martes, 15 de octubre de 2013

.Pura.

Aquí les dejo el segundo capítulo, ¡espero que os guste!


CAPÍTULO 2


- Un Amanecer Moscovita, por favor- le ordené al barman, y él comenzó a preparar mi cóctel.

Una vez hice mi pedido, observé mejor el sitio.

Era bastante amplio, había que decirlo, el techo estaba bastante alto, aunos dos pisos, y el diseño era antiguo a la vez que moderno. Al atravesar la puerta blanca te adentrabas a un lugar iluminado por luces de todos los tonos de azules y violetas. Había sillones acolchados turquesas, morados y blancos, y mesas plateadas de metal, repartidos formando un semicírculo alrededor de la pista de baile, al estilo del coliseo romano, a diferentes niveles del suelo, formando gradas. La barra se encontraban en el nivel más alto de las gradas, extendiéndose a lo largo de la pared y, aunque había gente de pie ante la barra, podías ver varios camareros y camareras sirviendo a las personas que se encontraban en los sillones. A ambos lados de la pared se extendían dos tramos de escaleras, que subían a lo que supuse que era la zona vip. En lo alto de esas escaleras había una enorme terraza circular, desde donde seguramente se veía todo lo que sucedía abajo, y se podían ver a varias personas con aspecto adinerado charlando y bailando allí arriba.

Sobretodo vampiros.

- Un Amanecer Moscovita para la señorita- dijo el barman colocando la bebida delante de mí, haciéndome abandonar mi examen del sitio.

- Gracias- dije, y tomé un pequeño sorbo.

Tan solo tenía una palabra: refrescante.

- Buena elección- dijo alguien a mi lado.

Miré, y vi a un vampiro mirándome melosamente.

Era alto y delgaducho, pero los músculos de los brazos se le marcaban bajo  su cazadora. El ondulado pelo castaño casi le tapaba por completo sus oscuros ojos marrones y me di cuenta de que trataba de no desviar su mirada a mi espalda desnuda.

-Sí, supongo- dije encogiéndome de hombros.

Mis ojos se desviaron detrás de él, hacia un grupo de chicas, una vampira y tres humanas, sentadas en uno de esos sillones acolchados. Las humanas parecían drogadas, estaban pálidas y larguiruchas, así que me imaginé que eran el aperitivo de los dos vampiros. La vampira, sin embargo, me miraba con rabia. Sus músculos estaban tensos mientras contemplaba al tipo vampiro apoyado en la barra a mi lado y sus largas uñas de porcelana apretaban con fuerza el vestidito de lentejuelas llevaba puesto.

Sonreí. Los celos eran lo peor si los sufrías tú mismo, pero cuando eras una espectadora, resultaba bastante divertido.

- ¿Cómo te llamas preciosa?- preguntó el vampiro.

- Lilianne- contesté.

- Bonito nombre- dijo-. Yo soy Morris.

- Un placer- dije, tomando su mano cuando él la ofreció a modo de saludo.

Algo por detrás de mí captó su atención mientras nos saludábamos, y su mano se tensó en la mía.

- Bueno Lilianne- dijo volviendo a prestarme atención-. Ya hablaremos en otro momento.

Y nada más decirlo, se alejó.

Había perdido todo su encanto de seducción y ahora solo era una masa de músculos tensa y nerviosa. Seguí con la mirada todos sus movimientos, extrañada por el cambio repentino de personalidad, hasta que le perdí de vista después de que atravesara la puerta blanca que llevaba fuera.

Me di la vuelta, interesada en saber qué o quién había cambiado el humor de un vampiro ligón. Me encontré con un hombre unos centímetros más alto que yo, rubio humano y de pelo corto. Se notaba que el tipo iba al gimnasio porque tenía los músculos marcados, pero no del tipo culturista, sino del tipo de un chico que le gusta mantenerse en forma. Lucía una sedosa barba de hacía dos días, un jean beige, una camisa blanca, unas deportivas marrones y una chaqueta marrón. Esta última la llevaba desabrochada y remangada hasta la altura de los codos. Me sorprendió ver una placa policial enganchada a la cintura de su jean, y cuando le miré sus ojos pardos mostraban diversión.

- ¿Un policía?- pregunté asombrada. Lo último que esperaba encontrarme aquella noche era a un policía-. Le juro que no he hecho nada- agregué con una mano en el corazón, y la otra detrás de mí, los dedos cruzados.

Aquella declaración no era del todo cierta. Había estado hablando por teléfono mientras conducía, estaba tomando alcochol sabiendo que después tendría que conducir hasta casa, y en aquel momento le estaba mintiendo a un poli. En definitiva, en menos de una hora había cometido varias infracciones.

Pero eso no era algo que le fuese a decir a él.

- Tranquila- dijo, una enorme sonrisa en su rostro-. Estoy fuera de servicio.

- ¿Me dices que has venido a divertirte un rato a la disco?- le sonreí sarcásticamente-. No lo creo.

- ¿Y por qué no lo crees?- preguntó acercándose más a mí mientras se apoyaba en la barra.

- ¿No te lo han dicho?- pregunté enarcando una ceja, una sonrisa comenzando a formarse en mi rostro-. Las mujeres tenemos un sexto sentido.

Él rió airadamente y yo aproveché para tomar un poco de mi cóctel. Luego le sonreí inocentemente.

- ¿Entonces? ¿Me dirás qué haces aquí?- pregunté-. ¿O es un tema policial secreto del que no se puede hablar?- le miré, acercándome un poco a él, mis ojos entrecerrados.

- He venido a tratar ciertos asuntos con el dueño- confesó, y miró de reojo a la terraza que yo había supuesto que era la zona vip.

- Eso suena serio- dije alejándome-, así que tengo curiosidad. ¿Por qué perder el tiempo y acercarse a la barra en vez de ir a hablar con él directamente?

- El tipo con el que hablabas- dijo-, Morris. No es una buena influencia para chicas como tú.

- ¿Chicas como yo?- pregunté, sin saber si sentirme ofendida o no.

- Sí- dijo, y me miró de arriba abajo-. Chicas hermosas. A los que son como él, les parecéis deliciosas.

Capté el mensaje.

Con ''los que son como él'', se refería a los vampiros, que veían deliciosas a las chicas hermosas, porque ellas portaban la sangre más sabrosa. Al parecer el poli sabía acerca del mundo sobrenatural, pero lo que no sabía era que yo entendía también bastante sobre el tema. Los humanos en general estaban ajenos al mundo sobrenatural, por su protección, por la protección de los sobrenaturales, por la supervivencia del mundo. Solo unas pocas excepciones sabían de ello, ya que para mantener la paz entre ambos mundos, alguien tenía que lidiar con los problemas. Y el policía no sabía que yo era una de esas personas que lidiaban con los problemas.

- Ya veo- dije.

- Por cierto- dijo-, soy Donovan.

- Lilianne- le sonreí.

Nos miramos durante un momento, y luego volvió a mirar hacia la zona vip.

- Tengo que irme- dijo y luego volvió a mirarme-. Espero volver a verte.

- Lo mismo digo.

Y lo decía de verdad.

Él asintió hacia mí, y luego se marchó.

- Ahí va- susurré mientras observaba con melancolía como se marchaba-, un posible ligue que se me escapa.

Pero había que admitirlo, y es que había un dos por ciento de probabilidades de que volviésemos a encontrarnos. No nos habíamos dado más que nuestros nombres de pila. Ni siquiera apellidos, ni número de móvil, ni correo electrónico. Él solo sabía que yo me llamaba Lillianne y yo solo sabía que él se llamaba Donovan, y que era poli. Y estaba totalmente segura de que no iba a ir por todas las comisarías del estado para preguntar por él. ¡A saber cuántos Donovan había en Míchigan! Podía hacerme vieja buscando, así que no, no iba a buscar.

Que patética historia, me reí interiormente.

Con un poco de resignación me di la vuelta y tomé otro trago del delicioso Amanecer Moscovita. Miré el vaso unos segundos, mientras mi cuerpo asimilaba el alcohol, y entonces comenzó a sonar "Yeah" de Usher, Lil John y Ludacris. Esa canción incitaba a mi cuerpo a bailar y, obviamente, no me iba a resistir ante la tentación. Bajé las escaleras, esquivando a todos aquellos que se ponían en mi camino, y llegué a la pista de baile. Era como estar entre sardinas en lata, todos apretados y sudando, pero no importaba.

De todos modos, te lo pasabas bien.

Me abrí paso hasta ponerme en un lugar donde más o menos podría moverme al son de la música. Me dejé llevar, meneando mi cuerpo con la música, con la gente, con todo, olvidándome de mis preocupaciones mientras lo hacía. Olvidándome de lo sobrenatural, de lo normal, de los freaks, de mi vida, de Morris, de mi ligue perdido Donovan, y concentrándome solo en bailar. El olor a sudor y alcohol, mezclado con los diferentes aromas que emanaban de la gente, hacían que el ambiente se sintiese cargado y caluroso, pero también te provocaba un inmenso deseo de seguir bailando y no parar. Te invadía de una forma casi adictiva, como un gato sigiloso en la oscuridad, y te hacía desconectar. Y una no sabe las ganas que tiene de desconectar hasta que finalmente ha desconectado y por eso, el conocer buenas discotecas era algo esencial de saber si íbamos a vivir allí. Desconectar en una discoteca, era de las mejore experiencias que alguien podría tener.

Pero desconectar a veces podía ser malo, también.

Sentí un leve empujoncito sin importancia a mi espalda y no fui consciente de cuanta importancia había tenido en realidad el  dichoso empujoncito hasta que vi con quién había chocado. La vampira del vestido de lentejuelas que anteriormente me había estado mirando con rabia al ver como Morris hablaba conmigo, ahora mismo echaba humo por las orejas y vi que sus orificios nasales estaban abiertos de par en par. En una de sus manos tenía una copa vacía, y lo malo que que aquella copa vacía estuviera así, vacía, era que el contenido que anteriormente había tenido dentro, estaba ahora empapando el vestido de ella.

- Disculpa- dije-. Ha sido sin querer.

- ¿Sin querer?- dijo-. ¿Sabes lo caro que es este vestido? Ahora tendré que tirarlo a la basura.

- Oye, te juro que no ha sido a posta, ¿vale? Además- continué-, nadie con dos dedos de frente sale a la pista a bailar con una copa en la mano, sobre todo para evitar cosas como esta- señalé su vestido-. Es un poco incoherente por tu parte.

- ¡¿Incoherente yo!?- exclamó-. Eres tú la que me ha tirado la bebida encima, ¿y ahora la culpa es mía?

Un círculo de gente interesada en la discusión nos rodeó, y yo suspiré.

- Mira- dije-, no quiero pelear. Dime cuanto te ha costado el vestido y te daré el dinero.

- No quiero tu dinero- dijo.

- Entonces no discutas conmigo- dije-. Esta conversación no tiene ningún sentido- avancé hacia ella con la intención de pasar a su lado y dejar zanjado el tema, pero me agarró del brazo antes de que pudiera seguir caminando.

- Aún no he terminado contigo- dijo, sus ojos amenazadores.

En aquel momento, la música había parado, y todos, incluidos los de la zona vip, miraban nuestra riña.

- Empiezo a pensar que esto tiene más que ver con otra cosa que con el vestido mojado- dije entrecerrando los ojos, haciéndome la despistada. Sabía que seguramente todo trataba de mi pequeña conversación con Morris, pero me parecía divertido tomar el papel de inocente en aquel asunto.

Sí, lo sé, a veces soy despiadada y cabezota.

- Sea lo que sea, te lo advierto, no me toques las narices- añadí, y su agarre en mi brazo se hizo más fuerte.

- No sabes con quién te estás metiendo.

Suspiré.

¿Acaso lo sabía ella?

Aquel jueguecito de amenazas me estaba cansando y el globo de mi paciencia iba a estallar de un momento a otro. Con un rápido movimiento sujeté el brazo que estaba agarrando el mío y lo pasé detrás de su espalda, inmovilizándoselo. Me puse detrás de ella y usé una de mis piernas para doblar sus rodillas y hacer que se quedara agachada en el suelo. Apoyó la mano con la que ella había estado sujetando la copa vacía en el suelo y soltó un quejido lleno de rabia.

- Repito- susurré-, no me toques las narices.

Una vez lo dije la solté, me di media vuelta y comencé a caminar hasta el otro extremo de la pista de baile, hacia la puerta blanca que me permitiría salir de allí. Mi paciencia se agotaba por momentos y la rabia hervía mi sangre poco a poco. Deseaba tanto rematar la faena y darle a entender a aquella vampira que yo no era alguien cualquiera con quien podía meterse. Me paré y miré a la mujer por encima de mi hombro, los engranajes de mi cabeza trabajando para encontrar una idea. Se estaba levantando y sacudiéndose las rodillas cuando una frase se formó en mi cabeza. Sería el remate perfecto contra ella, pero también corría el peligro de que se abalanzara sobre mí.

La gota que colmaría el vaso.

Me mordí el labio. Una lucha interna entre mi impulsividad y mi razonamiento se desencadenó y, como casi siempre, mi impulsividad ganó.

- Si ves a Morris, dile que ha sido un placer- las palabras salieron de mi boca y la vampira me miró inmediatamente, furiosa.

Tratando de evitar lo inevitable, volví a emprender mi ruta hacia la puerta. No estaba para nada arrepentida, pero tenía que admitir que quizás me había pasado un poco con ella. Subí las escaleras con paso ligero, no corriendo, pero sí asegurando la distancia entre ella y yo.

- ¡Zorra!- la escuché gritar, pero la ignoré.

"Para no querer pelear," pensé regañándome a mí misma, "te has metido directa en la boca del lobo".

- ¡Oye tú!- me llamó.

Esta vez me di la vuelta.

Había avanzado un par de pasos y ahora estaba al pie de la escalera, su envenenada mirada fija en mí. Se había quitado los tacones y los sujetaba en las manos. Lo que me imaginé que haría me pareció tan absurdo que hasta me sorprendí cuando de verdad lo hizo.

- ¡Toma esto!- y lanzó ambos zapatos en mi dirección.

Esquivé uno de ellos, pero el otro me dio de lleno en la frente, haciendo que me tambaleara un poco. La cabeza empezó a palpitarme, lo que me dio a entender que tenía una brecha allí donde el tacón había impactado y eso hizo explotar definitivamente el globo de mi paciencia. Miré a la tipa con los ojos abiertos como platos, mis músculos tensándose por la rabia.

- ¡¿Estás loca?!- le grité-. ¡¿Quién demonios lanza un tacón a otra persona en el siglo veintiuno?!

Pero no hubo respuesta.

En cambio la vampira se lanzó sobre mí y estaba tan enfadada que no pude esquivarla. Rodamos unos cuantos escalones una sobre la otra, hasta que llegamos a una zona llana donde se encontraba una hilera de esos cómodos sillones. Con tan mala suerte que tengo, yo quedé de espaldas sobre el suelo y ella cayó encima de mí. Me pegó un bofetón, arañándome la mejilla con sus largas uñas durante el gesto, y luego me agarró por el pelo y jaló. Di un pequeño grito ante el tirón, pero reaccioné rápido, cogí su cabeza por ambos lados y la golpeé fuerte contra la mía. Llevó sus manos a su cabeza, soltando mi pelo, y aproveché para empujarla lejos de mí. Rodé sobre mí misma para ponerme boca abajo y me levanté. Me giré para encararla y recibí un puñetazo en toda la boca.

Gracias al cielo, no me rompió ningún diente, pero sí empecé a saborear mi propia sangre.

Caí en uno de los sillones más cercanos debido al fuerte impacto y me giré para esquivar el siguiente puñetazo que la vampira lanzó contra mí. Se me quedó mirando algo asombrada por haber conseguido esquivarla, y aproveché su momento de distracción para propinarle una fuerte patada en el estómago.

Mis tacones ayudaron a aumentar su dolor.

Se tambaleó hacia atrás y chocó con una de las mesas de metal. Me levanté, me acerqué a ella, la sujeté por el pelo de la parte superior de su cabeza y se la estampé contra la mesa lo más fuerte que pude, toda mi rabia concentrada en ese único golpe. La vampira cayó al suelo sujetándose la cabeza por el agudo dolor y me alejé unos pasos para dejarla reponerse. No iba a pelear con ella medio inconsciente en el suelo, ya que si lo hiciera, su ego no se vería tan afectado como yo quería que estuviera.

Soy tan sádica a veces.

Después de unos segundos lamentándose de dolor, comenzó a levantarse lentamente. Al principio sus movimientos eran torpes, y cuando intentó apoyarse en la mesa para levantarse, se resbaló y volvió a caer. Esperó unos instantes en el suelo, mirándolo fijamente, sabiendo que no podría levantarse hasta tener la mente clara.

El golpe contra la mesa, de un modo u otro, le había pasado factura.

Nuevamente se apoyó en la mesa para levantarse y esta vez lo consiguió. Me miró, tanta rabia en sus ojos que, si las miradas matasen, yo ya me hubiese quedado tiesa, y se colocó para continuar la pelea, pero antes de que ninguna de las dos pudiera dar el siguiente golpe, nos sujetaron. Un par de vampiros la sujetaron a ella por los brazos y trató hilarantemente de soltarse para seguir peleando. Alguien me rodeó con los brazos y comenzó a arrastrarme fuera pero, al contrario que la vampira, yo no me opuse.

Había tenido suficiente pelea aquella noche y necesitaba salir de allí.

5 comentarios:

  1. Me encantó, hermanita.
    Ya sabes lo que quiero... maaaaaaaaaaaaas.
    Besos

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  2. Lo mismo digo!!!! y eso que voy mas avanzada!!!!!

    Te hice anuncio en el blog!!!!

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  3. ME encantó el nombre de la bebida. Amanecer Maskovita... sipi

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  4. Sii!! ya vi tu anuncio, y allí en los comentarios te agradecí por hacerlo, y aquí también te lo agradezco.
    Muchas gracias!
    El nombre de la bebida lo tuve que buscar en una pagina porque quería una con un nombre peculiar y a la vez atrayente jejejeje
    Un besazo.

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