viernes, 29 de noviembre de 2013

.Pura.

Hola de nuevo! jijiji
Como cada semana vengo a publicar mi siguiente capítulo así que aquí lo dejo.

CAPÍTULO 8

Me dolía mucho, pero que mucho el culo.

Hice una mueca de dolor mientras me sentaba en el asiento del copiloto del coche de Donovan, y la mueca se intensificó cuando estuve por fin sentaba. Me quedé tiesa un momento, esperando a que el dolor se pasara y solté aire cuando me relajé. Por así decirlo, mi cuerpo hizo como una especie de cama hinchable cuando se pincha, es decir, que me fui desinflado poco o poco, sacando aire, al mismo tiempo que me hundía en el asiento. Una vez estuve sentada y después de ponerme el cinturón de seguridad, miré a Donovan.

Su rostro reflejaba sorpresa a la vez que preocupación, extrañeza y diversión.

- ¿Te encuentras bien?- preguntó.

- De miedo- dije irónicamente-. Es solo que por culpa de la caída que me pegué anoche, me duele un poquitito, el trasero- con la palabra ''poquitito'', levanté mi mano derecha y coloqué mis dedos índice y pulgar en paralelo, haciendo como si sostuviera algo pequeño entre ellos.

Donovan, como era de esperar, se rio.

- La próxima vez no te digo nada- dije molesta. Me crucé de brazos y miré al frente.

El coche empezó a avanzar y nos dirigimos en dirección a la comisaría. No iba con Donovan por nada oficial, sino porque en mi casa me aburría tanto que ir a la comisaría era lo mejor que se me había ocurrido hacer. Podría haber ido en mi propio coche, pero al haberle llamado a las tres de la madrugada para preguntarle si no le importaba que fuese, él se había ofrecido a venir a buscarme a las ocho de la mañana para que yo no tuviera que estar buscando aparcamiento.

Mientras pasábamos las casi desiertas calles, miré hacia afuera a través de la ventana. El sol hacía un rato que había salido, y el cielo y las nubes lucían tonos naranjas y rosas allá donde mirases. Abrí la ventana para sentir la temperatura del exterior y al ser golpeada por una fría brisa, la cerré de nuevo y me refugié en el cálido aire del coche.

El resto del trayecto transcurrió en silencio.

Donovan conducía concentrado en la carretera, aunque a veces me miraba de reojo y sonreía cuando yo miraba hacia otro lado con la cara enfurruñada. Estaba enfadada con él por haberse reído de mí, y le castigaba con el total silencio por mi parte. Sin embargo, aquello no estaba teniendo el efecto ya que él parecía más divertido que molesto.

Donovan aparcó el coche y mientras lo hacía me preparé física y mentalmente para salir. Aquella mañana hacía bastante frío y ya lo había comprobado al abrir la ventana del coche anteriormente. El motor del coche paró y yo me desabroché el cinturón y cubrí mi cabeza con la capucha de mi sudadera. Salí del coche, lentamente debido al dolor de mi trasero, y lo rodeé para encontrarme con Donovan, que me esperaba con una sonrisa. Yo me dediqué a lanzarle una mirada de molestia mientras me acercaba a su posición, y luego ambos continuamos caminando hasta el interior de la comisaría.

Entramos y nos encontramos a aquella mujer que hacía que se me pusieran los pelos  de punta, sentada como el día anterior detrás de su escritorio, pero en esta ocasión había algo extraño en ella. Parecía algo nerviosa, y se recolocaba las gafas una y otra vez al mismo tiempo que escribía en su ordenador. Estaba tan inquieta que hasta cuando entramos tardó bastante en darse cuenta de que habíamos llegado, a pesar de que estábamos delante de ella.

- Cecilia, ¿estás bien?- le preguntó Donovan, que también había notado algo raro en la secretaria.

- Sí- dijo-. Lo que pasa señor, es que El Pacificador nos está haciendo una visita inesperada.

- ¿El Pacificador?- dijo Donovan sorprendido.

Pero yo podía asegurar que él no era el más sorprendido en aquella diminuta sala. ¿Mi padre estaba allí?

- ¿Por qué dices ''nos está haciendo una visita''?- pregunté, quitándome la capucha de la cabeza-. ¿Se encuentra él aquí ahora?

Ella asintió.

- Está abajo- añadió ella-, con los del equipo sobrenatural.

- Entonces vamos- dijo Donovan recomponiéndose-. Gracias, Cecilia.

Y eso hicimos.

Entramos a paso ligero a donde estaban los policías de los casos normales y llegamos en seguida al ascensor. Todo el recorrido fue en silencio, y es que aún no me creía que mi padre estuviese allí. No habían pasado ni veinticuatro horas desde que había hablado con él por teléfono el día anterior y sabía perfectamente que estaba en Texas. ¿Pero qué demonios hacía ahora en Míchigan?

Lo único que tenía claro es que no venía de visita.

Estábamos delante de la puerta de metal y me tapé los ojos para no ver el código que Donovan introducía en el panel. En un momento escuché el clic que daba a entender que la puerta esta abierta y en esta ocasión no esperé ni medio segundo para mirar al otro lado de ella.

Y allí estaba, con su impecable traje gris de Armani, su elegante sombrero y esa sonrisa de aristócrata. Hablaba animada y fluidamente con Nathan, que parecía estar disfrutando de aquella conversación al máximo.

Durante un instante, un pequeño instante, me quedé de ese modo, mirando a Nathan como si fuese una de las Siete Maravillas y contemplando como sus labios se movían mientras hablaba. También observé de que modo tan exquisito se ceñían aquellos vaqueros a sus piernas y como aquella cazadora de cuero marrón le marcaba los voluminosos brazos. El pelo alborotado, con un par de mechones cubriéndole los ojos, que al mismo tiempo seguían todos los movimientos de mi padre.

Pero, como dije, fue solo un instante.

Un segundo después ya estaba de vuelta en mí y, mirando a mi padre, avancé con paso ligero hacia él. Me paré a su lado y fue entonces cuando paró su conversación y dirigió su atención a mí. Lucía en su rostro una amigable y tierna sonrisa de padre, pero que en realidad era una súplica para que le perdonara por haber venido sin avisar.

- Hola cariño- dijo, todavía sonriendo.

- ¿Hola cariño?- pregunté en tono sarcástico-. ¿Se puede saber por qué endemoniada razón no me has avisado de que venías? Y espero que tengas una buena excusa.

Eso último lo añadí para que supiera que un simple ''lo siento'' no me iba a contentar.

- Hola, papá- dijo-. ¿Qué tal has estado? Te veo más delgado. Creo que la edad te está haciendo cada vez más hermoso- yo le miré con los ojos levantadas-. ¿Es que no puedes saludar a tu viejo antes de bombardearle con acusaciones?

- Primero- contesté yo-, jamás en la vida te diré que con la edad te estás haciendo más hermoso, porque cuando era pequeña me enseñaste que mentir estaba mal- esto provocó varias sonrisas en los allí presentes, incluidos Nathan y mi padre-. Y segundo, no pienso saludarte cuando tú ni te has dignado a mandarme aunque sea un mensaje avisándome de que ibas a venir.

- Supongo que estamos en paz- dijo.

- Supongo que sí- confirmé yo.

Ambos asentimos y de ese modo, como muchas otras veces, el asunto quedó zanjado. En ese momento Donovan se puso a mi lado y yo le miré de reojo.

- Papá- dije-, este es Donovan. Donovan, El Pacificador, mi padre.

La verdad es que odiaba esto de ser yo quien diese las presentaciones, nunca me ha gustado y tampoco me gustaba ahora, así que aquello era lo único que pensaba decir con respecto a presentarles. El resto era cosa de ellos, y para que quedara claro di un pequeño paso a un lado para poner distancia entre ellos y yo.

- Encantado señor- dijo Donovan extendiendo su mano.

- Por favor- contestó mi padre aceptándosela-, llámame Hugo.

- Hugo entonces- dijo Donovan sonriendo.

Ambos soltaron sus manos.

- He de decirle Donovan- dijo mi padre mientras daba una lenta vuelta sobre sí mismo para mirar a su alrededor-, que me encanta lo que ha conseguido usted aquí, sobretodo teniendo en cuenta que hará unos cuantos años tan solo era un simple novato en lo sobretanutal.

- Bueno- contestó Donovan-, lo he hecho lo mejor que he podido. Además, sin mi equipo no hubiese logrado nada.

- El chico sabe lucirse- susurró Nathan en mi oído-, pero es modesto.

Me sobresalté, ya que no me esperaba aquel repentino acercamiento por su parte, y tardé un poco en reaccionar. Le miré, y me demoré un par de segundos más en contestar porque me encontré sus ojos aguamarina fijos en mí.

- Estoy segura de que tú también aprovechaste para lucirte antes de que nosotros llegásemos- le susurré en respuesta.

Él rio levemente. Aguanté la respiración ante el inesperado escalofrío de placer que me recorrió el cuerpo cuando su cálido aliento rozó mi piel, y miré hacia adelante con rapidez.

- Aún así- continuó mi padre-, le doy la enhorabuena.

- Gracias- confesó Donovan.

- Hija- dijo mi padre acercándose a mí-, ¿qué tal  si vamos a desayunar algo? Así podremos hablar relajadamente.

Con ''relajadamente'' se refería a hablar sobre su verdadero objetivo al venir aquí, algo que me tenía intrigada y asustada a la vez, ya que cualquier cosa me podría venir encima.

- Vale- dije, encogiéndome de hombros y caminando hacia la puerta.

- Nathan, Donovan- continuó él-, ¿por qué no venís?

Casi  me caigo de bruces contra el suelo al escuchar aquello. ¿De verdad les estaba invitando? Lo que tenía planeado debía de ser muy importante si quería que ellos dos también fueran o era tan fuerte que, al temer mi reacción, estaba asegurándose de que tenía dos hombres que le protegieran.

Cualquiera de las dos opciones podrían ser.

Por su parte, Nathan y Donovan se miraron entre sí, para luego mirarme a mí y segundos más tarde, a mi padre. Nathan asintió con la cabeza y avanzó hasta mi posición.

- Puede ir jefe- dijo Bruce desde su sitio-. Nosotros lo tendremos todo bajo control.

Donovan le asintió y entonces los cuatro salimos de allí.

Caminamos en silencio hasta llegar al ascensor, Donovan y Nathan delante, mi padre y yo detrás, y dentro de él mi padre se dispuso a tomar la palabra.

- Bueno- comenzó-, ¿y dónde podemos ir?

- Yo no conozco muchos sitios- dije, y miré a ambos chicos.

- Hay una cafetería bastante buena al cruzar la esquina- sugirió Donovan.

- Entonces vamos ahí - dijo mi padre.

Le observé un momento, captando cada pequeño movimiento que hacía, y luego le miré escéptica y con una ceja levantada.

- Papá- dije, y él me miró-, ¿de verdad has venido solo de visita?

No me contestó, sino que tan solo se mordió el labio y se encogió de hombros lo que, conociéndole, quería decir que aquel viaje tenía un propósito. El ascensor se paró en ese momento, y continuamos nuestro camino bajo un montón de miradas curiosas. Al salir a la calle me quedé atrás, dejando que lo hombres comenzaran su conversación y caminaran juntos.

Aún me costaba asimilar aquella escena que se reproducía delante de mis narices. Mi padre manteniendo una conversación con Donovan, el poli con el que había empezado a ligar, y Nathan, el vampiro con el que me había besado. Era una vista que no había pensado que tendría hasta pasado un tiempo, o incluso nunca, así que imagina como me sentía mientras la contemplaba tan solo tres días después de haberles conocido.

Cuando llegamos a la cafetería dejé atrás mis pensamientos y los cuatro empezamos a buscar un lugar donde sentarnos. Estaba sorprendida ya que, para ser temprano, aquel lugar estaba casi totalmente lleno, lo que confirmaba lo que había dicho Donovan de que el sitio era bueno. Encontramos una mesa vacía en una esquina del recinto y avanzamos hacia ella. Al sentarnos, mi padre se situó a mi lado mientras que Nathan y Donovan se sentaban enfrente de nosotros. Para mi fastidio, Nathan fue el que se sentó justo delante de mí y, con el objetivo de evitar sus intensos ojos, tuve que mirar para un lado.

Y no para el lado de mi padre precisamente.

A mi derecha tenía un gran ventanal que me dejaba ver lo que sucedía fuera y, por suerte, no era una calle solitaria y silenciosa lo que veía, sino un animado parque. Niños pequeños jugaban y reían bajo la atenta mirada de sus padres, que velaban por su seguridad todo el rato. Eran gente normal disfrutando de su día normal, mientras que yo allí, en ese lado del ventanal, me preparaba para recibir una noticia que intuía, no me iba a gustar.

- Oye Lili- dijo mi padre-, ¿qué quieres tomar?

Al girar la cabeza para mirarle, vi que en sus manos sostenía la carta con el menú y se dedicaba a ojear la página de desayunos mientras esperaba por mi respuesta.

- En primer lugar- dije-, no me llames Lili, y en segundo lugar- le quité la carta de las manos-, déjame ver que puedo pedir.

La camarera llegó en ese momento.

- Buenos días y bienvenidos- dijo y, aunque no la estaba mirando, supe que sonreía-. ¿Saben ya qué desean tomar?

- ¿Podrías decirme en qué consiste el ''Desayuno Especial''?- pregunté, mirándola.

- Es un plato en el que se incluyen todos los ingredientes que el cliente quiere- explicó-. La ración aumenta o disminuye según la gente que haya en la mesa.

- Parece interesante- comentó mi padre-, ¿lo pedimos?

Todos asentimos y la camarera levantó su pequeño libreto para tomar nota.

- Muy bien- dijo ella-, ¿y qué ingredientes piensan incluir?

- Si no os importa empezaré yo- dije y los tres me dieron permiso para hablar-. Entonces quiero huevos fritos, panceta frita, salchichas, tostadas y patatas salteadas. Trae también mantequilla para las tostadas.

La chica apuntó al tiempo que asentía con la cabeza y luego levantó la vista para ver quien era el próximo que pedía.

- Por mi parte tan solo añádele champiñones fritos- dijo mi padre y su pedido no me sorprendió nada.

Él era un gran fanático de los champiñones fritos.

- ¿Y vosotros chicos?- preguntó la muchacha mirando a Nathan y Donovan.

- Yo quiero tomate y pimiento frito- dijo Nathan.

- Y yo morcilla- concluyó Donovan, provocando que frunciera el ceño, y es que la morcilla no me gustaba nada.


- ¿Y de beber?

- Una taza de café- contestó mi padre.

- Otra para mí- Donovan dijo.

- Para mí también- añadió Nathan.

- A mí déjame zumo de naranja.

- ¿Frío o natural?- me preguntó ella.

- Natural por favor.

Cuando terminó de escribir lo leyó todo en voz alta para comprobar que no le faltaba nada y luego se marchó. Con tan solo pensar en las delicias que ocuparían en poco tiempo la mesa, ya me rugían las tripas, y como no quería que ninguno de los tres allí presentes las escucharan, me dispuse a hablar.

- Bueno papá- dije girando mi cuerpo hacia él en el asiento-, ¿me dirás ahora para qué has venido?

- ¿Es que nunca te alegras de verme?- dijo él-. Siempre que te visito o te llamo piensas que lo hago con segundas intenciones.

- Es que siempre es así- contesté.

- Touché- añadió él.

La camarera llegó entonces con el café de los chicos y mi zumo de naranja, lo que le sirvió a mi padre para demorar su respuesta.

- ¿Y bien?- insistí cuando la chica se marchó.

- Necesito que te hagas cargo de un caso- dijo-. El de la chica que estaba en las imágenes que te mandé ayer.

- ¿Por?- pregunté.

- Me iré a Europa por tiempo indefinido a causa de unos negocios- respondió.

- Bien- susurré-, pero lo tendré un poco difícil estando tan lejos- comenté mientras cogía mi vaso de zumo para tomar un trago.

- En realidad- dijo dudoso-, mantenía la esperanza de que viajaras a Texas para poder trabajar mejor- casi le escupo el zumo a Nathan por la sorpresa, comenzando a toser cuando me lo tragué rápidamente para que esto no pasara.

Cuando el ataque de tos se me pasó, miré a mi padre incrédula.

- ¿Y dónde piensas que voy a vivir?- pregunté-. Porque si no te acuerdas, dejé el piso antes de venir aquí.

Él no dijo nada.

- No pensarás que viviré en la casa, ¿no?- dije-. ¿Con mamá?

- También estará Chad, Adriana, Brandon y los peques- dijo tratando de aliviarme-. Además, Benjamín y Ellen se pasarán por allí de vez en cuando.

La verdad es que les echaba de menos.

- ¿Por qué están Adriana y Brandon en la casa?- pregunté. Hacía bastante tiempo que ellos y las niñas se habían comprado una casa para ellos solos.

- Le comenté a Brandon que irías un tiempo a quedarte para poder ayudarme- explicó-, y cuando Adriana se enteró, se emocionó mucho y quiso ir a vivir a la casa el tiempo que tú estuvieras.

Sonreí.

Improvisar de ese modo era  muy típico en mi hermana y recordé con anhelo el tiempo que habíamos pasado juntas.

- ¿Sabe ella que voy a ir?- hice un mayor énfasis en ''ella'' para que mi padre supiera que hablaba de mi madre.

- Sí- fue lo único que dijo.

- Apuesto a que no se lo ha tomado nada bien- me reí sin ganas.

Me quedé en silencio, mirando mi vaso de zumo, y pensando en lo que mi padre me estaba pidiendo. Volver a vivir bajo el mismo techo que mi madre no era algo que me entusiasmara demasiado, pero era mi deber trabajar para mi padre.

- Está bien- dije-, iré. Pero aviso que no me hago responsable de lo que pase con mamá.

- Aun tengo que decirte algo más- dijo mi padre.

- Dime.

- Quiero que te lleves a alguien como tu compañero- dijo-. Por eso los he invitado a ustedes chicos- miró a Nathan y a Donovan-, me gustaría que fuera uno de vosotros dos.

Me quedé perpleja.

Cuando dijo eso, se me pareció al típico padre que le busca pretendiente a su hija y Donovan y Nathan habían resultado ser los finalistas. Aunque, como pasa en todos los casos, yo era la hija que no quería que su padre le buscara pretendientes.

- A mí me encantaría- dijo Donovan, y me alivié un poco. Le prefería a él antes que a Nathan-, pero no puedo irme y dejar la comisaría desatendida. Ese lugar es mi responsabilidad y no lo puedo dejar.

Donovan no estaba colaborando para nada, así que mi única oportunidad era que Nathan también lo rechazara.

- Entiendo- dijo mi padre-, ¿y tú Nathan? ¿Podrías?

- Bueno señor- comenzó a decir él-, yo tengo que atender mi negocio, pero esto es importante para usted puedo dejar que un amigo de confianza lo haga por mí.

¿Quién era el que se lucía ahora?

- Si no le importa- dijo mi padre, contento al ver que uno de los dos había aceptado- serás tú el que acompañe a mi hija entonces.

- ¿Es que acaso yo no puedo opinar nada?- pregunté.

- En este tema no cariño- contestó.

- Pero papá, sabes perfectamente que sé cuidarme sola- dije.

- Lilianne- el tono de mi padre era seco-, ahora mismo no soy tu padre, soy tu jefe, y harás lo que te diga.

Mi mandíbula se tensó y mis manos se cerraron en puños. Odiaba cuando usaba su rango de jefe para hacerme obedecer, pero odiaba más el echo de que yo le hacía caso.

- Muy bien- dije, rodando mi silla y levantándome.

- ¿No vas a desayunar?- me preguntó Donovan.

- Se me ha quitado el apetito- contesté, y me fui.

Salí a la calle, y me puse a pensar en un sitio al que poder ir. No quería ir a la comisaría y tampoco caminar hasta mi casa, así que rodeé la cafetería para ir al parque. Era el sitio más adecuado para mí en aquel momento, o al menos eso pensaba yo, y además, no sabía donde más podía ir. Al llegar me senté en un banco vacío, con las rodillas pegadas al pecho, y me quedé mirando al suelo, pensando.

Entonces, comencé a recordar.

viernes, 22 de noviembre de 2013

.Pura.

Hola hola a tod@s.
Confío en que hayan tenido una buena semana y que ahora comiencen el fin de semana aun mejor. Aquí vengo a publicar mi siguiente capítulo de mi libro que espero les esté gustando a todos. Si os parece bien me gustaría que dejaseis vuestros comentarios al final para así saber que opinan del libro. Gracias y muchos besazos =)

CAPÍTULO 7

El olor a lasaña impregnaba toda la casa.

Sasky aulló de disgusto en el suelo, tapándose la cara con las patas, y yo hice lo mismo con un cojín, pero en vez de en el suelo, en el sofá.

- Diez minutos- susurré y mi estómago rugió-, solo aguanta diez minutos.

Diez minutos era lo que tenía que esperar para que la lasaña reposara y estuviese lista para comer, pero tenía tanta hambre, que aquellos diez minutos se me iban a hacer eternos.

Mi estómago rugió de nuevo.

- ¡Ah!- grité mientras pataleaba en el sofá-. ¡Me voy a volver loca!

Me levanté  del sofá y lancé el cojín que había usado para taparme la boca lejos de mí. Caminé hacia las escaleras y subí a la segunda planta, hasta mi habitación. Fui hasta la cama y me metí debajo de las mantas, tapando mi cabeza con la almohada. Trataba de escapar de aquel delicioso olor, pero había llegado incluso hasta mi cuarto. Quité la almohada de mi cara y me tumbé boca arriba, mirando fijamente al techo. Necesitaba pensar en algo que no fuera aquella deliciosa lasaña, así comencé a rememorar lo que había pasado aquella tarde.

Después de pasar en la comisaría casi por más de dos horas, evitando a Nathan y hablando con Donovan la mayoría del tiempo, Donovan me había invitado a comer y yo había aceptado. Los tres salimos de la comisaría y, cuando Nathan se fue por su lado, le dejé conducir mi coche a Donovan. Se había quedado encantado y alucinado al mismo tiempo cuando lo había visto, y le había ofrecido dejar que lo condujera. Al principio me había mirado como si pensara que le estaba gastando una broma, pero al ver que no era así se había puesto muy contento, como un niño pequeño cuando veía una piruleta. Allí tumbada en la cama, sonreí abiertamente mientras lo recordaba.

Fue tan divertido.

Una vez su estado de ánimo se relajó, me llevó a un restaurante de bocadillos, ya que no podíamos entretenernos en un restaurante decente porque él solo tenía media hora para comer, pero igualmente fue genial. Creo que el hecho de que el restaurante fuera uno de comida rápida suavizó aún más nuestra confianza, dejándonos ser naturales el uno con el otro. En esa media hora hablamos mucho, sobre todo de mi espectáculo en el supermercado, que fue el tema principal aunque intenté muchas veces desviar la conversación hacia otra cosa, pero él  siempre se las ingeniaba para llevarme de nuevo a lo mismo. Su profesión de policía le había convertido en alguien realmente engatusador.

El timbre sonó en ese momento.

Miré extrañada al techo durante un instante, creyendo que mis oídos me habían jugado una mala pasada, pero el timbre sonó de nuevo. Me destapé rápidamente y palpé el suelo con los pies, buscando mis pantuflas de vaca, pero no las encontré. Escuché a Sasky ladrar desde abajo, y recordé que había dejado las pantuflas en el salón. Salí de mi habitación corriendo, justo cuando el timbre sonó otra vez.

- ¡Ya voy!- grité, para hacer que quien quiera que fuera dejara de tocar el fastidioso timbre.

Bajé las escaleras lo más rápido que pude e iba atravesando el pasillo a toda pastilla cuando Sasky se metió en medio. Intenté frenar para no chocarme con ella y resbalé, cayendo de culo contra el suelo. Se escuchó un gran golpe y luego, durante un pequeño instante, todo se quedó en silencio.

- Lilianne- dijo la persona que estaba al otro lado de la puerta-, ¿estás bien?

- ¿Donovan?- dije yo, reconociendo su voz-. ¡Sasky!- grité y ella se puso a mi lado-. Abre la puerta.

La perra salió corriendo hacia la puerta y escuché como se habría. Todavía estaba tumbada en el suelo recuperándome del tremendo golpe en el trasero cuando la silueta de Donovan se apareció en el pasillo. Al verme su primera reacción fue de preocupación, pero pasó a diversión cuando le dediqué una sonrisa.

- ¿Qué te ha pasado?- preguntó. Me tendió sus manos para ayudarme a levantar.

- Era esto- dije, aceptando su ayuda-, o chocarme contra Sasky- él sonrió, y supe que se estaba aguantando la risa-. ¿Te estás riendo de mí?- le pregunté con una sonrisa.

Ya me había levantado, y ahora estábamos el uno frente al otro con las manos cogidas. Nos miramos, ambos sonriendo, y estuvimos así un rato. Nuestras sonrisas cayeron, no por incomodidad, sino porque nuestra concentración estaba fijada en los ojos del otro. Su mirada bajó a mis labios, y pensé que estaba mirando mi herida hasta que se mordió su propio labio. Quería besarme, eso estaba claro, y también estaba claro que no sabía si hacerlo o no. Me permití el lujo de mirar sus labios también y no pude evitar preguntarme que se sentiría al besarlos. Volví a mirarle a los ojos y vi cómo me observaba fijamente.

Y entonces comenzó a inclinarse.

Mientras lo hacía, escrutaba mi rostro con la mirada, en busca de algún tipo de rechazo por mi parte, pero no encontró nada, por lo que siguió inclinándose. Yo no podía hacer más que mirar sus cautivadores ojos pardos acercándose a mí, llamándome y atrayéndome como la miel atrae a las abejas. Sus labios se veían tan deliciosos desde aquella distancia que quise romper la distancia rápidamente, pero dejé que él controlara el momento. Yo tan solo cerraría los ojos y disfrutaría. Cuando nuestros rostros se encontraban a escasos centímetros cerré los ojos y esperé a que llegara el beso.

Pero nunca pasó.

Sasky comenzó a ladrarnos en ese momento y se metió como pudo entre nuestras piernas, separándonos. Abrí los ojos y ambos miramos con una sonrisa a la perra, que se acariciaba contra la pierna de Donovan.

- Tenemos un problema- susurré. Donovan me miró curioso mientras se agachaba para acariciar a la perra-. Le gustas- dije y señalé a Sasky-, y cuando un chico le gusta, no deja que ninguna otra chica se acerque a él.

- No será tan malo- dijo, levantándose.

- Bueno- dije yo encogiéndome de hombros-, si eres feliz pensando eso entonces- caminé hacia él y pasé por su lado, para dirigirme a la cocina-, dejaré que pienses eso.

Avancé hasta entrar en la cocina, seguida de Donovan y de Sasky, y saqué la lasaña del horno donde había estado reposando.

- ¿Quieres cenar?- pregunté.

- Sí claro- dijo-, tiene buena pinta.

Cogí dos platos, un par de tenedores y un cuchillo y los puse en la encimera. Él se sentó en un taburete y me observó mientras servía la comida.

- ¿Por qué estás aquí?- pregunté, dándole su plato.

- Hoy me dijiste que podía venir- contestó.

Tomó uno de los tenedores que yo había llevado y pinchó su lasaña. Eso era verdad, yo le había invitado a venir a mi casa en el restaurante de bocadillos, y al parecer él se lo había tomado a pecho.

- Ya- dije-, pero no pensé que fueses a venir tan rápido. Solo estoy sorprendida.

- Tú también me sorprendiste hoy en la comisaría- dijo, metiéndose un trozo de lasaña en la boca.

- Supongo que tienes razón- dije mientras ponía mi trozo en el plato-. Entonces ya estamos en paz.

Fui a buscar el comedero de Sasky y esta vez partí un trozo más grande. Coloqué el trozo de lasaña dentro del comedero y luego lo puse en su sitio correspondiente. Sasky apareció en seguida allí y comenzó a devorar la lasaña en cuanto me aparté un poco.

- ¿Lo que tienes puesto es tu pijama?- preguntó Donovan por detrás de mí. Yo miré mi atuendo.

Tenía puesta la holgada camisa gris que había usado la noche anterior para dormir y unas bragas negras eran lo único que tenía como ropa interior. Me di la vuelta, y vi cómo Donovan me examinaba de arriba abajo con aprobación. Yo sonreí mientras ponía lo que había quedado de la lasaña de nuevo en el horno y el cuchillo en el fregadero. Luego me senté en mi lado de la isleta, de frente a Donovan, todavía con una sonrisa.

- Sí- dije yo pinchando la lasaña-, es mi pijama oficial desde ayer por la noche. ¿Crees que es una buena elección?- pregunté, tan inocentemente como fui capaz.

- De las mejores- contestó, mordiendo otro trozo de su lasaña.

Volví a sonreír y me metí en la boca más comida. No es porque la hubiese hecho yo, pero tenía que reconocer que la lasaña me había salido deliciosa y la saboreé lo máximo que pude.

- ¿Qué opinas?- pregunté después de tragarme lo que había masticado-. ¿Está buena?

- Sí- dijo- claro.

Él me miró significativamente, con ojos entrecerrados y una pícara sonrisa.

- La lasaña- dije sonriendo y mirando hacia mi plato para pichar otro trozo-. ¿Está buena?

- Oh sí- dijo-, la lasaña también está estupenda.

Noté el calor en mis mejillas y nuevamente di gracias de que estas no se sonrojaran con facilidad. Había aprendido que Donovan podía ser bastante claro y directo, lanzado halagos hacia mí  y provocando que mis mejillas se calentaran. Era policía, pero al fin y al cabo también era un hombre y tenía sus propias armas de seducción.

- ¿Desde cuándo cocinas tan bien?- preguntó. El tema del halago ya había pasado, y ahora volvíamos a ser como siempre.

- Desde que me vi viviendo sola en un pequeño piso- solté, y él me miró con curiosidad.

- ¿Viviendo sola?- preguntó.

- Sí- dije-. A los quince me fui de casa de mis padres y comencé a vivir sola. Al principio me iba quedando en casa de mis amigas, pero luego conseguí un piso barato y me fui a vivir allí.

- ¿Tus padres te echaron?- preguntó.

- No- dije yo. Me quedé mirando el trozo de lasaña que acababa de coger con el tenedor durante un momento y luego me lo comí-. Yo elegí marcharme. La situación en mi casa era tensa y no lo soportaba más. Mi padre me ayudó los dos primeros meses con el alquiler hasta que conseguí un trabajo donde podía trabajar aunque fuera menor de edad.

- ¿Qué trabajo?

- Comencé a trabajar para mi padre.

- No entiendo- dijo tomando otro trozo de lasaña-, ¿la situación en tu casa era tensa pero tu padre te ayudaba fuera?

- La situación no era tensa con mi padre- dije yo-, sino con mi madre- se quedó en silencio-. Mi padre y mis hermanos intentaron impedir que me fuera.

- ¿Tu madre no intentó detenerte?- preguntó.

- Como te dije, la relación con mi madre era tensa- la cara de Donovan se llenó de horror y sorpresa al mismo tiempo.

Yo, sin embargo, estaba neutral. No pensaba dejar que ninguna de mis actuales emociones se viesen reflejadas en mi rostro, a pesar de que la rabia y el dolor inundaban cada parte de mi cuerpo.

- ¿Y cómo es vuestra relación ahora?- preguntó. Pronunció la pregunta con cierta reticencia, dudando de si debía preguntarlo o no.

- Nada ha cambiado- contesté-. Ya hace mucho que no nos dirigimos la palabra- nos quedamos en silencio, cada uno mirando su plato y comiendo.

- Entonces dices que tienes hermanos, ¿no?- dijo él, tratando de cambiar de tema.

- Oh, por supuesto- dije más animada-. Una hermana y dos hermanos. El más mayor es Benjamín, luego viene Adriana, después Chad y por último yo. El único que se ha casado es Benjamín, aunque Adriana tiene pareja y tres hijos.

- ¿Y Benjamín no tiene hijos?- preguntó Donovan.

- No, para nada- contesté-. Benjamín nunca ha querido tener hijos y su esposa tampoco. Son del tipo de pareja que están mejor sin ataduras que tengan que ver con niños y prefieren estar dedicados el uno para el otro solamente.

- ¿No les gustan los niños?

- Al contrario- dije-, les encantan los niños, pero no quieren tener hijos, eso es todo. Sin embargo Adriana y Brandon ya tienen tres hijos y no se han casado todavía.

- ¿Y Chad?- preguntó Donovan terminándose la lasaña.

- Chad es el playboy de la familia- dije, terminándome mi lasaña también-. Se liga a muchas pero no se compromete con ninguna. No es un mal tipo, quiero decir, no es de los que salen con tres chicas al mismo tiempo, pero es que no es capaz de mantener una relación estable.

- Una familia exótica entonces- concluyó él, dejando su plato en el fregadero. Yo sonreí mientras dejaba el mío también.

- Eso parece- dije-. ¿Y tú? ¿Qué hay de tu familia?- pregunté.

Comencé a fregar los platos y Donovan se sentó de nuevo en su sitio en la isleta.

- Oh, yo no tengo mucho que contar- dijo-. Tengo a mis padres y una hermana. No está casada ni tiene hijos ni nada. Es, como ella misma se llama, un espíritu libre. Viaja por todo el mundo y vive muchas aventuras.

- ¿Y dónde viven tus padres?- pregunté.

- En California- dijo-. Siempre les atrajo el ambiente que hay allí y un día sin previo aviso cogieron las maletas y se mudaron. Tuvieron que comenzar de cero, lo que fue difícil ya que mi madre estaba embarazada de mi hermana, pero lo consiguieron.

- Así que tú naciste en California, ¿no?- dije yo.

- Sí- contestó-, pero al contrario que a mis padres, a mí nunca me atrajo ese tipo de ambiente y cuando terminé la carrera y por fin me nombraron policía, me vine aquí.

- ¿Y cómo acabaste metido en el mundo sobrenatural?- pregunté.

Acababa de darme cuenta de que yo no se lo había preguntado aún.

- Estaba con mi compañero en mi primera noche de guardia cuando un grupo de hombres lobo se nos acercaron- dijo-. Nosotros pesábamos que eran personas normales, pero para cuando nos dejaron ver lo que eran, ya fue demasiado tarde.

- ¿Demasiado tarde?- pregunté curiosa.

- Mi compañero fue asesinado y a mí me hubiese pasado lo mismo de no ser por Nathan.

- ¿Nathan?- dije yo.

Eso sí que no me lo esperaba.

- Apareció justo en ese momento- dijo, su tono de admiración-. Al parecer en aquel momento vivía en otro lugar, cerca de donde sucedió el encontronazo, y salió de su casa a ver qué pasaba. Aunque me cueste admitirlo, estoy en deuda con él.

- ¿Aunque te cueste admitirlo?- pregunté en tono divertido y le miré por encima de mi hombro-. ¿Acaso te cae mal?

- No es que sea de las personas más agradables del mundo- dijo Donovan-. Además puede llegar a ser bastante odioso y molesto si se lo propone.

- Hablando de Nathan- dije-. ¿Por qué está tanto tiempo en la comisaría? ¿Es un infiltrado o algo? ¿O es por el tema ese que ayer hablaste con él en la discoteca?

- Es un asunto de la policía- dijo su tono un poco más tenso que antes-. Estamos tratando de buscar una solución.

- Entiendo- dije-. Entonces no preguntaré.

Terminé de fregar todo, me sequé las manos y me di la vuelta para mirar a Donovan. Supe, por la expresión en su rostro, que había estado mirando durante todo el rato mi pijama y admirando la piel de mi cuerpo que dejaba al descubierto. Apoyé mis manos en la encimera a ambos lados de mí y me quedé mirándole.

- Oye- dije, él solo me miró-, siento lo de tu compañero.

Donovan sonrió, se levantó de su sitio y se acercó a mí.

- No es para tanto- dijo-. Yo era un novato entonces, y él era el tipo al que le había tocado el muermo de enseñar al nuevo, así que su trato hacia mí no era muy amable. En realidad era un capullo con todo el mundo, se merecía lo que le pasó. Sinceramente, no me dio lástima.

Mi rostro se quedó pálido.

Jamás, de todas las respuestas posibles en el mundo, me hubiese esperado esa. Había tantas otras posibles, pero Donovan había elegido la más fría y desinteresada, cogiéndome totalmente con la guardia baja. Él tan solo sonrió ante mi expresión y aprovechó el momento para tomar mis manos y separarme de la encimera. Aproximó mi cuerpo al suyo y luego me rodeó con sus brazos.

- Te has quedado blanca- susurró.

- Es que no me esperaba esa respuesta- contesté y él sonrió.

- Lo siento.

- ¿Lo sientes?- me reí.

Nos quedamos mirando en silencio y de repente, bostecé.

- Creo que debería irme- dijo él-. Te estás quedando dormida. Tu lucha contra el carro de la compra en el supermercado te ha pasado factura.

- ¡Oye!- exclamé molesta-. No te burles de mí

- Yo no me burlo- dijo, pero su tono de voz reflejaba verdadera diversión.

Rompí el abrazo, como castigo hacia él por reírse de mí. Donovan se limitó a sonreír mientras metía las manos en los bolsillos de su pantalón y me miraba alejarme. Caminé hasta la puerta de entrada y la abrí, dejando espacio libre para que él saliera. Donovan me siguió y pasó por delante de mí para salir fuera, todavía con una sonrisa en el rostro. Durante todo el tiempo yo le miré con ojos entrecerrados y furiosos. Cuando llegó al umbral de la puerta se paró, se dio la vuelta y me miró.

- ¿Estás enfadada?- preguntó. Me hubiese parecido preocupado de no ser por su sonrisa.

- Puede…- dije.

Me miró un momento, para luego tomarme de la cintura y acercarme a él.

- ¿Sigues enfadada?- yo asentí levemente con la cabeza.

Eso provocó que bajara su rostro al mío y apoyó su frente con la mía.

- ¿Ahora?- volví a asentir.

Y siguió agachándose, hasta casi rozar nuestros labios. Sabía perfectamente que no iba a volver a preguntarme en aquel punto, y por eso sonreí y me aparté de él.

- Sigo enfadada- dije-. No hay besos. Estás castigado.

Dicho eso, regresé dentro y cerré la puerta.

viernes, 15 de noviembre de 2013

.Pura.

Hola de nuevo!
Hoy os dejo el capítulo 6 de mi libro. Que conste que lo publico por mis querid@s lectoras, porque sinceramente hoy no tengo ganas de hacer nada porque estoy muy cansada jejejejej También siento haber tardado tanto pero cuando una está ocupada no puede hacer nada jajaja
Muchos abrazotes y besos.

CAPÍTULO 6


- ¿Desea algo señorita?- me preguntó la mujer que estaba sentada detrás del escritorio.


Era una mujer entrada en años, casi rondando los sesenta, flaca, esbelta y, a pesar de estar sentada, se apreciaba que era alta. Tenía el grisáceo pelo recogido en un moño alto y llevaba puestas unas gafas de culo de botella. Parecía la típica directora malvada de instituto, tan elegante y tenebrosa al mismo tiempo.

Si no fuera porque su mirada era simpática, aquella mujer me hubiese dado miedo.

- Estoy buscando a Donovan- dije.

Ella me miró de arriba a abajo con curiosidad cuando le dije aquello, y luego de un instante, descolgó el teléfono que se encontraba en su escritorio y se lo puso en la oreja.

- Hay alguien aquí que pregunta por ti- dijo, dándome una significativa mirada a través de sus gafas, y en cuanto lo dijo volvió a colgar el teléfono. Me miró-. Estará aquí en un momento. Si quieres puedes sentarte allí a esperar- me señaló una pequeña fila de sillas que había contra una pared.

- Gracias- fue lo único que dije.

En lugar de sentarme, observé mí alrededor. El sitio donde me encontraba era una especie de recepción, con algunas sillas y pequeñas mesas con revistas encima. Aparte de la de salida, allí había dos puertas más, una que daba al servicio y otra que supuse que daba a la comisaría en sí. Detrás de esa puerta se encontraba el sitio donde ningún delincuente quería ir a parar.

Si no contamos la cárcel, claro.

El resto de la estancia tenía todo lo que una típica recepción podía tener, como una máquina de café, otra de aperitivos, un par de plantas secas en la entrada y un tablón con publicidad. Lo que diferenciaba aquella recepción de otras, era que en las paredes había fotos de los agentes que servían o habían servido en dicha comisaría, al igual que algunos reconocimientos heroicos hechos por el propio alcalde.

Era bastante interesante.

- ¿Lilianne?- me giré al escuchar mi nombre y vi a Donovan saliendo de la puerta que no era el servicio-. ¿Qué haces aquí?

Llevaba puesto un pantalón negro elegante, una blusa blanca de manga larga y una corbata negra. Hasta con el uniforme de trabajo estaba guapo.

- Me dijiste que podía venir- contesté-, pero si es un mal momento puedo venir otro día.
- Oh no, está bien- dijo, acercándose a mí con una sonrisa-. Es solo que estoy sorprendido.

- ¿Por qué?- pregunté.

- Sinceramente pensé que no vendrías.

- La verdad es que estaba aburrida en mi casa- confesé, y vi como la mujer se aguantaba una sonrisa.

- ¿Entonces solo has venido porque estabas aburrida?- preguntó él colocándose más cerca de mí.

- Puede- me reí-. ¿Quieres que me vaya?- pregunté yo.

- No- dijo y colocó su mano en mi espalda-. Vamos.

Me guió a través de la puerta por la que él había salido, y entramos a una enorme sala llena de escritorios, con sus respectivos polis colocados en ellas. También habían puertas donde se podía leer "Sala de interrogatorios" y otras que iban hacia el servicio.

Avanzamos pasando al lado de los escritorios y de los otros policías, que mostraban miradas de respeto hacia Donovan y de curiosidad hacia mí. Caminamos hasta llegar a la puerta de un ascensor y entramos cuando se abrieron. Pulsó un botón y el ascensor comenzó a bajar. Miré a Donovan interrogativamente.

- ¿A dónde vamos?- pregunté-. ¿No me llevarás al depósito?- mis ojos se abrieron como platos, y él se rio.

- Te dije que conocerías a mi equipo- contestó, metiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón.

- ¿Y no eran esos de ahí arriba tu equipo?- pregunté, señalando con un dedo hacia arriba.

- Esos son los de los casos normales- dijo-. ¿Por qué pensaste que te llevaría al depósito?- preguntó, un tono divertido en su voz.

- Normalmente el depósito está en los pisos inferiores, en el subsuelo- dije-, y como estamos bajando, pues por eso lo pensé- me encogí de hombros.

- Jamás te llevaría a ese sitio a no ser que no hubiese más remedio- dijo, y le miré, curiosidad en mis ojos-. Es un sitio muy frívolo y que refleja demasiado la realidad. Nunca se me ocurriría llevar a alguien que me importe allí- eso me sorprendió, pero no dije nada-. Además, eres demasiado joven. Todavía me cuesta asimilar que sepas sobre el mundo sobrenatural.

- Tengo dieciocho- dije-. Tampoco soy tan joven, pero entiendo a lo que te refieres.

Él asintió, se acercó a mí y tomó mi barbilla, para poder examinar mi rostro. Observó las heridas, una a una, deteniendo su mirada en mi labio.
- Veo que tus heridas están mejorando- dijo-, pero el labio, ¿qué te ha pasado? Juraría que está peor que ayer.

Yo tragué saliva y reí en un intento por disimular mi nerviosismo, el rostro de Nathan apareciendo en mi mente.

- Digamos que me mordí un par de veces el labio mientras me lo curaba- dije. Al menos no le estaba mintiendo.

- Entiendo- dijo y me sonrió-. Deberías tener más cuidado.

- Ya- dije yo-, me lo dicen a menudo.

Ambos reímos, y en ese momento la puerta del ascensor se abrió. Habíamos llegado a un pasillo estrecho y alargado con varias puertas en él. Seguí a Donovan hasta el final del pasillo, donde nos encontramos con una puerta de metal aparentemente muy resistente, y al lado de la misma, había un pequeño panel con numeritos. Justo entonces Donovan puso una mano detrás de mi cabeza y la empujó contra su pecho, evitando que viera el panel y la puerta. Levanté mi rostro y encontré su mirada.

- Lo siento- dijo-, pero solo el personal autorizado puede ver el código.

- Y supongo que yo no soy personal autorizado, ¿no?- pregunté, una sonrisa en mi cara.

Él sonrió y yo apoyé mi cara contra su pecho, dejando que él marcara el código que abriría la puerta. Escuché cómo sus dedos pulsaban los botones y después de un instante, un clic sonó detrás de mí, dándome a entender que la puerta estaba abierta.

Sin embargo, yo no aparté mi rostro de su cálido pecho.

- Ya puedes mirar- susurró Donovan encima de mi cabeza y yo le miré.

En su cara había una pequeña sonrisa, al parecer contento porque yo no había apartado mi cabeza de él a pesar de saber que ya podía hacerlo, y di gracias nuevamente de que no se notara el calor en mis mejillas.

- Qué bien Donovan- dijo alguien a lo lejos por detrás de mí-, ya has llegado.

Me di la vuelta y me encontré una sala de tamaño mediano, con varias mesas con ordenadores encima y alrededor de diez personas mirándonos, Nathan entre ellos, y cuando le vi no pude evitar que los recuerdos de la noche anterior me abordaran. Por desgracia para mí, no pude evitar tampoco mirar sus labios, carnosos y deliciosos labios.

"Pero qué cosas piensas", pensé "sácatelo de la cabeza Lilianne, ya".

Dejé de mirarle.

Deseé dar media vuelta y salir corriendo de allí, pero como también deseaba conservar mi dignidad, no loohice. Donovan puso una mano en mi espalda para hacerme entrar y no me opuse, aunque en realidad tenía tan pocas ganas de entrar que me estaba consumiendo por dentro.

- ¿Quién es ella?- preguntó un chico joven de pelo castaño.

- Esta es Lilianne- dijo Donovan-. La conocí anoche en la discoteca de Nathan. Tuvo una pelea con una vampira y esto es lo único que se hizo- señaló mi cara.

- Hola- dije yo, pero todos estaban más pendientes de mi cara que de lo que decía.

Miré a Donovan por encima de mi hombro, en mi cara leyéndose claramente la frase "¿Es esto en serio?", y él lo único que hizo fue encogerse de hombros.

- ¿Y por qué la has traído aquí?- preguntó un tipo bastante corpulento mientras cogía una pequeña pelota de goma y la lanzaba. La pelota pasó por encima de mi cabeza y sentí el golpe seco que emitió cuando Donovan la tomó.

- La verdad, lo que quiero averiguar es otra cosa- dijo caminando hasta un escritorio y apoyándose en él-. Anoche dijiste que me contarías como es que una chica como tú  sabe del mundo sobrenatural.

 Me miró con una sonrisilla y luego me tiró la pelota. La cogí casi cuando parecía que no sería capaz de hacerlo, y le devolví la sonrisilla a Donovan. Dejé mi bandolera en una silla cercana y comencé a pasear lentamente por la sala, pasándome la pelota de una mano a otro.

- ¿Sabéis quién es El Pacificador?- pregunté, pasando mi mirada por todos los que estaban allí.

- ¿El Pacificador?- preguntó el chico del pelo castaño, mirando a Donovan.

- El Pacificador- comenzó a decir Donovan-, como su nombre indica, es el que garantiza la paz entre los humanos y los sobrenaturales, protegiendo ambos mundos del otro. Se implica sobre todo en los sobrenaturales, ya que ellos son los más propensos a comenzar guerras. Investiga casos acerca de crímenes contra los sobrenaturales o que ellos hayan cometido, les ayuda y les hace favores siempre que puede, y muy pocas veces limpia sus trapos sucios.

- ¿Y lo hace solo?- siguió preguntando el chico.

- No por supuesto que no- dijo el hombre corpulento molesto y ofendido-. ¿En qué escuela has aprendido?

El muchacho miró con ojos cohibidos al tipo.

- Como Bruce ha dicho- dijo Donovan-, El Pacificador no trabaja solo. Tiene gente que trabaja para él en todo Estados Unidos, gente como nosotros.

- ¿Trabajamos para él?- preguntó el chico, y sonreí.

Con tantas preguntas, se parecía mucho a Lynette. Donovan asintió ante la pregunta.

- ¿Y por qué nunca he escuchado hablar de él?- continuó el muchacho-. ¿Por qué no nos llama ni nos da órdenes?

- Pues porque nos deja trabajar libremente, siempre y cuando lo hagamos bien- contestó Donovan y luego me miró-. ¿Pero qué tiene eso que ver contigo?

Yo sonreí.

- Pues que ese al que llamáis El Pacificador- dije-, yo usualmente, casi todos los días del año, le llamo papá.

- ¿El Pacificador es tu padre?- preguntó Donovan asombrado.

- En efecto- contesté-. Y trabajo para él.

En ese momento, mi móvil sonó desde la bandolera y caminé hasta allí para cogerlo.

- ¿Tengo cobertura aquí abajo?- pregunté asombrada mientras miraba el número de la oficina de mi padre iluminado en la pantalla-. Hablando del rey de Roma- susurré y descolgué-. ¿Diga?

- Hola cariño- dijo mi padre al otro lado-. ¿Qué tal?

- Hola papá- dije mirando a Donovan-. ¿Qué quieres?

- ¿Por qué piensas que quiero algo?

- Pues porque me llamas con el número de tu oficina- le contesté-, y eso en el cien por cien de los casos, significa que tienes trabajo para mí.

Mi padre rio.

- Me conoces bien- dijo-. ¿Dónde estás?

- En la comisaría- dije.

- ¿Qué has hecho ahora?- preguntó, su tono sonando igual que el de Rachel la noche anterior.

- No he hecho nada- contesté molesta-. ¿Por qué cada vez que nombro algo referente a la policía todos piensan que he hecho algo? Por una vez me estoy portando bien.

Vi como todos los allí presentes sofocaban risillas.

- ¿Estás segura?- insistió mi padre, y yo suspiré.

Me acerqué a Donovan y le tendí el móvil.

- Por favor- le dije-, ¿podrías decirle a mi padre que no he hecho nada malo?

Él me miró con una sonrisa en la cara y luego me quitó el móvil de la mano. Se lo puso en la oreja y abrió la boca para poder hablar.

- Hola señor- dijo-, soy el agente Donovan, jefe del departamento de policía de Lake City. Le puedo prometer que su hija no ha hecho nada malo- me dedicó una mirada-. Ella solo ha venido a visitarme.

Esperó un momento, escuchando lo que quiera que mi padre le estuviera diciendo, algo que supuse no era nada bueno para mí cuando Donovan se rio, y después me pasó el móvil.

- ¿Contento?- pregunté cuando puse el móvil de nuevo en mi oído.

- Bastante- dijo-. Bueno, vayamos al grano, ¿tienes algún ordenador cerca?

Me di la vuelta y miré todos los ordenadores que allí había uno a uno.

- Tengo varios- contesté.

- Bien- dijo-. Coge uno y entra en tu correo.

Agaché mi vista hacia un tipo regordete con gafas e hice un gesto en dirección al ordenador que tenía enfrente.

- ¿Puedo?- pregunté, y él rápidamente se apartó y me dejó la silla libre.

Usé el ratón para abrir el buscador y luego escribí la dirección de mi correo. Inserté la clave e inicié sesión. Tenía cuarenta y seis mensajes sin leer, casi todos publicitarios y propagandistas. Encontré uno que provenía de la oficina de mi padre y lo seleccioné para poder leer su contenido.

 O más bien, ver.

Ante mí aparecieron cientos de fotos de una chica tumbada boca abajo en el suelo, en una calle a las afueras de Texas, mi ciudad de origen, con un charco de sangre a su alrededor. Puse mala cara mientras las miraba y sentí como alguien se ponía detrás de mía. Poco después, Donovan estaba de pie a mi lado.

- Eso tiene mala pinta- dije, para que mi padre me escuchara-. ¿Qué pasó?

- Por lo visto un vampiro le desgarró la garganta en la noche- dijo.

- ¿Por lo visto?- dije yo-. No suenas muy convencido.

- Porque no lo estoy- confesó-. Llevo en este mundo demasiado tiempo como para creer que un vampiro decente haría algo tan primitivo como desgarrarle la garganta a una víctima en mitad de la noche.

- Puede- dijo Nathan, inclinándose a mi lado-. Quizás sea un vampiro que quiere comenzar una guerra.

Le miré sorprendida por el repentino acercamiento.

- ¿Quién es ese?- preguntó mi padre.

- Es Nathan- dije yo sin dejar de mirarle-, un vampiro que conocí anoche. Está aquí resolviendo unos asuntos- no sabía si era verdad cuando lo dije, pero la mirada que él me dedicó, me dio a entender que estaba en lo cierto.

- Puede que tu amigo tenga algo de razón- dijo mi padre, resaltando la palabra amigo-, pero aun así no creo que eso sea todo.

Me quedé en silencio durante un momento, pensando.

- ¿Crees que puede ser un imitador?- preguntó Nathan.

- No- contestó mi padre-. Se nota claramente que la chica ha sido mordida por colmillos. Nos planteamos la idea de que fuera un perro salvaje, pero...

- Pero la chica solo a sido desgarrada- interrumpí-, el perro además de rasgar, también hubiese despedazado.

- Exacto- afirmó mi padre.

- ¿Entonces?- dijo Nathan, y cuando le miré supe que estaba intentando pensar en algo.

- Por eso te he llamado cariño- dijo mi padre-. Necesito de tu opinión. ¿Qué piensas?

- ¿Sinceramente?- dije-. Creo que ha sido un vampiro novato, uno recién convertido. Sería su primera vez bebiendo directamente de un ser humano, por lo que eligió una calle oscura y solitaria lejos del centro de la ciudad. Entonces apareció la chica, y la eligió a ella como su víctima. Se abalanzó sobre ella y la mordió, pero se puso nervioso y perdió el control. Él en realidad no quería matarla, por lo que intentó salvarla y apartó sus colmillos de ella, pero su instinto predador no le dejó, y al final le desgarró la garganta- todo se quedó en silencio-. Digo yo, no sé.

Me encogí de hombros, tratando de suavizar el ambiente, pero aquello era peor que asistir a un entierro. Aunque solo Nathan sabía de lo que estábamos hablando, la escalofriante escena que yo había descrito y las imágenes que se imaginasen de qué trataba. Donovan miraba la pantalla con casi horror en su expresión, mientras que Nathan me miraba a mí, analizándome.

- Como me esperaba de ti cariño- dijo mi padre, rompiendo el silencio en su lado del teléfono-. Siempre tan eficaz.

- Lo sé- dije-. ¿Necesitas algo más?

- No cariño- dijo-. Con lo que has dicho puedo seguir investigando. Y dime, ¿cómo te va?

- Bien- dije- un poco aburrida porque mi padre no me da trabajo. Ya sabes, lo de siempre. Debería decirle que me busque algo que hacer en esta ciudad, algo donde pueda dar puñetazos y esas cosas.

Él se rio. Como ya habíamos terminado el tema importante y estábamos en modo padre e hija, cerré mi correo, quitando así las imágenes de la pantalla.

- Deberías condenarle por tenerte todo el día aburrida en tu casa- dijo mi padre.

- Ya- dije con una sonrisa en la cara-, pero soy demasiado buena con él.

- Seguro que en el fondo te quiere- dijo. Su tono era tierno.

. Por desgracia yo también le quiero- susurré.

Aquella conversación era demasiado íntima como para que la estuvieran escuchando todos, aunque nunca podría evitar que Nathan, con su súper oído de vampiro, la escuchara.

- Nos vemos cariño- se despidió mi padre.

- Adiós.

Él colgó y yo aparté el móvil de mi oreja. Fui hasta donde se encontraba mi bandolera y lo metí dentro, para luego girarme y enfrentarme al resto.

- Con que eres la hija de El Pacificador...- dijo Donovan con su ya habitual sonrisilla.

- Por lo visto- dije y le tiré la pelota que todavía tenía en las manos.

- Jamás me hubiese imaginado que estabas metida en este mundo por ese motivo- dijo y me devolvió la pelota.

- Ya ves- dije mientras la tomaba y se la lanzaba rápidamente a Bruce al que no le dio tiempo de cogerla-, soy una caja de sorpresas.