nathan y a Donovan-, me gustaría que fuera uno de vosotros dos.

Me quedé perpleja.

Cuando dijo eso, se me pareció al típico padre que le busca pretendiente a su hija y Donovan y Nathan habían resultado ser los finalistas. Aunque, como pasa en todos los casos, yo era la hija que no quería que su padre le buscara pretendientes.

- A mí me encantaría- dijo Donovan, y me alivié un poco. Le prefería a él antes que a Nathan-, pero no puedo irme y dejar la comisaría desatendida. Ese lugar es mi responsabilidad y no lo puedo dejar.

Donovan no estaba colaborando para nada, así que mi única oportunidad era que Nathan también lo rechazara.

- Entiendo- dijo mi padre-, ¿y tú Nathan? ¿Podrías?

- Bueno señor- comenzó a decir él-, yo tengo que atender mi negocio, pero esto es importante para usted puedo dejar que un amigo de confianza lo haga por mí.

¿Quién era el que se lucía ahora?

- Si no le importa- dijo mi padre, contento al ver que uno de los dos había aceptado- serás tú el que acompañe a mi hija entonces.

- ¿Es que acaso yo no puedo opinar nada?- pregunté.

- En este tema no cariño- contestó.

- Pero papá, sabes perfectamente que sé cuidarme sola- dije.

- Lilianne- el tono de mi padre era seco-, ahora mismo no soy tu padre, soy tu jefe, y harás lo que te diga.

Mi mandíbula se tensó y mis manos se cerraron en puños. Odiaba cuando usaba su rango de jefe para hacerme obedecer, pero odiaba más el echo de que yo le hacía caso.

- Muy bien- dije, rodando mi silla y levantándome.

- ¿No vas a desayunar?- me preguntó Donovan.

- Se me ha quitado el apetito- contesté, y me fui.

Salí a la calle, y me puse a pensar en un sitio al que poder ir. No quería ir a la comisaría y tampoco caminar hasta mi casa, así que rodeé la cafetería para ir al parque. Era el sitio más adecuado para mí en aquel momento, o al menos eso pensaba yo, y además, no sabía donde más podía ir. Al llegar me senté en un banco vacío, con las rodillas pegadas al pecho, y me quedé mirando al suelo, pensando.

Entonces, comencé a recordar.

viernes, 22 de noviembre de 2013

.Pura.

Hola hola a tod@s.
Confío en que hayan tenido una buena semana y que ahora comiencen el fin de semana aun mejor. Aquí vengo a publicar mi siguiente capítulo de mi libro que espero les esté gustando a todos. Si os parece bien me gustaría que dejaseis vuestros comentarios al final para así saber que opinan del libro. Gracias y muchos besazos =)

CAPÍTULO 7

El olor a lasaña impregnaba toda la casa.

Sasky aulló de disgusto en el suelo, tapándose la cara con las patas, y yo hice lo mismo con un cojín, pero en vez de en el suelo, en el sofá.

- Diez minutos- susurré y mi estómago rugió-, solo aguanta diez minutos.

Diez minutos era lo que tenía que esperar para que la lasaña reposara y estuviese lista para comer, pero tenía tanta hambre, que aquellos diez minutos se me iban a hacer eternos.

Mi estómago rugió de nuevo.

- ¡Ah!- grité mientras pataleaba en el sofá-. ¡Me voy a volver loca!

Me levanté  del sofá y lancé el cojín que había usado para taparme la boca lejos de mí. Caminé hacia las escaleras y subí a la segunda planta, hasta mi habitación. Fui hasta la cama y me metí debajo de las mantas, tapando mi cabeza con la almohada. Trataba de escapar de aquel delicioso olor, pero había llegado incluso hasta mi cuarto. Quité la almohada de mi cara y me tumbé boca arriba, mirando fijamente al techo. Necesitaba pensar en algo que no fuera aquella deliciosa lasaña, así comencé a rememorar lo que había pasado aquella tarde.

Después de pasar en la comisaría casi por más de dos horas, evitando a Nathan y hablando con Donovan la mayoría del tiempo, Donovan me había invitado a comer y yo había aceptado. Los tres salimos de la comisaría y, cuando Nathan se fue por su lado, le dejé conducir mi coche a Donovan. Se había quedado encantado y alucinado al mismo tiempo cuando lo había visto, y le había ofrecido dejar que lo condujera. Al principio me había mirado como si pensara que le estaba gastando una broma, pero al ver que no era así se había puesto muy contento, como un niño pequeño cuando veía una piruleta. Allí tumbada en la cama, sonreí abiertamente mientras lo recordaba.

Fue tan divertido.

Una vez su estado de ánimo se relajó, me llevó a un restaurante de bocadillos, ya que no podíamos entretenernos en un restaurante decente porque él solo tenía media hora para comer, pero igualmente fue genial. Creo que el hecho de que el restaurante fuera uno de comida rápida suavizó aún más nuestra confianza, dejándonos ser naturales el uno con el otro. En esa media hora hablamos mucho, sobre todo de mi espectáculo en el supermercado, que fue el tema principal aunque intenté muchas veces desviar la conversación hacia otra cosa, pero él  siempre se las ingeniaba para llevarme de nuevo a lo mismo. Su profesión de policía le había convertido en alguien realmente engatusador.

El timbre sonó en ese momento.

Miré extrañada al techo durante un instante, creyendo que mis oídos me habían jugado una mala pasada, pero el timbre sonó de nuevo. Me destapé rápidamente y palpé el suelo con los pies, buscando mis pantuflas de vaca, pero no las encontré. Escuché a Sasky ladrar desde abajo, y recordé que había dejado las pantuflas en el salón. Salí de mi habitación corriendo, justo cuando el timbre sonó otra vez.

- ¡Ya voy!- grité, para hacer que quien quiera que fuera dejara de tocar el fastidioso timbre.

Bajé las escaleras lo más rápido que pude e iba atravesando el pasillo a toda pastilla cuando Sasky se metió en medio. Intenté frenar para no chocarme con ella y resbalé, cayendo de culo contra el suelo. Se escuchó un gran golpe y luego, durante un pequeño instante, todo se quedó en silencio.

- Lilianne- dijo la persona que estaba al otro lado de la puerta-, ¿estás bien?

- ¿Donovan?- dije yo, reconociendo su voz-. ¡Sasky!- grité y ella se puso a mi lado-. Abre la puerta.

La perra salió corriendo hacia la puerta y escuché como se habría. Todavía estaba tumbada en el suelo recuperándome del tremendo golpe en el trasero cuando la silueta de Donovan se apareció en el pasillo. Al verme su primera reacción fue de preocupación, pero pasó a diversión cuando le dediqué una sonrisa.

- ¿Qué te ha pasado?- preguntó. Me tendió sus manos para ayudarme a levantar.

- Era esto- dije, aceptando su ayuda-, o chocarme contra Sasky- él sonrió, y supe que se estaba aguantando la risa-. ¿Te estás riendo de mí?- le pregunté con una sonrisa.

Ya me había levantado, y ahora estábamos el uno frente al otro con las manos cogidas. Nos miramos, ambos sonriendo, y estuvimos así un rato. Nuestras sonrisas cayeron, no por incomodidad, sino porque nuestra concentración estaba fijada en los ojos del otro. Su mirada bajó a mis labios, y pensé que estaba mirando mi herida hasta que se mordió su propio labio. Quería besarme, eso estaba claro, y también estaba claro que no sabía si hacerlo o no. Me permití el lujo de mirar sus labios también y no pude evitar preguntarme que se sentiría al besarlos. Volví a mirarle a los ojos y vi cómo me observaba fijamente.

Y entonces comenzó a inclinarse.

Mientras lo hacía, escrutaba mi rostro con la mirada, en busca de algún tipo de rechazo por mi parte, pero no encontró nada, por lo que siguió inclinándose. Yo no podía hacer más que mirar sus cautivadores ojos pardos acercándose a mí, llamándome y atrayéndome como la miel atrae a las abejas. Sus labios se veían tan deliciosos desde aquella distancia que quise romper la distancia rápidamente, pero dejé que él controlara el momento. Yo tan solo cerraría los ojos y disfrutaría. Cuando nuestros rostros se encontraban a escasos centímetros cerré los ojos y esperé a que llegara el beso.

Pero nunca pasó.

Sasky comenzó a ladrarnos en ese momento y se metió como pudo entre nuestras piernas, separándonos. Abrí los ojos y ambos miramos con una sonrisa a la perra, que se acariciaba contra la pierna de Donovan.

- Tenemos un problema- susurré. Donovan me miró curioso mientras se agachaba para acariciar a la perra-. Le gustas- dije y señalé a Sasky-, y cuando un chico le gusta, no deja que ninguna otra chica se acerque a él.

- No será tan malo- dijo, levantándose.

- Bueno- dije yo encogiéndome de hombros-, si eres feliz pensando eso entonces- caminé hacia él y pasé por su lado, para dirigirme a la cocina-, dejaré que pienses eso.

Avancé hasta entrar en la cocina, seguida de Donovan y de Sasky, y saqué la lasaña del horno donde había estado reposando.

- ¿Quieres cenar?- pregunté.

- Sí claro- dijo-, tiene buena pinta.

Cogí dos platos, un par de tenedores y un cuchillo y los puse en la encimera. Él se sentó en un taburete y me observó mientras servía la comida.

- ¿Por qué estás aquí?- pregunté, dándole su plato.

- Hoy me dijiste que podía venir- contestó.

Tomó uno de los tenedores que yo había llevado y pinchó su lasaña. Eso era verdad, yo le había invitado a venir a mi casa en el restaurante de bocadillos, y al parecer él se lo había tomado a pecho.

- Ya- dije-, pero no pensé que fueses a venir tan rápido. Solo estoy sorprendida.

- Tú también me sorprendiste hoy en la comisaría- dijo, metiéndose un trozo de lasaña en la boca.

- Supongo que tienes razón- dije mientras ponía mi trozo en el plato-. Entonces ya estamos en paz.

Fui a buscar el comedero de Sasky y esta vez partí un trozo más grande. Coloqué el trozo de lasaña dentro del comedero y luego lo puse en su sitio correspondiente. Sasky apareció en seguida allí y comenzó a devorar la lasaña en cuanto me aparté un poco.

- ¿Lo que tienes puesto es tu pijama?- preguntó Donovan por detrás de mí. Yo miré mi atuendo.

Tenía puesta la holgada camisa gris que había usado la noche anterior para dormir y unas bragas negras eran lo único que tenía como ropa interior. Me di la vuelta, y vi cómo Donovan me examinaba de arriba abajo con aprobación. Yo sonreí mientras ponía lo que había quedado de la lasaña de nuevo en el horno y el cuchillo en el fregadero. Luego me senté en mi lado de la isleta, de frente a Donovan, todavía con una sonrisa.

- Sí- dije yo pinchando la lasaña-, es mi pijama oficial desde ayer por la noche. ¿Crees que es una buena elección?- pregunté, tan inocentemente como fui capaz.

- De las mejores- contestó, mordiendo otro trozo de su lasaña.

Volví a sonreír y me metí en la boca más comida. No es porque la hubiese hecho yo, pero tenía que reconocer que la lasaña me había salido deliciosa y la saboreé lo máximo que pude.

- ¿Qué opinas?- pregunté después de tragarme lo que había masticado-. ¿Está buena?

- Sí- dijo- claro.

Él me miró significativamente, con ojos entrecerrados y una pícara sonrisa.

- La lasaña- dije sonriendo y mirando hacia mi plato para pichar otro trozo-. ¿Está buena?

- Oh sí- dijo-, la lasaña también está estupenda.

Noté el calor en mis mejillas y nuevamente di gracias de que estas no se sonrojaran con facilidad. Había aprendido que Donovan podía ser bastante claro y directo, lanzado halagos hacia mí  y provocando que mis mejillas se calentaran. Era policía, pero al fin y al cabo también era un hombre y tenía sus propias armas de seducción.

- ¿Desde cuándo cocinas tan bien?- preguntó. El tema del halago ya había pasado, y ahora volvíamos a ser como siempre.

- Desde que me vi viviendo sola en un pequeño piso- solté, y él me miró con curiosidad.

- ¿Viviendo sola?- preguntó.

- Sí- dije-. A los quince me fui de casa de mis padres y comencé a vivir sola. Al principio me iba quedando en casa de mis amigas, pero luego conseguí un piso barato y me fui a vivir allí.

- ¿Tus padres te echaron?- preguntó.

- No- dije yo. Me quedé mirando el trozo de lasaña que acababa de coger con el tenedor durante un momento y luego me lo comí-. Yo elegí marcharme. La situación en mi casa era tensa y no lo soportaba más. Mi padre me ayudó los dos primeros meses con el alquiler hasta que conseguí un trabajo donde podía trabajar aunque fuera menor de edad.

- ¿Qué trabajo?

- Comencé a trabajar para mi padre.

- No entiendo- dijo tomando otro trozo de lasaña-, ¿la situación en tu casa era tensa pero tu padre te ayudaba fuera?

- La situación no era tensa con mi padre- dije yo-, sino con mi madre- se quedó en silencio-. Mi padre y mis hermanos intentaron impedir que me fuera.

- ¿Tu madre no intentó detenerte?- preguntó.

- Como te dije, la relación con mi madre era tensa- la cara de Donovan se llenó de horror y sorpresa al mismo tiempo.

Yo, sin embargo, estaba neutral. No pensaba dejar que ninguna de mis actuales emociones se viesen reflejadas en mi rostro, a pesar de que la rabia y el dolor inundaban cada parte de mi cuerpo.

- ¿Y cómo es vuestra relación ahora?- preguntó. Pronunció la pregunta con cierta reticencia, dudando de si debía preguntarlo o no.

- Nada ha cambiado- contesté-. Ya hace mucho que no nos dirigimos la palabra- nos quedamos en silencio, cada uno mirando su plato y comiendo.

- Entonces dices que tienes hermanos, ¿no?- dijo él, tratando de cambiar de tema.

- Oh, por supuesto- dije más animada-. Una hermana y dos hermanos. El más mayor es Benjamín, luego viene Adriana, después Chad y por último yo. El único que se ha casado es Benjamín, aunque Adriana tiene pareja y tres hijos.

- ¿Y Benjamín no tiene hijos?- preguntó Donovan.

- No, para nada- contesté-. Benjamín nunca ha querido tener hijos y su esposa tampoco. Son del tipo de pareja que están mejor sin ataduras que tengan que ver con niños y prefieren estar dedicados el uno para el otro solamente.

- ¿No les gustan los niños?

- Al contrario- dije-, les encantan los niños, pero no quieren tener hijos, eso es todo. Sin embargo Adriana y Brandon ya tienen tres hijos y no se han casado todavía.

- ¿Y Chad?- preguntó Donovan terminándose la lasaña.

- Chad es el playboy de la familia- dije, terminándome mi lasaña también-. Se liga a muchas pero no se compromete con ninguna. No es un mal tipo, quiero decir, no es de los que salen con tres chicas al mismo tiempo, pero es que no es capaz de mantener una relación estable.

- Una familia exótica entonces- concluyó él, dejando su plato en el fregadero. Yo sonreí mientras dejaba el mío también.

- Eso parece- dije-. ¿Y tú? ¿Qué hay de tu familia?- pregunté.

Comencé a fregar los platos y Donovan se sentó de nuevo en su sitio en la isleta.

- Oh, yo no tengo mucho que contar- dijo-. Tengo a mis padres y una hermana. No está casada ni tiene hijos ni nada. Es, como ella misma se llama, un espíritu libre. Viaja por todo el mundo y vive muchas aventuras.

- ¿Y dónde viven tus padres?- pregunté.

- En California- dijo-. Siempre les atrajo el ambiente que hay allí y un día sin previo aviso cogieron las maletas y se mudaron. Tuvieron que comenzar de cero, lo que fue difícil ya que mi madre estaba embarazada de mi hermana, pero lo consiguieron.

- Así que tú naciste en California, ¿no?- dije yo.

- Sí- contestó-, pero al contrario que a mis padres, a mí nunca me atrajo ese tipo de ambiente y cuando terminé la carrera y por fin me nombraron policía, me vine aquí.

- ¿Y cómo acabaste metido en el mundo sobrenatural?- pregunté.

Acababa de darme cuenta de que yo no se lo había preguntado aún.

- Estaba con mi compañero en mi primera noche de guardia cuando un grupo de hombres lobo se nos acercaron- dijo-. Nosotros pesábamos que eran personas normales, pero para cuando nos dejaron ver lo que eran, ya fue demasiado tarde.

- ¿Demasiado tarde?- pregunté curiosa.

- Mi compañero fue asesinado y a mí me hubiese pasado lo mismo de no ser por Nathan.

- ¿Nathan?- dije yo.

Eso sí que no me lo esperaba.

- Apareció justo en ese momento- dijo, su tono de admiración-. Al parecer en aquel momento vivía en otro lugar, cerca de donde sucedió el encontronazo, y salió de su casa a ver qué pasaba. Aunque me cueste admitirlo, estoy en deuda con él.

- ¿Aunque te cueste admitirlo?- pregunté en tono divertido y le miré por encima de mi hombro-. ¿Acaso te cae mal?

- No es que sea de las personas más agradables del mundo- dijo Donovan-. Además puede llegar a ser bastante odioso y molesto si se lo propone.

- Hablando de Nathan- dije-. ¿Por qué está tanto tiempo en la comisaría? ¿Es un infiltrado o algo? ¿O es por el tema ese que ayer hablaste con él en la discoteca?

- Es un asunto de la policía- dijo su tono un poco más tenso que antes-. Estamos tratando de buscar una solución.

- Entiendo- dije-. Entonces no preguntaré.

Terminé de fregar todo, me sequé las manos y me di la vuelta para mirar a Donovan. Supe, por la expresión en su rostro, que había estado mirando durante todo el rato mi pijama y admirando la piel de mi cuerpo que dejaba al descubierto. Apoyé mis manos en la encimera a ambos lados de mí y me quedé mirándole.

- Oye- dije, él solo me miró-, siento lo de tu compañero.

Donovan sonrió, se levantó de su sitio y se acercó a mí.

- No es para tanto- dijo-. Yo era un novato entonces, y él era el tipo al que le había tocado el muermo de enseñar al nuevo, así que su trato hacia mí no era muy amable. En realidad era un capullo con todo el mundo, se merecía lo que le pasó. Sinceramente, no me dio lástima.

Mi rostro se quedó pálido.

Jamás, de todas las respuestas posibles en el mundo, me hubiese esperado esa. Había tantas otras posibles, pero Donovan había elegido la más fría y desinteresada, cogiéndome totalmente con la guardia baja. Él tan solo sonrió ante mi expresión y aprovechó el momento para tomar mis manos y separarme de la encimera. Aproximó mi cuerpo al suyo y luego me rodeó con sus brazos.

- Te has quedado blanca- susurró.

- Es que no me esperaba esa respuesta- contesté y él sonrió.

- Lo siento.

- ¿Lo sientes?- me reí.

Nos quedamos mirando en silencio y de repente, bostecé.

- Creo que debería irme- dijo él-. Te estás quedando dormida. Tu lucha contra el carro de la compra en el supermercado te ha pasado factura.

- ¡Oye!- exclamé molesta-. No te burles de mí

- Yo no me burlo- dijo, pero su tono de voz reflejaba verdadera diversión.

Rompí el abrazo, como castigo hacia él por reírse de mí. Donovan se limitó a sonreír mientras metía las manos en los bolsillos de su pantalón y me miraba alejarme. Caminé hasta la puerta de entrada y la abrí, dejando espacio libre para que él saliera. Donovan me siguió y pasó por delante de mí para salir fuera, todavía con una sonrisa en el rostro. Durante todo el tiempo yo le miré con ojos entrecerrados y furiosos. Cuando llegó al umbral de la puerta se paró, se dio la vuelta y me miró.

- ¿Estás enfadada?- preguntó. Me hubiese parecido preocupado de no ser por su sonrisa.

- Puede…- dije.

Me miró un momento, para luego tomarme de la cintura y acercarme a él.

- ¿Sigues enfadada?- yo asentí levemente con la cabeza.

Eso provocó que bajara su rostro al mío y apoyó su frente con la mía.

- ¿Ahora?- volví a asentir.

Y siguió agachándose, hasta casi rozar nuestros labios. Sabía perfectamente que no iba a volver a preguntarme en aquel punto, y por eso sonreí y me aparté de él.

- Sigo enfadada- dije-. No hay besos. Estás castigado.

Dicho eso, regresé dentro y cerré la puerta.