jueves, 31 de octubre de 2013

.Pura.

¡Hola a tod@s de nuevo!
Siento mucho, mucho pero que mucho mucho haber tenido abandonado el blog estos días jijiji, pero es que entre los deberes, los exámenes y las actividades extraescolares, pues diría yo que he estado un pelín ocupada(lo he suavizado demasiado jejejejejje). Pero bueno, como dice el dicho, más vale tarde que nunca,y estoy segura que me perdonaréis en seguida en cuanto leáis esta entrada, y es que vengo con el 4º capítulo de mi libro jajajajaj. Estoy segura de más de una quieren seguir sabiendo sobre como continúa la historia de Lilianne, y sobre todo sé que mi hermana está deseando conocer más a Nathan, así que no me demoro más y aquí os lo dejo.
Espero que os guste.
Muchos besos y abrazotes

CAPÍTULO 4

- Maldición- me quejé, el labio escociéndome.

Una vez había entrado en el baño, lo había registrado en busca del botiquín, situado en un roperillo al lado de la ducha, y me había puesto delante del espejo para descubrir mi demacrado y espantoso aspecto.

Tenía, como ya Donovan me había dicho, una brecha en lado izquierdo de la frente, cubierta de sangre seca que continuaba bajando por mi rostro hasta llegar a mi mandíbula. En mi mejilla derecha tenía los rasguños que la vampira me había hecho cuando me había dado el bofetón. Eran prácticamente superficiales, pero lo que no tenían de profundos, lo tenían de largos, recorriendo casi toda mi mejilla, con sangre, también seca, en ella.

Mi labio tenía dos cortes algo profundos, resultado del puñetazo que la vampira me había propinado, ya que me los había cortado con mis propios dientes al impactar. Eran tan profundos que, al contrario que las otras dos heridas, de esta todavía seguía saliendo sangre, lo que la hacía más dolorosa a la hora de curarla. Escocía tanto que daba hasta miedo, y me resultaba difícil centrarme en curarla debido al dolor.

Pero en cuanto a mi aspecto, aquello no era lo peor.

La desgracia era mi pelo. Podría decir que me parecía a Cruella de Vil después de haber metido los dedos en el enchufe, pero incluso eso era quedarse corto. Cada mechón de mi pelo iba en todas las direcciones, menos en la correcta, sin hablar de los que se me estaban cayendo debido a los fuertes tirones. Por esa razón, lo primero que hice antes de comenzar a curarme las heridas, fue peinarme el pelo y devolverlo a su estado original.

Lo que era tarea difícil si lo único que tenía para peinarme era uno de esos cepillos de hombre.

La situación me desesperaba. ¿Por qué los hombre solteros no tenían un peine de emergencia por si una mujer se metía en su cuarto de baño y empezaba a peinarse? Y más hablando de un hombre como Nathan. ¡Era un vampiro maldita sea! Seguramente, y estaba hablando de un cien por cien de las probabilidades, en su cama aterrizaban al menos dos o tres mujeres por día, una razón perfecta para tener un peine de mujer en el baño. Fuesen rubias o morenas, altas o bajas, gordas o flacas, todas usarían un peine para arreglarse el pelo después del revolcón.

Y pido por favor que pillen confesados a todas aquellas personas que digan que una mujer no necesita un peine.

"A no ser que Nathan les dijera a las chicas que se trajeran su propio kit de aseo, incluido el peine", pensé. De lo poco que le conocía, no podía decir si era alguien capaz de hacer algo así, pero al fin y al cabo, era un vampiro, y todo el mundo que conocía sobre los vampiros, inclusive los mismos vampiros, sabían que eran capaces de muchas cosas incluso peores que esas.

Los vampiros no eran precisamente santitos.

Pero bueno, después de todo, a duras penas y usando uno de esos cepillos de Nathan, mi pelo había regresado a ser el que era. Fíjate tú si me había costado peinármelo, que hasta Donovan se había marchado hacía ya un rato cuando finalmente terminé. El hombre había querido quedarse y esperar por mí, pero visto lo visto con el dilema de mi pelo, le había dicho que estaría bien aunque se marchase. Y ahí estaba yo, sola, sangrando en la casa de un vampiro que, por cómo había mirado la herida de mi frente anteriormente en el callejón, tenía hambre.

La verdad, a veces maldigo la suerte que tengo.

- ¿Estás bien?- preguntó Nathan a lo lejos después de que yo soltara mi novena maldición consecutiva.

- De miedo- contesté, sin intentar ocultar ni un ápice de mi frustración.

- ¿Necesitas ayuda?- continuó, un toque de diversión en su voz.

- No gracias- dije.

No hizo más preguntas, por lo que retomé nuevamente la tarea de curar mi labio. Comencé a pasar la toalla con agua alrededor de uno de los cortes, sin tocarlo en ningún momento, para ir quitando la sangre que ya casi había parado de salir de la herida.

- Oye gatita- dijo Nathan, acercándose a la puerta abierta del baño-, ¿puedo saber cuánto vas a tardar? Necesito tomar una ducha.

Le miré y me arrepentí enseguida.

Se había quitado parte de la ropa, apareciendo delante de mí con tan solo unos jeans puestos. Eso le dejaba desnudo de cintura para arriba, mostrándome su marcado y fabuloso torso. Parecía uno de esos modelos de calzoncillos que aparecen en las revistas, salvo que él llevaba unos jeans ajustados en vez de unos calzoncillos de marca. ¿O quizás si llevaba unos calzoncillos de marca debajo de los jeans? Sinceramente, no me importaría averiguarlo. Tan solo deseaba tocar esa tableta que lucía sobre y alrededor de su ombligo, tan sabrosa que se me hacía la boca agua. Y sus brazos, ¡oh mi dios con sus brazos! Si tan solo uno de esos brazos me rodeara, lo juro, yo ya podría morir feliz. Una concienzuda sonrisa en su rostro me dio a entender que me había dejado verlo así a posta, para ver mi reacción.

Realmente este tipo era el diablo.

Con esta distracción de verle medio desnudo, perdí el control sobre el movimiento de la mano con la que limpiaba la herida de mi labio, y en uno de los toques, acerté a pasar la toalla directamente en el corte, provocando más dolor nuevamente, pero esta vez, más que en las otras. Tanto que, en acto reflejo, cerré la boca de golpe, mordiéndome el corte del labio, que empezó a sangrar de nuevo.

- ¡Ah!- gemí, llevándome las manos al labio.

En menos de lo que dura un pestañeo, Nathan se colocó a mi lado, tomándome por la barbilla, elevando mi rostro para verme bien, y haciéndome mirarle. Sus ojos pasaron rápidamente de los míos a la herida de mi labio, que había vuelto a soltar sangre.

- Déjame a mí- dijo. Tomó la toalla de mi mano y empezó a quitarle la sangre que tenía en el lavamanos que estaba a nuestro lado.

- Ya puedo yo- protesté e intenté quitarle la toalla una vez la hubo escurrido, pero apartó su mano hacia atrás, haciendo que, al seguir la trayectoria de su brazo, nuestros cuerpos se quedaran pegados.

Él sonrió ante aquello.

- A este paso terminarás peor de lo que empezaste- dijo, avanzando más si cabía hacia mí y, por puro instinto, retrocedí mientras seguía acercándose, yo tratando de abrir un espacio entre nosotros.

Espacio que no obtenía porque él seguía acercándose.

Continuamos así hasta que la pared se interpuso en mí camino y no pude avanzar más. Él caminó hasta que lo único entre él y yo, era mi fina camiseta de encaje. Si antes había deseado tocar su torso, ahora es que me estaba muriendo por hacerlo, y apreté los puños detrás de mí para poder resistirme, aunque lo peor era el silencio. Lo único que hacíamos era mirarnos el uno al otro sin decir nada, y he de resaltar que le estaba mirando a los ojos para no mirar su musculoso pecho.

Pero mirar sus ojos no ayudaba.

El color aguamarina de ellos me tenía hipnotizada, absorta, como en otro mundo, otra órbita. Era como estar zambullida en un precioso mar cristalino, flotando a la deriva, dejando que la corriente me llevase. Relajante y excitante al mismo tiempo. Todas las sensaciones buenas del mundo recorrieron mi cuerpo mientras observaba sus ojos, haciéndome sentir como hechizada y, sinceramente, me encantaba.

- No necesitas estar tan cerca para ayudarme- dije, mi voz algo ronca por la sangre acumulada en mi garganta.

Él sonrió, me tomó de la barbilla y la elevó un poco más de lo que ya lo estaba. Otro momento de silencio, esta vez más pesado, porque intentaba por todos los medios no mirarle a los ojos y tampoco mirar su pecho.

- ¿Por qué no me miras a los ojos?- preguntó.

- ¿Me vas a curar o no?- protesté yo, evitando su pregunta, y apartando su mano de mi barbilla.

Él volvió a levantarla, pero esta vez sí lo hizo para empezar a curarme el labio. Dio toques suaves y cuidadosos, como un auténtico experto.

- ¿Has hecho esto antes?- pregunté.

- Estate quieta.- dijo.

- Pero pareces saber lo que estás haciendo- continué-. ¿Lo has hecho antes sí o no?

- No te muevas o te lastimarás- dijo, su tono más enfadado.

Me callé y bajé la vista.

No sabía por qué, pero me sentía mal porque se hubiese enfadado conmigo. Yo tan solo quería saber más de él, eso era todo, pero al aparecer, él no quería que supiera nada.

- No hace falta que me lo digas si no quieres- susurré.

Sentí que sonreía.

- Sí -dijo-, lo he hecho antes, pero solo una vez.

Le miré.

- ¿Puedo saber a quién?- pregunté-. ¿No habrá sido a una novia?

Esta vez se rio, pero luego me miró seriamente acercando su rostro al mío.

- ¿Te pondrías celosa si dijera que sí?

- ¿Qué? No. Solo quería saber si esta vez era diferente a la última- dije, notando como mis mejillas ardían-. Da igual, déjalo. No importa. Solo cúrame y me marcharé.

Sin embargo, él no se movió, tan solo se me quedó mirando con una sonrisilla.

- No, no era mi novia- dijo por fin-. Y sí, fue diferente de ahora, porque en aquel entonces yo era humano, y no deseaba la sangre.

Eso último me cogió por sorpresa, pero el sentimiento lo suprimí cuando vi cómo miraba hambrientamente mi labio, o más bien, la sangre que había en él.

- Nathan- susurré-, ¿cuánto haces que no te alimentas?

- Creo que demasiado gatita- dijo, totalmente embelesado mirando como mis labios se movían al hablar.

- Entonces necesitas comer- dije yo, apartándome de la pared para salir del baño-. Tienes sangre guardada, ¿no?

Antes de que pudiera salir del baño, él cerró la puerta, me agarró de la cintura y me apoyó contra ella.

- No- dijo-, no tengo.

Pasó sus manos por mi espalda desnuda y me pegó más a él, su frente apoyada en la mía, sus ojos cerrados.

- En serio, ¿qué clase de vampiro no tiene sangre de emergencia en su casa?- pregunté, intentando no pensar en lo que sabía que iba a pasar.

Se rio, y su cálido aliento me golpeó en la cara.

- Uno que acostumbra a beber directamente de humanos- susurró.

Se formó el silencio sobre nosotros, él seguramente para intentar contener el hambre y yo porque no sabía qué decir. Nathan estaba pidiéndome, de un modo u otro, poder beber mi sangre, y yo no sabía qué responderle. No quería, por supuesto, nadie quiere que un vampiro beba de su sangre, y mucho menos si es directamente de ti, pero los vampiros hambrientos podían llegar a ser violentos, y sabía que si me negaba quizás saldría mal parada. Aparte de que Nathan seguramente sería muy fuerte, yo recién acababa de pelearme con una vampira, por lo que no tendría muchas fuerzas para seguir luchando.
Nathan se aclaró la garganta, impaciente por mi respuesta.

- Está bien- dije, apartando el pelo de mi cuello-, pero solo un poco.

- Solo un poco- repitió, su tono desesperado.

Y en una milésima de segundo, sus labios estaban en los míos, más exactamente, en mi herida. Aquello no era ni mucho menos, lo que yo me había esperado. Normalmente un vampiro muerde en el cuello porque es la zona más accesible y cómoda, tanto para el vampiro como para la otra persona. ¿Pero el labio? Era la primera vez que había visto aquello, y para colmo era de mí de quién estaba bebiendo.

Sentía los labios de Nathan aferrados al mío, succionando cada gota de sangre que podía de él. En ese momento, apartó una mano de mi espalda y la puso en mi rostro, presionando más la herida contra su boca. Gemí ante el pinchazo de dolor que la repentina presión me provocó y él comenzó a beber más rápidamente. Estuvimos de ese modo por al menos un par de minutos, hasta que sentí que si seguía bebiendo, no podría regresar a casa por mi cuenta aquella noche.

- Nathan ya basta- susurré, mis labios moviéndose contra los de él-. Nathan para.

Y eso solo sirvió para que comenzara a besarme.

Fue un beso salvaje y hambriento al principio, pero cuando se dio cuenta de que su sed se había calmado un poco, el beso se convirtió en algo más pasional, en cierto modo tratando de disuadirme para que me uniera a él. No le resultó muy difícil unir su beso al mío, ya que al haber estado hablándole, me había cogido con la boca medio abierta cuando comenzó a besarme, lo que le resultó una ventaja. Pero a pesar de todo, intenté oponerme. Que bebiese de mí no era algo que tenía en mis planes  para aquella noche, y mucho menos besarle, así que deslicé mis manos hasta sus hombros e intenté alejarle, pero él solo me atrajo más si cabía.

Y esta vez no pude resistirme.

Dejé a mis labios moverse junto a los suyos, haciéndonos encajar a ambos, forjando una unión perfecta. Se sentía tan bien, como si hubiera dejado el mundo real y hubiese ascendido al paraíso. Besar a Nathan era como morder una fruta exótica, sabrosa y deliciosa. Dulce y fresca, con un casi imperceptible toque amargo que atraía aún más. Tan carnosa, excitante y suave. Era, en definitiva, una explosión de sabor y sensaciones que se expandía desde mi boca hacia el resto de mi cuerpo. Si a eso añadías sus sensuales dedos acariciando mi espalda y rostro, mandando impulsos eléctricos a cada milímetro de mi cuerpo, entonces ya te entraban ganas de quedarte así para siempre.

Y es que besaba tan bien.

Justo en ese momento, nuestras lenguas se tocaron y él gimió. ¿Era eso posible? Un vampiro que estaba buenísimo y podía tener a todas las chicas que quisiera cuando quisiera, y sin embargo estaba allí, gimiendo por mí. Y fue entonces, en el instante en que mi lengua rozó uno de su afilados colmillos, cuando me di cuenta de que en realidad no gemía por mí, sino por mi sangre.

Me sentí tan estúpida.

Toda excitación y deseo por mi parte desaparecieron, sustituidos por la rabia y el enfado conmigo misma de haber sido tan ingenua, por creer que me deseaba. Terminando lo que había intentado antes, usé mis manos para empujarle lejos, o para al menos separar sus labios de los míos, y lo conseguí. Gracias a que había bajado la guardia, pude separar hasta nuestros cuerpos, dejando un gran espacio vacío entre nosotros y le miré.

Su respiración era agitada, al igual que la mía, y haciendo que su pecho desnudo bajara y subiera notablemente. Sus ojos estaban fijos en mí, en mis labios, hambre, deseo y excitación en ellos. Viendo aquello, quise llorar de rabia, porque la expresión de su rostro confirmaba mi sospecha de que lo único que deseaba era mi sangre, pero en lugar de eso, le miré con todo el desprecio que pude y bufé, mostrándole mi enfado. Y solo cuando hice eso dejó de mirarme como la portadora de la sangre que él deseaba y comenzó a verme como Lilianne, la chica enfadada y rabiosa que estaba delante de él, y eso me molestó.

Sobre todo porque en su rostro no había señal alguna de arrepentimiento.

- Será mejor que me vaya- dije, toda mi rabia concentrada en cada una de esas palabras.

Una vez dicho, aferré mi mano fuertemente al pomo de la puerta, la abrí y salí del baño sin volver a cerrarla. Tenía tantas ganas de golpear cosas, descargar mi rabia, y lo que más deseaba golpear era la cara de Nathan. Deseaba hacer eso casi tanto como había deseado besarle unos segundos atrás y eso me reconfortó un poco, porque me hacía saber que al fin y al cabo, el beso no había significado nada más allá de lo que había sido.

Tan solo un simple beso sin importancia.

Caminé hacia la puerta de su cuarto con decisión, sin detenerme a mirar atrás y una vez estuve fuera, cerré dando un fuerte portazo, que cortó hasta el aire. Había usado toda mi fuerza para cerrar aquella puerta, tanta que hasta las bisagras chirriaron un poco, y es que seguramente esa puerta sería lo único que podría golpear aquella noche.

Tenía que aprovecharlo.

martes, 22 de octubre de 2013

.Pura.

CAPÍTULO 3


- ¡Y todo por un tío!- exclamé.

Caminaba de un lado a otro intentando calmarme, pero me era imposible. La adrenalina invadía mi cuerpo y necesitaba seguir soltando mi rabia de alguna manera. Donovan, que era el que me había llevado fuera, trataba de sujetarme para que me calmase, pero evitaba sus manos cada vez que me intentaba coger.

- Mi conversación con él no duró ni dos minutos- seguí hablando-, y sin embargo esta tía se ha vuelto loca. No es mi problema que ella no sea lo suficientemente buena para él y el pobre tenga que ir a ligar con otras. ¿Acaso le dije yo a Morris que se acercara a mí? No, por supuesto que no. Ni siquiera le vi cuando entré en la discoteca. Él solo se me acercó por detrás. Pero claro, eso ella no lo vio, porque prefiere echarme la culpa a mí y dejar a su noviecito impune. ¡Pues mira tú por donde, a mí no me da la gana!- sabía que estaba en mitad de la calle de noche gritando como una loca, pero no me importaba-. Y encima me dice que no sabe con quién me estoy metiendo, ¿te lo puedes creer? Yo es que me muero de la risa. Ja, ja, ja- me reí falsamente, sonando como una señora histérica-. Como si ella supiera con quién se ha metido.

Paré un segundo, dándome cuenta de que estaba hiperventilando, e intenté calmar mi respiración. Donovan aprovechó ese momento para sujetarme por los brazos y ponerme frente a él. Examinó mi cuerpo, en busca de lesiones, y luego se centró en mi cara. Pasó un dedo por mi labio inferior e hice una mueca de dolor por el roce. Cuando levantó el dedo, había sangre allí, mi sangre, y lamí mi labio, notando un corte en él. Luego examinó mi frente y puso cara de disgusto cuando la miró bien.

- Tienes una brecha- dijo-. Quizás haya que darte puntos.

Se me quedó mirando a los ojos, mi cara entre sus manos, y tragué saliva, llevando con ella parte de la sangre de mi boca.

- ¿Estás bien?- preguntó.

Al principio no contesté, sorprendida por su pregunta, ya que apenas nos habíamos conocido hacía un rato y sus ojos mostraban tanta preocupación que me dieron ganas de llorar.

- Sí- dije, mi voz un simple susurro-, estoy bien.

Él asintió.

- Sinceramente estoy sorprendido- confesó-. Te has defendido bien a pesar de ser...

Se quedó en silencio.

- ¿Humana?- terminé por él-. Si, me las desempeño bien con el tema sobrenatural. Darle un par de patadas en el trasero a una vampira no es nada nuevo para mí.

Esta vez el sorprendido era él.

- No pongas esa cara- me reí.

Su expresión se relajó, pero solo un poco.

- ¿Puedo saber cómo una chica como tú se ha metido en el tema sobrenatural?- preguntó.

- Te lo contaré en otro momento- dije, sonriendo-. A propósito, ¿una chica cómo yo?

- Ya te lo dije dentro- se encogió de hombros y bajó sus manos-, una chica hermosa.

Le sonreí.

Noté como mis mejillas ardían un poco, y agradecí que fuera de esas chicas a las que las mejillas no se les ponen rojas con facilidad. La primera vez había tomado el cumplido como una forma de explicarme el asunto de Morris y del hambre de los vampiros, pero en esta ocasión era algo más íntimo, más personal. Se trataba de un chico diciéndole a una chica que le parecía guapa, hermosa, y ni siquiera había usado mis desentrenados encantos femeninos. Al contrario, me había peleado en una discoteca con una vampiro y él había visto mi lado de chica dura. ¡Tenía una brecha en la frente y él me decía que le resultaba hermosa! Eso demostraba que no solo se necesitaban encantos femeninos para ligar.

Punto para mí.

Alguien carraspeó con la garganta a nuestro lado en ese momento y ambos miramos en la dirección del sonido. Un vampiro alto, con el pelo negro a la altura de los ojos y echado hacia un lado con fijador. Llevaba un jean azul marino, una camisa gris, una chaqueta americana blanca desabotonada y unos zapatos náuticos azules con los cordones blancos. Aquel conjunto le quedaba como un guante, resultando elegante pero informal al mismo tiempo. Su despreocupada forma de caminar y su manera de llevar los hombros caídos con las manos metidas en los bolsillos de su jean, le daban un aspecto pintoresco y atrayente. Sus ojos, de color aguamarina, me miraban con intensidad, examinándome, haciéndome estremecer. Intenté apartar mi vista de él, para parecer desinteresada, pero no lo logré.

Era demasiado atractivo como para dejar de mirarle.

- Donovan, ¿está todo bien?- preguntó el vampiro-. Tenemos una conversación que terminar.

¿Así que aquel era el tipo con el que Donovan había venido a hablar? ¿Ese era el dueño del local?

- Me temo que tendremos que aplazarlo, Nathan- dijo Donovan. Contuve la risa mientras miraba al vampiro. ¿Nathan era el dueño del Nathan's Club? La verdad, no se había complicado mucho la vida al buscar un nombre-. Ella necesita que la examine un médico- le miré.

¿Estaba aplazando su reunión con un vampiro por mí?

- Oh, no hace falta- dije-. Estoy bien, de verdad.

- Lilianne- dijo Donovan, mirándome seriamente-, no pienso dejar que te marches así. Has perdido sangre, podrías desmayarte mientras conduces.

Mientras decía eso, sentí la mirada de Nathan en mí y cuando le miré, vi que estaba observando la herida de mi frente, con hambre en sus ojos.

- De verdad que no es para tanto- insistí.

- Si queréis- dijo Nathan-, podéis venir a mi casa. Tengo un botiquín en el baño.

- Entonces vamos- dijo Donovan, sin darme opción de negarme. Instantáneamente Nathan avanzó hacia nosotros y nos pasó de largo.

Los dos le seguimos en silencio, hasta cruzar la esquina y entrar en un callejón sin salida.

- ¿A dónde vamos?- pregunté, extrañada.

- A la puerta trasera- contestó Nathan-. No quiero arriesgarme a que las gatitas se peleen de nuevo en mi local si entramos por la puerta principal.

- ¿Vives en la discoteca?

- Corrección- contestó, mirándome por encima de su hombro con una sonrisa-. Vivo al lado. Así si surge algún problema puedo acudir a resolverlo rápidamente.

- Tiene lógica- susurré.

En ese instante mi muslo vibró y abrí la cremallera del bolsillo de mi pantalón para sacar el móvil. Era un mensaje de Rachel, corto pero directo al grano.

"¿Algún chico guapo?" era lo que decía el mensaje.

Me reí mientras marcaba su número para llamarla y ambos chicos me miraron con curiosidad.

- Por lo que veo no hay ningún chico guapo después de todo- dijo Rachel al otro lado del teléfono.

- ¿Por qué lo dices?- pregunté.

- Porque si estuvieses con alguno no me hubieses llamado- me reí.

- Oye, que te haya llamado no quiere decir que no esté con algún chico- dije mirando a los dos que caminaban delante de mí.

- ¿Estás con uno?- preguntó Lynette interesada.

- No- dije-. Estoy con dos.

Ambas gritaron de emoción por la noticia y tanto Donovan como Nathan me miraron, escuchando los gritos. Donovan algo sorprendido, entendiendo de qué iba la conversación, y Nathan con divertida picardía. En aquel momento estábamos entrando en una puerta marrón que había en el callejón y comenzamos a subir unas escaleras.

- Lilianne eso no es justo- se quejó Lynette-. Déjanos alguno a nosotras.

- Sí, claro- dije-. Tú solo elige a cuál de los dos prefieres, ¿al poli o al vampiro?- hubo un silencio al otro lado durante un segundo.

- ¡¿Lilianne qué demonios has hecho esta vez?!- exclamó Rachel.

- No es lo que creéis- dije-. A Donovan, el poli, le conocí en la discoteca. Hasta le pregunté si venía a detenerme y, aunque parezca sorprendente, dijo que no- eso hizo que Donovan se riera-. Venía a hablar con Nathan, el vampiro y dueño del local.

- No nos estás mintiendo, ¿no?- preguntaron ambas.

- No les estoy mintiendo.

- Pero tampoco les está diciendo toda la verdad- exclamó Nathan para que ellas pudieran oírle.

- ¡Oh! ¿Quién de los dos es ese?- preguntó Lynette con exagerada emoción.

- Lo más importante- dijo Rachel-. ¿Por qué dice que no nos estás contando toda la verdad?

- Oye Nathan- dije con tono de enfado-, calla un ratito, ¿sí?

Él se encogió de hombros e hizo un gesto de cerrarse la boca con cremallera, pero sonrió cuando lo hizo.

- ¿Qué ha pasado, Lilianne?- insistió Rachel.

Yo suspiré.

- Digamos que me he peleado con una vampira en la pista de baile.

- ¿Te has peleado?

- Sí- dije-. Pero no ha sido nada grave, estoy bien. Un par de heridas solo.

Donovan me miró enarcando una ceja y yo me encogí de hombros. No quería preocupar a las chicas, y ocultarles la gravedad de mis heridas, era necesario para cumplir ese fin.

- Me alegro- dijo, su voz sonando preocupada-. Por favor Lili, es tu primera noche ahí y ya te estás peleando con los sobrenaturales. ¿Todavía piensas que es buena idea mudarnos a ese lugar?

- Sí, no te preocupes- dije-. Intentaré, y que conste que he dicho "intentaré", evitar los encontronazos innecesarios con los sobrenaturales.

Mientras decía aquello, miré apenada el suelo. De verdad quería poder cumplir aquello y ser una chica normal la mayor parte del tiempo, pero lo sobrenatural parecía encontrarme donde quiera que fuera.

- Está bien- dijo-. Ya sabes que solo queremos que estés bien.

- Lo sé- fue lo único que dije.

- Bueno, nosotras nos vamos a dormir- dijo con un tono más alegre, pero adormilado-. Diviértete con los chicos.

- Ya veremos- me reí.

- Y me pido al poli- añadió Lynette-. El vampiro es tuyo.

Miré a Nathan, que supe que estaba escuchando la conversación, y encontré sus ojos en los míos. Vocalicé un "ni lo sueñes" con los labios, dándole a entender que no pensaba liarme con él, y rio en respuesta.

- Buenas noches chicas- dije.

Colgué el teléfono y lo devolví a mi bolsillo.

- ¿Tus amigas?- preguntó Donovan.

- En efecto- contesté.

- ¿De verdad es tu primera noche aquí?- preguntó Nathan.

- ¿Qué?- dijo Donovan mirándome sorprendido-. ¿En serio?

- Sí- dije, encogiéndome de hombros-. Mis amigas y yo nos vamos a mudar a una casa en Lake City. Ellas aún no han venido porque están traspasando los papeles para la universidad. En cambio yo no estoy en la universidad, así que por eso he venido antes.

- ¿Lake City?- preguntó Donovan-. Qué bien. Yo tengo mi centro de operaciones principal en la comisaría de la ciudad. Podrías pasarte por allí en algún momento, así conocerás a mi equipo.

- Será estupendo- dije-. Así tendré algo que hacer. ¿Puedo pasarme en cualquier momento?

- Sí claro- dijo-. Tú solo pregunta por mí.

- Bueno- dijo Nathan-, si habéis terminado con vuestros planes, entremos en mi cuarto.

Y eso hicimos.

Nathan abrió la enorme puerta que daba a su cuarto y entramos detrás de él. Era grande y espacioso. Al fondo una enorme cama bien hecha con una colcha color vino y un cabecero negro. A nuestra derecha una especie de salón en miniatura, con un par de sillones, una mesa baja entre ellos y una estantería de color caoba oscuro, y al lado de ella una cómo con un joyero, algunas fotos y varias colonias. A nuestra izquierda había un despacho, con una mesa de reuniones, sillas y más estanterías, esta vez con carpetas, unas pocas estatuillas y más fotos. Otra puerta del mismo color que la anterior estaba abierta a un par de metros del despacho, dejando ver una pequeña parte del baño.

- El baño está por allí, gatita- dijo Nathan, señalando la puerta abierta-. Donovan, tú ven conmigo.

Ambos hicimos caso, y yo fui al baño mientras ellos dos comenzaban a hablar.

sábado, 19 de octubre de 2013

OCTOBER AND APRIL ...un amor peligroso

¡Hola a tod@s!
Aquí estoy de nuevo, y en esta ocasión vengo con una preciosa canción que me enamoró desde la primera vez que la escuché, hará ya unos cuantos años. Mi hermana Yola fue la que me la recomendó porque a ella le había gustado, y luego me gustó a mí también. Se trata de la canción titulada "October and April", interpretada por The Rasmus y en colaboración con Anette Olzon.



Es una canción realmente romántica que, por lo que yo he entendido(corregidme si me equivoco), trata sobre un chico y una chica que a pesar de ser opuestos, se amaban, y que, como eran opuestos, su amor era peligroso, pero a pesar de todo luchan por su amor.
Aquí os dejo el videoclip y debajo, otro video con la letra en inglés y español:

Video oficial:


Letra en inglés y español:


Espero que os haya gustado tanto como a mí.
¡Un gran abrazo y muchos besos para tod@s!


"Solo hay una cosa en el mundo peor que estar en boca de los demás, y es no estar en boca de nadie"
- Oscar Wilde

martes, 15 de octubre de 2013

.Pura.

Aquí les dejo el segundo capítulo, ¡espero que os guste!


CAPÍTULO 2


- Un Amanecer Moscovita, por favor- le ordené al barman, y él comenzó a preparar mi cóctel.

Una vez hice mi pedido, observé mejor el sitio.

Era bastante amplio, había que decirlo, el techo estaba bastante alto, aunos dos pisos, y el diseño era antiguo a la vez que moderno. Al atravesar la puerta blanca te adentrabas a un lugar iluminado por luces de todos los tonos de azules y violetas. Había sillones acolchados turquesas, morados y blancos, y mesas plateadas de metal, repartidos formando un semicírculo alrededor de la pista de baile, al estilo del coliseo romano, a diferentes niveles del suelo, formando gradas. La barra se encontraban en el nivel más alto de las gradas, extendiéndose a lo largo de la pared y, aunque había gente de pie ante la barra, podías ver varios camareros y camareras sirviendo a las personas que se encontraban en los sillones. A ambos lados de la pared se extendían dos tramos de escaleras, que subían a lo que supuse que era la zona vip. En lo alto de esas escaleras había una enorme terraza circular, desde donde seguramente se veía todo lo que sucedía abajo, y se podían ver a varias personas con aspecto adinerado charlando y bailando allí arriba.

Sobretodo vampiros.

- Un Amanecer Moscovita para la señorita- dijo el barman colocando la bebida delante de mí, haciéndome abandonar mi examen del sitio.

- Gracias- dije, y tomé un pequeño sorbo.

Tan solo tenía una palabra: refrescante.

- Buena elección- dijo alguien a mi lado.

Miré, y vi a un vampiro mirándome melosamente.

Era alto y delgaducho, pero los músculos de los brazos se le marcaban bajo  su cazadora. El ondulado pelo castaño casi le tapaba por completo sus oscuros ojos marrones y me di cuenta de que trataba de no desviar su mirada a mi espalda desnuda.

-Sí, supongo- dije encogiéndome de hombros.

Mis ojos se desviaron detrás de él, hacia un grupo de chicas, una vampira y tres humanas, sentadas en uno de esos sillones acolchados. Las humanas parecían drogadas, estaban pálidas y larguiruchas, así que me imaginé que eran el aperitivo de los dos vampiros. La vampira, sin embargo, me miraba con rabia. Sus músculos estaban tensos mientras contemplaba al tipo vampiro apoyado en la barra a mi lado y sus largas uñas de porcelana apretaban con fuerza el vestidito de lentejuelas llevaba puesto.

Sonreí. Los celos eran lo peor si los sufrías tú mismo, pero cuando eras una espectadora, resultaba bastante divertido.

- ¿Cómo te llamas preciosa?- preguntó el vampiro.

- Lilianne- contesté.

- Bonito nombre- dijo-. Yo soy Morris.

- Un placer- dije, tomando su mano cuando él la ofreció a modo de saludo.

Algo por detrás de mí captó su atención mientras nos saludábamos, y su mano se tensó en la mía.

- Bueno Lilianne- dijo volviendo a prestarme atención-. Ya hablaremos en otro momento.

Y nada más decirlo, se alejó.

Había perdido todo su encanto de seducción y ahora solo era una masa de músculos tensa y nerviosa. Seguí con la mirada todos sus movimientos, extrañada por el cambio repentino de personalidad, hasta que le perdí de vista después de que atravesara la puerta blanca que llevaba fuera.

Me di la vuelta, interesada en saber qué o quién había cambiado el humor de un vampiro ligón. Me encontré con un hombre unos centímetros más alto que yo, rubio humano y de pelo corto. Se notaba que el tipo iba al gimnasio porque tenía los músculos marcados, pero no del tipo culturista, sino del tipo de un chico que le gusta mantenerse en forma. Lucía una sedosa barba de hacía dos días, un jean beige, una camisa blanca, unas deportivas marrones y una chaqueta marrón. Esta última la llevaba desabrochada y remangada hasta la altura de los codos. Me sorprendió ver una placa policial enganchada a la cintura de su jean, y cuando le miré sus ojos pardos mostraban diversión.

- ¿Un policía?- pregunté asombrada. Lo último que esperaba encontrarme aquella noche era a un policía-. Le juro que no he hecho nada- agregué con una mano en el corazón, y la otra detrás de mí, los dedos cruzados.

Aquella declaración no era del todo cierta. Había estado hablando por teléfono mientras conducía, estaba tomando alcochol sabiendo que después tendría que conducir hasta casa, y en aquel momento le estaba mintiendo a un poli. En definitiva, en menos de una hora había cometido varias infracciones.

Pero eso no era algo que le fuese a decir a él.

- Tranquila- dijo, una enorme sonrisa en su rostro-. Estoy fuera de servicio.

- ¿Me dices que has venido a divertirte un rato a la disco?- le sonreí sarcásticamente-. No lo creo.

- ¿Y por qué no lo crees?- preguntó acercándose más a mí mientras se apoyaba en la barra.

- ¿No te lo han dicho?- pregunté enarcando una ceja, una sonrisa comenzando a formarse en mi rostro-. Las mujeres tenemos un sexto sentido.

Él rió airadamente y yo aproveché para tomar un poco de mi cóctel. Luego le sonreí inocentemente.

- ¿Entonces? ¿Me dirás qué haces aquí?- pregunté-. ¿O es un tema policial secreto del que no se puede hablar?- le miré, acercándome un poco a él, mis ojos entrecerrados.

- He venido a tratar ciertos asuntos con el dueño- confesó, y miró de reojo a la terraza que yo había supuesto que era la zona vip.

- Eso suena serio- dije alejándome-, así que tengo curiosidad. ¿Por qué perder el tiempo y acercarse a la barra en vez de ir a hablar con él directamente?

- El tipo con el que hablabas- dijo-, Morris. No es una buena influencia para chicas como tú.

- ¿Chicas como yo?- pregunté, sin saber si sentirme ofendida o no.

- Sí- dijo, y me miró de arriba abajo-. Chicas hermosas. A los que son como él, les parecéis deliciosas.

Capté el mensaje.

Con ''los que son como él'', se refería a los vampiros, que veían deliciosas a las chicas hermosas, porque ellas portaban la sangre más sabrosa. Al parecer el poli sabía acerca del mundo sobrenatural, pero lo que no sabía era que yo entendía también bastante sobre el tema. Los humanos en general estaban ajenos al mundo sobrenatural, por su protección, por la protección de los sobrenaturales, por la supervivencia del mundo. Solo unas pocas excepciones sabían de ello, ya que para mantener la paz entre ambos mundos, alguien tenía que lidiar con los problemas. Y el policía no sabía que yo era una de esas personas que lidiaban con los problemas.

- Ya veo- dije.

- Por cierto- dijo-, soy Donovan.

- Lilianne- le sonreí.

Nos miramos durante un momento, y luego volvió a mirar hacia la zona vip.

- Tengo que irme- dijo y luego volvió a mirarme-. Espero volver a verte.

- Lo mismo digo.

Y lo decía de verdad.

Él asintió hacia mí, y luego se marchó.

- Ahí va- susurré mientras observaba con melancolía como se marchaba-, un posible ligue que se me escapa.

Pero había que admitirlo, y es que había un dos por ciento de probabilidades de que volviésemos a encontrarnos. No nos habíamos dado más que nuestros nombres de pila. Ni siquiera apellidos, ni número de móvil, ni correo electrónico. Él solo sabía que yo me llamaba Lillianne y yo solo sabía que él se llamaba Donovan, y que era poli. Y estaba totalmente segura de que no iba a ir por todas las comisarías del estado para preguntar por él. ¡A saber cuántos Donovan había en Míchigan! Podía hacerme vieja buscando, así que no, no iba a buscar.

Que patética historia, me reí interiormente.

Con un poco de resignación me di la vuelta y tomé otro trago del delicioso Amanecer Moscovita. Miré el vaso unos segundos, mientras mi cuerpo asimilaba el alcohol, y entonces comenzó a sonar "Yeah" de Usher, Lil John y Ludacris. Esa canción incitaba a mi cuerpo a bailar y, obviamente, no me iba a resistir ante la tentación. Bajé las escaleras, esquivando a todos aquellos que se ponían en mi camino, y llegué a la pista de baile. Era como estar entre sardinas en lata, todos apretados y sudando, pero no importaba.

De todos modos, te lo pasabas bien.

Me abrí paso hasta ponerme en un lugar donde más o menos podría moverme al son de la música. Me dejé llevar, meneando mi cuerpo con la música, con la gente, con todo, olvidándome de mis preocupaciones mientras lo hacía. Olvidándome de lo sobrenatural, de lo normal, de los freaks, de mi vida, de Morris, de mi ligue perdido Donovan, y concentrándome solo en bailar. El olor a sudor y alcohol, mezclado con los diferentes aromas que emanaban de la gente, hacían que el ambiente se sintiese cargado y caluroso, pero también te provocaba un inmenso deseo de seguir bailando y no parar. Te invadía de una forma casi adictiva, como un gato sigiloso en la oscuridad, y te hacía desconectar. Y una no sabe las ganas que tiene de desconectar hasta que finalmente ha desconectado y por eso, el conocer buenas discotecas era algo esencial de saber si íbamos a vivir allí. Desconectar en una discoteca, era de las mejore experiencias que alguien podría tener.

Pero desconectar a veces podía ser malo, también.

Sentí un leve empujoncito sin importancia a mi espalda y no fui consciente de cuanta importancia había tenido en realidad el  dichoso empujoncito hasta que vi con quién había chocado. La vampira del vestido de lentejuelas que anteriormente me había estado mirando con rabia al ver como Morris hablaba conmigo, ahora mismo echaba humo por las orejas y vi que sus orificios nasales estaban abiertos de par en par. En una de sus manos tenía una copa vacía, y lo malo que que aquella copa vacía estuviera así, vacía, era que el contenido que anteriormente había tenido dentro, estaba ahora empapando el vestido de ella.

- Disculpa- dije-. Ha sido sin querer.

- ¿Sin querer?- dijo-. ¿Sabes lo caro que es este vestido? Ahora tendré que tirarlo a la basura.

- Oye, te juro que no ha sido a posta, ¿vale? Además- continué-, nadie con dos dedos de frente sale a la pista a bailar con una copa en la mano, sobre todo para evitar cosas como esta- señalé su vestido-. Es un poco incoherente por tu parte.

- ¡¿Incoherente yo!?- exclamó-. Eres tú la que me ha tirado la bebida encima, ¿y ahora la culpa es mía?

Un círculo de gente interesada en la discusión nos rodeó, y yo suspiré.

- Mira- dije-, no quiero pelear. Dime cuanto te ha costado el vestido y te daré el dinero.

- No quiero tu dinero- dijo.

- Entonces no discutas conmigo- dije-. Esta conversación no tiene ningún sentido- avancé hacia ella con la intención de pasar a su lado y dejar zanjado el tema, pero me agarró del brazo antes de que pudiera seguir caminando.

- Aún no he terminado contigo- dijo, sus ojos amenazadores.

En aquel momento, la música había parado, y todos, incluidos los de la zona vip, miraban nuestra riña.

- Empiezo a pensar que esto tiene más que ver con otra cosa que con el vestido mojado- dije entrecerrando los ojos, haciéndome la despistada. Sabía que seguramente todo trataba de mi pequeña conversación con Morris, pero me parecía divertido tomar el papel de inocente en aquel asunto.

Sí, lo sé, a veces soy despiadada y cabezota.

- Sea lo que sea, te lo advierto, no me toques las narices- añadí, y su agarre en mi brazo se hizo más fuerte.

- No sabes con quién te estás metiendo.

Suspiré.

¿Acaso lo sabía ella?

Aquel jueguecito de amenazas me estaba cansando y el globo de mi paciencia iba a estallar de un momento a otro. Con un rápido movimiento sujeté el brazo que estaba agarrando el mío y lo pasé detrás de su espalda, inmovilizándoselo. Me puse detrás de ella y usé una de mis piernas para doblar sus rodillas y hacer que se quedara agachada en el suelo. Apoyó la mano con la que ella había estado sujetando la copa vacía en el suelo y soltó un quejido lleno de rabia.

- Repito- susurré-, no me toques las narices.

Una vez lo dije la solté, me di media vuelta y comencé a caminar hasta el otro extremo de la pista de baile, hacia la puerta blanca que me permitiría salir de allí. Mi paciencia se agotaba por momentos y la rabia hervía mi sangre poco a poco. Deseaba tanto rematar la faena y darle a entender a aquella vampira que yo no era alguien cualquiera con quien podía meterse. Me paré y miré a la mujer por encima de mi hombro, los engranajes de mi cabeza trabajando para encontrar una idea. Se estaba levantando y sacudiéndose las rodillas cuando una frase se formó en mi cabeza. Sería el remate perfecto contra ella, pero también corría el peligro de que se abalanzara sobre mí.

La gota que colmaría el vaso.

Me mordí el labio. Una lucha interna entre mi impulsividad y mi razonamiento se desencadenó y, como casi siempre, mi impulsividad ganó.

- Si ves a Morris, dile que ha sido un placer- las palabras salieron de mi boca y la vampira me miró inmediatamente, furiosa.

Tratando de evitar lo inevitable, volví a emprender mi ruta hacia la puerta. No estaba para nada arrepentida, pero tenía que admitir que quizás me había pasado un poco con ella. Subí las escaleras con paso ligero, no corriendo, pero sí asegurando la distancia entre ella y yo.

- ¡Zorra!- la escuché gritar, pero la ignoré.

"Para no querer pelear," pensé regañándome a mí misma, "te has metido directa en la boca del lobo".

- ¡Oye tú!- me llamó.

Esta vez me di la vuelta.

Había avanzado un par de pasos y ahora estaba al pie de la escalera, su envenenada mirada fija en mí. Se había quitado los tacones y los sujetaba en las manos. Lo que me imaginé que haría me pareció tan absurdo que hasta me sorprendí cuando de verdad lo hizo.

- ¡Toma esto!- y lanzó ambos zapatos en mi dirección.

Esquivé uno de ellos, pero el otro me dio de lleno en la frente, haciendo que me tambaleara un poco. La cabeza empezó a palpitarme, lo que me dio a entender que tenía una brecha allí donde el tacón había impactado y eso hizo explotar definitivamente el globo de mi paciencia. Miré a la tipa con los ojos abiertos como platos, mis músculos tensándose por la rabia.

- ¡¿Estás loca?!- le grité-. ¡¿Quién demonios lanza un tacón a otra persona en el siglo veintiuno?!

Pero no hubo respuesta.

En cambio la vampira se lanzó sobre mí y estaba tan enfadada que no pude esquivarla. Rodamos unos cuantos escalones una sobre la otra, hasta que llegamos a una zona llana donde se encontraba una hilera de esos cómodos sillones. Con tan mala suerte que tengo, yo quedé de espaldas sobre el suelo y ella cayó encima de mí. Me pegó un bofetón, arañándome la mejilla con sus largas uñas durante el gesto, y luego me agarró por el pelo y jaló. Di un pequeño grito ante el tirón, pero reaccioné rápido, cogí su cabeza por ambos lados y la golpeé fuerte contra la mía. Llevó sus manos a su cabeza, soltando mi pelo, y aproveché para empujarla lejos de mí. Rodé sobre mí misma para ponerme boca abajo y me levanté. Me giré para encararla y recibí un puñetazo en toda la boca.

Gracias al cielo, no me rompió ningún diente, pero sí empecé a saborear mi propia sangre.

Caí en uno de los sillones más cercanos debido al fuerte impacto y me giré para esquivar el siguiente puñetazo que la vampira lanzó contra mí. Se me quedó mirando algo asombrada por haber conseguido esquivarla, y aproveché su momento de distracción para propinarle una fuerte patada en el estómago.

Mis tacones ayudaron a aumentar su dolor.

Se tambaleó hacia atrás y chocó con una de las mesas de metal. Me levanté, me acerqué a ella, la sujeté por el pelo de la parte superior de su cabeza y se la estampé contra la mesa lo más fuerte que pude, toda mi rabia concentrada en ese único golpe. La vampira cayó al suelo sujetándose la cabeza por el agudo dolor y me alejé unos pasos para dejarla reponerse. No iba a pelear con ella medio inconsciente en el suelo, ya que si lo hiciera, su ego no se vería tan afectado como yo quería que estuviera.

Soy tan sádica a veces.

Después de unos segundos lamentándose de dolor, comenzó a levantarse lentamente. Al principio sus movimientos eran torpes, y cuando intentó apoyarse en la mesa para levantarse, se resbaló y volvió a caer. Esperó unos instantes en el suelo, mirándolo fijamente, sabiendo que no podría levantarse hasta tener la mente clara.

El golpe contra la mesa, de un modo u otro, le había pasado factura.

Nuevamente se apoyó en la mesa para levantarse y esta vez lo consiguió. Me miró, tanta rabia en sus ojos que, si las miradas matasen, yo ya me hubiese quedado tiesa, y se colocó para continuar la pelea, pero antes de que ninguna de las dos pudiera dar el siguiente golpe, nos sujetaron. Un par de vampiros la sujetaron a ella por los brazos y trató hilarantemente de soltarse para seguir peleando. Alguien me rodeó con los brazos y comenzó a arrastrarme fuera pero, al contrario que la vampira, yo no me opuse.

Había tenido suficiente pelea aquella noche y necesitaba salir de allí.

lunes, 7 de octubre de 2013

.Pura.

¡Hola de nuevo!
Siento haber tardado tanto en volver a publicar, pero es que estoy liada con el instituto, los deberes, estudiar, danza, etc... y por eso tengo el blog un poco abandonado jijijiji ¡Pero ya estoy aquí! Bueno, como E.J. me lo ha pedido, he decidido comenzar a publicar uno de mis libros. Es uno de los últimos que he empezado, así que no va muy avanzado que digamos, y además tampoco tiene título, porque eso de los títulos no es mi fuerte jajajaja. Pido disculpas por adelantado si tardo mucho en publicar capítulos, pero es que tengo mis momentos de ''Súper inspiración'' y mis momentos de ''Inspiración por debajo de 0'' jajajajaja. Y nada, eso es todo. Espero les guste este primer capítulo.
Muchos besos, Thais.

CAPÍTULO 1


- Dicen que es un buen local- dije mientras avanzaba por las oscuras calles.
Estaba buscando el Nathan's Club, una discoteca bastante famosa situada a las afueras de Lake City. Un folleto se anuncio que hablaba sobre el sitio había sido colocado en el buzón de mi casa aquella tarde, y en el de los otros vecinos, y sinceramente, me picaba la curiosidad. Quería saber qué tan bueno era el local, ya que todos y cada uno a los que le había pedido opinión sobre él, me habían dicho que era excelente. Tendría que ser fantástico si tanta gente me había recomendado ir, y puesto que las discotecas eran uno de  mis lugares y puntos de interés favoritos, le daría la oportunidad a esta de hacer honor a sus cumplidos. Además, si las chicas y yo íbamos a vivir allí, teníamos que conocer ciertos lugares de importancia incluidas,  por ejemplo, las mejores discotecas.
- Si es tan bueno deberías buscar a la marabunta de gente, y ellos te guiarán hasta la discoteca- dijo Rachel al otro lado del teléfono.
Sí, ya sé que es ilegal hablar por teléfono mientras se conduce, pero aquel era un viaje importante y no podía dejar de administrar información en ningún momento.
- Supongo que tienes razón- le dije-. Oh, espera- murmuré mientras mis ojos captaban las palabras "Nathan's Club'' en grandes letras de color rojo y negro al final de la calle-, creo que es ese de ahí.
- ¿Ya lo has encontrado?- preguntó Lynette, y sentí cómo se aproximaba al teléfono.
- Sí- contesté-, estoy viendo el cartel del local- miré a mi alrededor, en busca de un lugar para aparcar.
- ¿Ves mucha gente?- Rachel preguntó, tratando de comprobar si su teoría de la marabunta era correcta.
- No sé- dije-. Estoy buscando aparcamiento, no estoy pendiente de ellos.
- No encontrar aparcamiento fácilmente también es un indicio de que hay bastante gente con los mismos planes que tú- añadió ella.
- O también puede que sean los coches de los vecinos que viven por aquí- la chinché.
- Yo me quedo con mi teoría- bufó ella.
Rachel era de esas chicas que querían encontrar una razón lógica para todo, y se molestaba mucho cuando mis comentarios quebraban sus argumentos. Aunque, a pesar de su manía de encontrar motivos razonables para cada cosa, su pasión por el arte, sobretodo el arte abstracto, hacían que en ocasiones hasta se llevara la contraria a sí misma, lo que nos había otorgado muchos momentos graciosos. Lynette, por su parte, era una chica amable y espontánea, amante de la moda y fiel a su amor por el periodismo. Ese amor la hacía una preguntona nata, lo que resultaba encantador hasta que formulaba preguntas que se volvían comprometidas y se ponían en tu contra. No es que lo hiciera queriendo, al menos no la mayoría de las veces, pero se dejaba llevar y la muchacha ni siquiera se daba cuenta de lo que decía hasta que una se lo decía. Por lo tanto el gran sueño de Rachel era poder llegar a crear y organizar su propia exposición y convertirse en una pintora famosa. Lynette por su lado soñaba con ir por el mundo haciendo tantas entrevistas y reportajes como le fuera posible.
¿Y yo? Yo era un caso aparte.
- ¿Estás segura de que vive gente cerca de la discoteca?- preguntó Lynette-. Es raro que no hayan puesto denuncias al dueño por la música alta.
- Ya- dije mientras daba marcha atrás para aparcar el coche en el hueco libre que había encontrado-. Yo también lo pensé, así que investigué un poco, y al parecer las paredes están insonorizadas. La gente del exterior no escucha nada de lo que sucede dentro. Punto para el Nathan's Club.
Bajé del conche y analicé lo que me rodeaba. En el exterior corría una brisa fresca, común en una noche de verano en Míchigan, que ondeó mi largo pelo negro a mí alrededor. Todo estaba tranquilo y no se escuchaba nada salvo las tenues voces de algunas personas a lo lejos. Volviendo mi atención al coche, avancé hacia el maletero y lo abrí.
- Eso es bastante guay- dijo Lynette mientras tanto-. Aunque también costoso. El dueño debe ser millonario si no, no comprendo cómo se ha podido permitir insonorizar el local.
Saqué unas botas negras de tacón alto de caña baja y me las puse como pude, colocando el móvil entre mi oreja y mi hombro. Una vez las tuve puestas, metí las deportivas que me acababa de quitar y las puse donde anteriormente habían estado las botas. ¿Y por qué había hecho aquello?
Pues porque conducir con unas botas con un tacón de vértigo no resultaba una tarea fácil.
Gracias a la luz de una farola cercana, pude ver mi reflejo en el inmaculado rojo de mi Nissan G- TR Spec V. Para aquella noche había elegido unos jeans ajustados azul celeste rasgados, que dejaban partes de la piel de mis piernas al descubierto allí donde había una raja,  y una blusa ajustada de encaje negro, con las mangas a la altura de los codos, que dejaba la totalidad de mi espalda al descubierto. Había dejado mi largo pelo negro azabache suelto y gracias a un par de técnicas de internet, me había ahumado mis ojos avellana con delineador negro.
Perfecta para mi primera noche en el estado de Míchigan.
- A mí con tal de que no sea un millonario sobrenatural, no me importa para nada quién sea- dije al mismo tiempo que arreglaba un poco mi pelo-, o cuanta fortuna posea.
- ¿Crees que te encontrarás con muchas gente sobrenatural esta noche?- preguntó Rachel.
- Cariño- contesté yo, cerrando el coche con el control remoto de la llave y comenzando a avanzar por la calle-, este es uno de los lugares con mayor población sobrenatural del mundo. Si no me encuentro con uno ahí es que el local no es tan famoso depués de todo.
- ¿Qué haces ahora?- preguntaron.
- Estoy a unas calles del local- dije-, caminando hacia él. Empiezo a ver más gente caminando también.
- ¿Algún sobrenatural?- preguntó Lynette.
- ¿Algún freak?- preguntó Rachel.
Me reí ante el comentario de esta última.
- Veo un par de vampiros y un hada en la cola, además el portero es un vampiro- dije, observando mí alrededor-. Los demás son todos humanos, y algún que otro Freak.
- ¿Y los freaks no son humanos?- preguntaron las dos al mismo tiempo, y las tres reímos en conjunto.
- Son humanos raritos- concluí yo-. Oh por favor.
- ¿Qué pasa?- Rachel dijo. Su voz sonó entrecortada, no por la falta de cobertura, sino porque estaba comiendo algo.
- La cola- contesté-, es gigantesca, y mis preciosas botas no están hechas para esperar en la calle al lado de los freaks.
- No te pongas al lado de ellos- dijo Lynette con sarcasmo en su tono-, ponte detrás.
- Muy graciosa- dije yo haciéndole una mueca al móvil-. Intentaré hablar con el portero, si tengo que esperar mucho, me piro a otro sitio.
- Usa tus encantos de mujer, cariño- exclamó Lynette, su voz más alejada del teléfono.
Nuevamente, las tres reímos.
Una de nuestras discusiones principales en los temas referentes a nuestra capacidad para ligar, los chicos, etc...era el hecho de mi escasez de encantos femeninos. ¿Pero qué querían que hiciera? Yo era como un diamante en bruto con respecto a eso, es decir, los tenía, pero se encontraban escondidos dentro de mí, y tampoco e que yo me molestara mucho en buscarlos. Todas sabíamos que poseía esos encantos femeninos, el problema era que, aparte de que yo no me esforzaba en desarrollarlos, tampoco sabía como usarlos.
- Sí- dije yo riéndome-, usaré de eso de lo que me hablas. Esperad un segundo.
Bajé el teléfono cuando alcancé el lugar al lado del portero. Era un vampiro alto, corpulento, de raza negra e iba vestido con el típico traje negro de portero de una discoteca, con un pinganillo conectado a su oreja por un cable blanco y rizado. Su expresión era seria mientras observaba a los tres adolescentes que estaban al frente de la cola, dos chicos y una chica. Detrás de ellos, los demás miraban irasciblemente al trío, y algunos al fondo les gritaban que se apartaran de el medio.
- ¡Todo esto no estaría pasando si no hubieses perdido el carnet!- le gritaba la chica a uno de los chicos.
Entre tanto, el portero me miró, sus ojos examinándome de arriba abajo, dando una gustos sonrisa de aprobación ante lo que veía.
- Disculpe- dije yo, echando una mirada de reojo al trío que impedía que la cola avanzara-. ¿Podría decirme cuanto va a tardar en avanzar de nuevo la cola? No tengo toda la noche para esperar a que estos tres arreglen lo suyo.
Recibí miradas asesinas de los tres adolescentes.
- Oye guapita- dijo la chica que antes había estado gritando y que parecía tener la voz cantante del grupito-. Perdona pero nosotros estábamos aquí primero, así que lleva tu hermoso culo atrás, deja de molestar y no te metas donde no te llaman.
La mirada que le dediqué hizo que ella tragara saliva, junto con el resto de sus palabras, y evité las ganas de sonreír. Luego miré a los que estaban detrás de ellos en la cola.
- ¿Opináis que soy yo la que molesta aquí?- les pregunté, y todos negaron mientras miraban molestos a los tres de adelante. Volví a mirarla a ella-. ¿Ves? No soy yo la que molesta.
La examiné de pies a cabeza, dándole a entender, por si no lo había captado todavía, que eran ella y sus amigos los que no pintaban nada allí. La cara de la chica se puso roja de rabia y lanzó un quejido mientras daba un zapatazo al suelo con uno de sus tacones.
-¡Vayámonos de aquí!- gritó y comenzó a alejarse de la cola, seguida por los chicos.
- Entonces- dije volviendo a mirar al portero, que susurraba algo al pinganillo de su oreja-. ¿Puedo entrar ya?- él me sonrió y abrió la puerta.
- Adelante- susurró sin borrar su sonrisa, y pude ver el filo de uno de sus colmillos asomándose.
Yo le sonreí tan pícaramente como pude.
- Gracias- dije y entré.
La puerta se cerró detrás de mí y me encontré en un largo y oscuro pasillo que casi me pone los pelos de punta. Puse el móvil de nuevo en mi oreja, mientras avanzaba en la oscuridad. A lo lejos, podía sentir el retumbar de la música a todo volumen a través de las paredes y lo seguí hasta llegar a un tramo de escaleras que descendía. Al final de ellas se podía ver una puerta blanca, con una pequeña ventanita cuadrada que dejaba ver la fiesta al otro lado.
- Ya estoy dentro- dije, bajando los escalones con precaución.
Unos tacones de cinco pulgadas, en unas escaleras a oscuras, podían resultar una trampa mortal si no se tenía cuidado y se daba un mal paso.
- Eso no ha sido usar, exactamente, tus encantos de mujer- rio Lynette.
- Pero de todos modos ha funcionado- confirmó Rachel, y escuché el crujir de algo siendo mordido.
- ¿Son eso patatas fritas?- pregunté-. Qué hambre.
- ¿Es eso música?- preguntaron las dos, ignorando mi apetito.
En efecto, me encontraba enfrente de la puerta blanca, y a aquella distancia la canción se escuchaba claramente. Sonaba "Till The World Ends" de Britney Spears y podía ver a la gente bailando al son de la música, tocándose y sobándose como si les fuera la vida en ello.
- Me encanta esa canción- dijo Lynette-. Dios, se me está antojando ir de fiesta- yo reí.
- Bueno chicas- dije-, os dejo. Ya os llamaré y os contaré como ha ido.
- De acuerdo- cantaron las dos.
- Diviértete- dijo Rachel.
- ¡Y lígate a algún chico guapo!- exclamó Lynette.
- Adiós- dije y colgué.
Ubiqué el móvil en uno de los bolsillos con cremallera de mi jean y la cerré, asegurándome de que no lo perdería durante la noche. Eché otro pequeño vistazo por la ventanita y observé como todos, de un modo u otro, se divertían y se lo pasaban bien. Unos bailando, otros bebiendo, otros hablando y algunos, hasta simplemente respirando. "Ya es hora de que tú también te diviertas y te lo pases bien", pensé.
Y así, con ese pensamiento, no lo dudé dos veces antes de abrir la puerta y entrar.