viernes, 10 de octubre de 2014

¡PREMIOS EVERYWHERE!

Hola hola a todos y a todas los que leen mi a veces abandonado blog -.-'
Ya sé que hace tiempo que no piso este lugar pero es que con las clases estoy estudiando a full y llevarlo todo al día cuesta lo suyo, espero que me perdonéis. Pero vengo con buenas noticias (al menos para mí lo son) y es que he sido nominada a dos premios: el Premio Dardos y el One Lovely Blog Award. Y por supuesto estoy ¡¡SÚPER ENTUSIASMADA!!

(Tengo pendiente responder a un Book Challenge, pero lo voy a dejar para cuando de verdad tenga cosas interesantes que poner jeje). Comenzaré con el Dardos porque es más fácil jejejeje

Premio Dardos:

En primer lugar agradecer a El magazine de Maria por otorgarme este premio, ¡que ya es el segundo!
  • Incluir una imagen del premio en el blog.
  • Seguir, mencionar y enlazar al blog que nos dio el premio.
  • Otorgar el premio a 15 bloggers (nominaré al final de la entrada)
Pues bueno, de estas reglas solo tengo que nominar ya que la imagen la tengo subida desde la primera nominación y ya agradecía a María por el premio al principio así que ¡¡Yupiiiiii!!


Premio One Lovely Blog Award:

Este premio es el que me hace más ilusión de los dos ya que es la primera vez que me nominan a él y le quiero agradecer el detalle Entre muchos Libros y a su creadora Sara R que ha sido la que me ha nominado jejejeje ¡¡MUCHAS GRACIAS!!




NORMAS DEL PREMIO

  • Agradecer el premio a la persona que te nominó.
  • Responder a un cuestionario formado por 11 preguntas y hacer uno nuevo.
  • Nominar a 11 blogs que estén empezando.
  • Informar a los 11 blogs nominados.
  • Seguir al blog que te nominó.
Nominaré al final así que paso directamente a las preguntas que hizo el blog que me nominó:
  1. ¿Por qué se decidieron a crear un blog y cuando lo empezaron? La verdad creé este blog porque tenía libretas en mi cuarto y archivos en mi ordenador llenos de historias que me había inventado, y quería compartirlos con la gente y que opinaran sobre ellos, y de eso ya hace más de un año, exactamente en septiembre de 2013.
  2. ¿Qué te aporta tener un blog? Me aporta el saber que tengo un rinconcito para mí, y para todos los que lo lean, donde puedo ser y hacer lo que me apetezca.
  3. ¿Cuál ha sido la entrada que más éxito ha tenido? ¿A qué lo atribuyes? Mis entradas más exitosas son dos (hay un empate en cuanto al número de visitas): el Capítulo 10 de Herida(Wounded) y el Capítulo 10 de mi otra historia a la que aún no le he puesto título.
  4. ¿Utilizan redes sociales? Sí, por supuesto, aunque la que más uso es Facebook.
  5. ¿Cómo ha evolucionado tu blog? No sé muy bien si ha evolucionado mucho, estoy intentando hacerlo más atractivo y dinámico, pero me quedan muchas cosas por aprender.
  6. ¿Has vivido algún hecho importante a través del blog? De momento no, sin embargo no me importaría que pasara xD.
  7. ¿De dónde nace la inspiración para escribir y continuar el blog? Pues a veces me viene inspiración a cascadas (tanta que a veces me agobio) y otras veces estoy estancada (como ahora mismo), pero hago lo que puedo. No hay nada en especial que me ayude a inspirarme.
  8. ¿Qué has aprendido a nivel personal y profesional en el último año? Que hay personas por las que no vale la pena luchar y que el trabajo duro trae sus buenas recompensas.
  9. ¿Cuáles son tus frases favoritas? Buuuuf montones: "A veces lloramos no por débiles, sino porque hemos sido demasiado fuertes", "Quisiera ser en tu vida algo más que un instante", "No soy especial, tan solo una edición limitada", "¿Cómo vas a ayudarme si no me crees?" y "Me estoy enamorado sin querer". Hay más pero con esas son suficientes jajaja
  10. ¿Qué consejo le darías a las personas que se inician en el mundo de los blogs? Pues que lleven el blog lo mejor posible pero manteniendo su personalidad en él para que triunfe.
  11. ¿Qué tienen en común los blogs que vas a premiar a continuación? Que todos tienen ese algo especial que ha llamado verdaderamente mi atención.
LAS PREGUNTAS:
  1. ¿A cuántos premios más te han nominado?
  2. ¿Qué pensabas mientras creabas tu blog? ¿Qué piensas ahora?
  3. ¿Cuál es tu blog favorito o el que más visitas?
  4. ¿Qué es lo que te da más miedo?
  5. ¿Piensas en tu blog como un hobbie o tienes algún obejtivo?
  6. En tu opinión, la mejor adaptación de libro a película. ¿Y la peor?
  7. ¿Cómo animarías a alguien para que crease su propio blog?
  8. ¿Qué haces cuando estás enfadado y quieres calmarte?
  9. ¿Alguna vez has dejado de leer un libro por culpa de uno de alguno de sus personajes?
  10. ¿La mejor experiencia que has tenido leyendo un libro?
  11. ¿Es éste tu único blog?
NOMINACIONES:

Espero que os haya gustado la entrada, un BESAZO enorme a todos y a seguir siendo quienes somos jajajajajaj ¡¡Hasta pronto!!

martes, 16 de septiembre de 2014

.Pura.

CAPÍTULO 13


- Vamos cariño, abre la boquita.

Miré con una sonrisa el fallido intento de mi hermana para que Nora se tomara la última cucharada del yogurt de fresa que le daba como postre. Ella sería la única afortunada de la casa que no cenaría con todos los demás de la casa y la envidiaba un poco por ello.

- Te aconsejo dejarlo – dije, adentrándome en la cocina –. Está muerta de sueño la pobre.

- Tienes razón – dijo, levantándose.

Puso la cuchara en el fregadero y tiro el bote de yogurt vacío a la basura para luego mirarme de arriba abajo. Desde que había llegado de correr Adriana no había hecho más que obligarme a cambiarme de ropa cientos de veces ya que los modelos que yo elegía para la cena no eran “adecuados” según ella. En aquella ocasión me había puesto unos vaqueros azul marino con pequeños rasgados aquí y allá, con un suéter de manga larga y holgado de color gris con un poco de estampado de leopardo desde los hombros hasta los codos, un collar un búho al final de la larga cadena y unas sneakers de cuero negro.

- De acuerdo – dijo ella frotándose la barbilla mientras me miraba – te dejo pasar este, pero cámbiate de zapatos ¿vale? Y acuesta a Nora por favor, que yo tengo que terminar de hacer cosas en la cocina.

- Vale hermanita – dije.

Tomé a la cansada Nora en mis brazos y la llevé al cuarto de mi hermana. Encendí una pequeña lamparita y empecé a mecer al bebé en mis brazos para que se quedara dormida. Ella mientras tanto me miraba, luchando contra el sueño para poder seguir viéndome, pero era demasiado débil para resistirse y poco a poco sus ojos se fueron cerrando. La metí en la cuna, la arropé con su pequeña manta y le di un beso en la frente.

- Dulces sueños mi pequeña – susurré y me marché.

Ahora tenía que ocuparme de cambiar mis zapatos para así tener contenta a Adriana y que me dejara en paz con el tema de mi ropa. Así que cuando llegué a mi cuarto saqué del fondo del armario unos botines grises de tacón y me los puse deseando que fueran los definitivos. Salí fuera y vi que la puerta del cuarto de Nathan estaba un poco abierta. Dudosa, me acerqué a ella y miré dentro.

Al principio tan solo vi la esquina de su cama y el espejo de su tocador. Después de un rato así, supuse que no habría nadie y decidí irme pero entonces vi a Nathan acercándose a su cama. Tan solo llevaba puesto un pantalón vaquero azul oscuro y unos náuticos negros sin cordones, dejando su torso al descubierto. Me deleité mirándole así y también mientras se ponía una blusa negra de botones y se remangaba las mangas delante del espejo del tocador. Estaba de espaldas a mí, pero podía verle la cara en el reflejo y vi como levantaba la vista un poco para mirarme a mí a la vez que se colocaba el cuello de la blusa. Sorprendida me eché hacia atrás y volví a tomar camino, esta vez hacia el baño de invitados. Cerré la puerta detrás de mí y me apoyé de espaldas en el lavamanos. Borré la imagen de Nathan de mi cabeza y me centré en lo que realmente me preocupaba, y era lo que podría pasar esa noche en la dichosa cena.

Miré al suelo, más concretamente a mis pies, y el pelo suelto me tapó el rostro. No quería hacerlo, no podía, y sin embargo allí estaba, vestida y arreglada para vivir el segundo peor momento de mi vida. Deseé que al salir por esa puerta me encontrara con que todo aquello no era más que una farsa y que en realidad solo se trataba de una broma pesada que había llegado demasiado lejos. Pero sabía que mis deseos no se cumplirían y me sentí extremadamente pequeña, absurda y frágil, como una delicada muñeca de porcelana.

- Lilianne, ¿estás bien? - escuché decir a Nathan desde la puerta.

Le di la espalda un momento para secarme las lágrimas que sin querer habían brotado de mis ojos y luego le miré con una fingida sonrisa.

- Sí, bien - mentí -. Muy bien.

Él me miró unos segundos y luego cerró la puerta lentamente. Como la noche que nos conocimos, nos encontrábamos encerrados en un baño y el me miraba intensamente, pero sin hambre esta vez.

- No sabes mentir gatita - dijo mientras se acercaba -, al menos no a mí.

Se paró a un par de centímetros y me vi obligada a levantar la cabeza para mirarle a la cara.

- ¿Y quién dice que miento? - le espeté tratando de sonar dura.

- Tú - susurró y puso una mano en mi cara, acunándola -, tus ojos me lo dicen todo.

Me quedé en silencio porque no sabía qué hacer. Miraba sus ojos y lo único que veía era cariño y preocupación, junto con un irremediable deseo de protegerme. Me sumergí en esa mirada y la usé para consolarme a mí misma. Él era el único en aquella casa que sabía que íbamos a presenciar la peor cena familiar de la historia y estaba allí ofreciéndome su apoyo y su protección para que la llevara lo mejor posible.

- Nathan - susurré y sentí como unas lágrimas rodaban por mi cara -, no me dejes sola, no esta noche, por favor.

Aquello pareció sorprenderle pero rápidamente se recompuso y me dedicó una tierna sonrisa.

- Jamás te dejaré Lili - dijo -, sobre todo después de ver cómo me mirabas a través de mi puerta.

Se rio y yo abrí los ojos de par en par y le aparté con un pequeño empujón. Me sequé las lágrimas y me giré hacia el espejo.

- Cállate idiota - dije molesta, aunque en el fondo me resultaba cómico -. Tan solo miraba si había alguien porque la puerta estaba abierta.

- Pues tu forma de mirarme no me decía eso - dijo -. Se te veía disfrutando.

- Ni soñando disfrutaría mirándote, a no ser claro que estuvieras a punto de ser devorado por un gran monstruo gigante - dije furiosa -. Entonces sí que disfrutaría de lo lindo.

Pasé por su lado y salí del baño.

- Sigue negándolo gatita – gritó asomándose a la puerta para que le oyera -, sigue negando que no sientes nada.

¿Negando? ¿Yo negando qué? ¿De qué demonios hablaba? ¿Acaso pensaba que sentía algo por él? ¿Estaba loco? Si no era más que un creído, arrogante, idiota y sexi vampiro que se creía que podía tener a cualquier chica cómo, cuándo y dónde quisiera. Si se pensaba que yo iba a perder mi tiempo liándome con él o reconociendo sentimientos que ni siquiera tenía, estaba mal de la cabeza o peor.

Así, pensando en la multitud de razones por las que nunca me enamoraría de Nathan, llegué a la cocina, donde ya mi hermana y Ellen empezaban a llevar cosas al comedor. En un momento en el que la cocina estuvo vacía, abrí el armarito de la parte más alta y saqué la botella de vodka de mi padre y me bebí un pequeño trago.

- ¿Emborrachándote hermana? – preguntó Benjamín, apareciendo a mi lado.

- Tomo precauciones – dije –, ya sabes, para no acabar clavándole un cuchillo ni ningún objeto punzante a esa mujer.

- ¿Tan mal lo estás llevando? – se cruzó de brazos, tomó la botella de mis manos y bebió un trago.

- He terminado cogiendo el vodka de papá – dije, resaltando lo obvio ya que aquel vodka solo se usaba para emergencias de cualquier tipo -, ¿tú cómo crees que lo llevo?

Le quité la botella, bebí otro poco más y luego devolví la botella a su sitio.

- Solo espero que por una vez en la vida esta cosa me haga efecto – rogué, y es que las últimas veces que me había tomado aquello nunca había funcionado.

Entonces salimos al comedor donde ya casi todos se encontraban charlando y riendo antes de sentarse a la mesa. No había ni rastro de la bruja de mi madre así que disfruté de mis últimos minutos de felicidad y respiré hondo. Encontré a Nathan y a Adriana hablando en un rincón de algo que hacía que a mi hermana se le coloraran las mejillas. Se me hizo parecer a una de estas chicas adolescentes que se vuelven tímidas y torpes cuando ven al chico que les gusta, que se ponen coloradas solo porque él les dice “hola”.

A veces dudaba de que ella fuera la hermana mayor.

Pero su actitud, y la de todos los presentes,  cambió en cuanto vio que nuestra madre entraba al comedor con su elegante forma de caminar y su serio rostro. Avanzó hasta su sitio presidiendo la mesa y los demás seguimos su ejemplo y ocupamos nuestros asientos, yo por supuesto lo más alejada de ella posible. A mi derecha se sentó Nathan y frente a nosotros se puso Chad.

Fue entonces cuando admiré todas las cosas deliciosas que íbamos a comer.

El plato principal era escalope a la pimienta, que olía muy apetitosamente, acompañado por papas a la parmesana y ensalada césar, de arroz o caprese, según los gustos de cada uno. También había un bol con espaguetis para las dos más pequeñas y sopa de pollo como primer plato. El pan, el zumo para las niñas y el vino eran lo que completaban lo que había en la mesa.

- A parte de lo que veis en la mesa – dijo mi hermana –. También he preparado mus de chocolate y macedonia de frutas para el postre. Espero que la comida esté a vuestro gusto.

- Todo tiene muy buena pinta cariño – dijo mi madre, quien parecía realmente agradada por lo que íbamos a comer -, estoy orgullosa.

Cogí la botella de vino y llené mi copa para poder tomarme un buen trago, algo de lo que solo Nathan y Chad se dieron cuenta. Quizás emborracharme sería la mejor forma de sobrellevar esa noche y así no hundirme en la miseria por cada palabra agradable que salía de la boca de esa señora.

- Venga – dijo Adriana –, tomémonos de las manos.

Todos seguimos sus órdenes y, mientras le daba mi mano derecha a Nathan, alargué la otra por encima de la mesa para sujetar la de Chad. Agachamos la cabeza y cerramos los ojos, esperando.

- Gracias Señor por esta noche – comenzó a decir Benjamín, que al ser el varón más mayor le tocaba hablar – gracias por reunir a nuestra familia y por permitirnos pasar este momento de felicidad juntos.

Hizo un casi imperceptible énfasis al decir “momento de felicidad” y levanté la vista para ver que me estaba mirando, sabiendo que yo no era feliz ni mucho menos en ese instante.

- Y también gracias por estos alimentos que hoy comeremos y disfrutaremos – continuó –. Amén.

- Amén – dijimos todos.

Después de eso empezamos a servirnos cada uno nuestra comida en las cantidades que queríamos y sin hablar mucho tampoco. No resultó extraño ni incómodo los primeros minutos, pero luego se empezó a sentir una carga incómoda y pesada en el aire, la cual solo se liberaría cuando alguien se atreviera a hablar el primero.

- Mamá – dijo Chad –, ¿ya has hablado con papá?

- No todavía no – contestó –, seguramente esté muy ocupado.

Aquello volvió el ambiente más tenso si cabía, y todos se miraron entre ellos, mientras que yo sin embargo me mordí el labio y tomé otro trago de vino.

- ¿Pasó algo muchachos? – preguntó ella, notando que algo no iba bien.

- Verás mamá – empezó a decir Adriana –, lo que pasa es que nosotros sí hemos hablado con él – eso no la perturbó demasiado –. Llamó a Lilianne esta tarde y ella nos dejó el móvil para que le habláramos.

La severa y furiosa mirada de mi madre cruzó toda la mesa hasta llegar a mí. Tensé la mandíbula y descargué todo lo que sentía masticando el trozo de carne que tenía en la boca.

- Supongo que para ella sí que tiene tiempo – dijo, y percibí todo el odio que sentía por mí en cada una de las palabras.

No fui la única que lo notó por supuesto, dado que todos me miraron con expresiones o tristes o sorprendidas o esperando a que yo reaccionara. En cambio lo único que hice fue meterme otro cacho de carne en la boca y procurar no partir por la mitad el plato mientras cortaba el siguiente trozo que me comería.

- Cambiando de tema – dijo Ellen, tratando de aliviar un poco la tensión –, las niñas pronto empezarán el colegio, ¿verdad Adriana?

- Sí, en un par de semanas – contestó mi hermana animadamente, viendo que aquel podría ser un buen tema de conversación –, y también será el primer año de guardería de Nora.

- Esperamos que se adapte bien – continuó Brandon -, puesto que nunca ha estado mucho tiempo separado de nosotros.

- Si es como Anabelle y como yo papi – dijo Dacota en tono orgulloso –, no tienes de qué preocuparte.

Todos rieron ante el desparpajo de ella al decir aquello y sonreí porque yo le había enseñado a hablar de eso modo.

- Creo que mi niña ha pasado demasiado tiempo con cierta persona – dijo Adriana lanzándome una significativa mirada y levantando las cejas.

- Mamá ya no soy una niña – le espetó Dacota.

- Estoy segura de ello querida – confirmó mi madre sonriéndole con dulzura – Y ahora dime cariño, ¿ya has pensado que quieres estudiar?

- Por supuesto abuela – contestó mi sobrina -.  Al principio quería ser actriz, ya lo sabes, pero me di cuenta de que eso no era para mí y después de pensarlo un poco decidí que lo que quiero es ser abogada, como mamá.

- ¿En serio cariño? – preguntó mi hermana, totalmente alagada y orgullosa de su hija.

- Claro mami – dijo sonriendo -, siempre me ha gustado verte trabajar y cuando me dejas ayudarte me siento bien y contenta porque sé que estoy ayudando a alguien inocente a defenderse ya que él no puede. Hasta iré a la universidad.

Miré a Dacota y por primera vez invertimos los papeles, y yo deseé ser como ella y no ella ser como yo. Estaba tan segura de lo que quería y en su voz se notaba que hablaba en serio y que lucharía por hacer lo que quería.

- ¿La universidad? – dijo mi madre –. Espero que no la vayas a dejar en el último momento, sería una gran decepción.

Las palabras fueron secas, cortantes e hirientes, tan hirientes como para hacerme partir un plato por la mitad. El crujido cortó todo sonido que pudiera haber allí y cuando levanté el tenedor y el cuchillo las dos mitades se separaron, dejándome ver el mantel que había debajo.

- ¿Tratas de decirme algo o son solo imaginaciones mías? – le pregunté a mi madre, levantando la vista y mirándola con todo el odio que pude.

- Tú sabrás – dijo, y comió un poco de ensalada caprese, la masticó y la tragó –. No fui yo quien dejó la universidad para no hacer nada.

Clavé los dos cubiertos que sostenía en las manos en la mesa, para evitar tirárselos a la cara a aquella bruja y dejar sin madre y sin abuela a las personas que más quería.

- Sabes perfectamente por qué tuve que dejarlo – contesté –. No fue mi elección.

- ¿Ahora le echas la culpa a tu padre? – me preguntó – Ni siquiera sé la razón de que te idolatre tanto cuando dices esas cosas de él.

- Yo no le he echado la culpa a nadie – dije, mi tono elevándose un poco –. No manipules mis palabras para que digan lo que quieres y tampoco uses a papá para hacerme sentir mal. Al fin y al cabo ha sido a mí a quien ha llamado y no a ti, deberías recordarlo.

Vi como su cuerpo entero se tensaba y sus puños se cerraron con fuerza hasta que los nudillos se le quedaron blancos. La cara se le inundó de odio, tanto odio que hasta Anabelle gimió de miedo.

- Adriana – dije levantándome y mirándola, pidiéndole perdón con los ojos –, tu gesto ha sido muy bonito, pero jamás funcionará. Lo siento.

Rodé la silla y avancé hacia la puerta.

- ¿Otra vez huyendo? – preguntó mi madre, y supe que se estaba burlando –. ¿Es que no sabes hacer otra cosa que huir? Lo hiciste al marcharte de casa, al dejar la universidad y, ¿ahora también? Me decepcionas.

Lágrimas de rabia rodaron por mis mejillas y me giré bruscamente, sabiendo que iba a liberar todo de una sola vez, sabiendo que no me contendría.

- ¡¿Huir?! – exclamé -. ¡Yo jamás he huido que te quede bien claro bruja! Al marcharme de casa lo único que hice fue concederte lo que querías, desaparecer de tu vista. ¿O no fue eso lo que insinuaste al decirme que preferías morirte a decir en voz alta que yo era tu hija?

Muchas caras sorprendidas hubo ante aquella revelación.

- Por no decir todo lo que me soltaste aparte de eso – continué, con una pequeña risa histérica –. Cuando dejé la universidad tampoco hui por si deseas saberlo, lo hice porque papá se presentó en mi puerta con una bala en el pecho después de que su guardaespaldas le abandonara en medio de un tiroteo. ¿Te crees que iba a dejar las cosas así y que otro inepto se encargara su protección? Preferí dejar todos mis sueños votados en la basura y encargarme de que no le pasara nada para que pudieras seguir teniendo a tu marido a tu lado.

La cara de Adriana estaba ahogada en lágrimas y la de mi madre descompuesta en cientos de pedacitos.

- Y ahora tampoco huyo – dije esta vez más seria y dura, más bien cruel -, ahora me marcho porque hay demasiadas personas aquí que te echarían en falta si te ocurriera algo malo.

El rostro de mi madre se tornó en sorpresa y miedo, comprendiendo que la amenaza no era una broma. Entonces, suponiendo que las cosas ya habían quedado lo suficientemente claras, me di la vuelta y salí del comedor. Me dirigí como una bala a la salida, sin siquiera pararme a coger las llaves del coche ni de la casa. Tan solo necesitaba escapar de aquel sitio y respirar, respirar porque las lágrimas me estaban asfixiando. Cuando me encontré en la calle me alejé unos cuantos metros del edificio y me quedé paralizada en el sitio. Respiraba con dificultad y el corazón me latía con tanta fuerza que sentía los latidos en los oídos.

- Lilianne – reconocí la voz de Nathan, que pocos segundos después se puso a mi lado.


No podía más, necesitaba soltar mi frustración, desahogarme, y no dudé en abalanzarme contra Nathan y llorar. Él me apretó fuerte entre sus brazos y mi mundo se concentró en nosotros, en nuestro abrazo, y en su voz diciéndome que todo iría bien, que jamás me dejaría.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

.Pura.

CAPÍTULO 12


No me puedo creer que hayas hecho eso – dije algo enfadada.

- Lilianne por favor – me dijo Adriana a través del móvil –, no te pongas así. Es solo una cena.

- Para ti es solo una cena – mi tono sonaba un poco histérico –, para mí es el infierno.

- Solo por esta vez Lili – me rogó y yo agaché la cabeza – y te prometo que no lo haré más.

Me quedé en silencio. No podía hacerlo, no lo resistiría y eso era algo que ni Adriana ni muchas personas lograban entender. Me costaba incluso compartir la misma casa que mi madre, por algo me había mudado después de nuestra última discusión, así que estar en el mismo cuarto, en la misma mesa y comiendo la misma comida que ella, no lo soportaría. Sin embargo, a mi querida hermana mayor lo único que se le ocurre es organizar una cena familiar esa misma noche para “recordar viejos tiempos” decía, y yo no podía hacer más que reírme por no llorar.

- Adriana, ¿por qué me haces esto? – susurré.

- Lili, ¿has dicho algo? – me preguntó ella.

Lo había susurrado tan bajo que no lo había escuchado.

- No nada – mentí –. Está bien Adri lo haré, pero te lo advierto, no esperes una feliz cena en familia.

Silencio.

- Gracias Lili – me contestó –. Eres la mejor.

- Lo sé – me reí.

Colgué, y en cuanto lo hice la sonrisa se borró de mi cara. No estaba feliz, ni siquiera un poquito, y me dediqué a mirar por la ventana del coche otra vez. Ver las casas, las personas, los árboles incluso otros coches, pasar tan rápido justo delante de mí me hacía desear que mi vida pasara así de rápido, que las risas, los cumpleaños, las fiestas, los bailes, el dolor...que todo eso pasara fugazmente, sin dudar. Pero en realidad nada pasaba rápido, y los que yo veía que se alejaban con tanta ligereza, a su vez me captaban a mí y al coche que me transportaba como unos borrones en la distancia. Irónico, ¿no?

- Así que esta noche tendremos una gran cena - dijo Nathan desde el asiento del conductor.

Le miré con el ceño fruncido, ¿es que no veía lo mucho que me molestaba aquello? ¿O es que esa situación le había proporcionado algo con lo que conseguir torturarme? Sí, seguramente sería lo último, y por eso volví a mirar fuera e ignoré su comentario.

- Venga Lili, no te pongas así - dijo -. Solo quería animarte.

- Pues hablando de lo de esta noche no lo vas a conseguir - le espeté.

- Pues hablando de ello lo llevarás mejor esta noche - me dijo -. Así estarás más mentalizada y podrás hacerlo más llevadero.

Le miré sorprendida, y es que él tenía razón, pero lo que me sorprendió más fue que su rostro se mostraba serio y comprensivo a la vez. Podía ver claramente que Nathan de verdad quería ayudarme y consolarme para que esta noche no me afectara tanto. Pocas veces había visto aquella expresión dirigida a mí, aunque recibirla de mi padre no contaba, y algo parecido a la alegría me abordó durante unos segundos. Entonces Nathan me miró también, creo que porque me había mantenido demasiado tiempo en silencio, y sentí cómo mis mejillas se calentaban.

- ¿Pasa algo?- me preguntó.

Inmediatamente volví a mirar por la ventana y traté mentalmente de enfriar mi cara.

- No nada - contesté tratando de que sonara convincente.

- Ya claro - dijo sin creerme, y supe que estaba sonriendo -. Vale, ya hemos llegado.

Enfoqué mejor mi vista hacia el exterior y vi el bar que habíamos descubierto que el hermano de Grace solía frecuentar. Decidida me quité el cinturón de seguridad y salí fuera. Hacía calor y el abrasador sol iluminaba y daba brillo a la decena de motos que estaban aparcadas en la entrada del pub. Había un par de Harleys, unas Yamaha y las demás eran Ducatis, mis favoritas. Desde dentro del garito se escuchaba mucho ruido, risas y golpes secos que me daban a entender que los motoristas estaban echando pulsos para ganar dinero fácil.

- Espero que él no esté rodeado por un grupo de mototristas – suspiró Nathan mientras se colocaba a mi lado.

- Tranquilo - dije dándole un débil codazo en el brazo y guiñándole un ojo -, yo te protegeré.

Eso le hizo reír. Nos encaminamos hacia la puerta del bar y entré, seguida de cerca por mi compañero vampiro. Una tenue capa de humo abarcaba toda la estancia pero aun así fui capaz de ver lo que nos rodeaba con claridad. La única persona que no vestía chaqueta de cuero allí dentro era el barman y, quizás, también dueño del local. Éste y muchos más nos miraron con desdén en cuanto cruzamos la puerta lo que evidenciaba que los intrusos no éramos muy bien bienvenidos allí.

Me da a mí que los únicos que no nos observaban eran los que echaban el pulso en un rincón.

Nathan me dio dos pequeños toques en la espalda y al mirarle me hizo un gesto en dirección a la barra. En ella, al final del todo, se encontraba Jonas, mirando cabizbajo y con expresión no muy feliz la jarra de cerveza que tenía entre las manos. En ese momento me dio absolutamente igual que me miraran con desprecio y desinterés, y es que no había ido hasta aquel lugar para verles a ellos después de todo. Nathan y yo caminamos hasta donde el hermano de Grace estaba sentado y le toqué la espalda para llamar su atención. Al vernos primero se sorprendió, pero luego nos dedicó una desanimada sonrisa.

- Hola agentes - dijo -. ¿Les apetece tomar algo?

- No gracias - contestó Nathan -. Pero si nos gustaría hablar contigo.

- Espera, espera - dijo de repente el tipo que estaba sentado al lado de Jonas -, ¿sois polis? No vais a tocar a este chico, ¿queda claro?

- ¿Estoy detenido? - preguntó Jonas ajeno a lo que el otro estaba diciendo.

- Oíd chicos - continuó el tipo en un tono más alto -, estos dos han venido a llevarse a Jonas.

Fue entonces cuando todos, incluidos los del pulso, se pusieron a mirarnos con expresiones molestas y enfadadas.

- No Jonas, no estás detenido - le dije con voz seria -. Pero tu amigo sí que lo va a estar como no cierre el pico.

- Oye muñeca - dijo el motorista ofendido -, no te creas que te tengo miedo a ti o a la ley, ¿entiendes? Tú y tu compañero estáis ahora en mi terreno así que no me enfades, ¿me escuchas?

Ese tío tenía la extraña costumbre de terminar todas sus frases con una pregunta.

- Lo único que tus palabras me provocan son cosquillas, ¿entiendes? - le miré -. Tus amenazas me hacen reír y eso que hoy no estoy de humor, ¿me escuchas? No hemos venido aquí para detener a nadie así que volved cada uno a lo vuestro y todo acabará bien, ¿queda claro?

Muchos, incluido el barman, rieron por mi énfasis burlesco en las mismas preguntas que aquel motorista había dicho anteriormente y, haciendo caso de mis palabras, todos volvieron a lo que estaban haciendo.

- Muy bien Jonas - dije volviendo a mirarle -, ¿quieres que hablemos aquí o en otro sitio?

- Es sobre mi hermana, ¿cierto? - yo asentí -. Entonces prefiero ir a un lugar menos alborotado.

Los tres salimos fuera del bar y buscamos una zona donde sentarnos en la que además hubiese sombra. No es que hubiera tampoco mucho espacio donde elegir ya que el sol lo alumbraba casi todo. Por ello no tuvimos más remedio que ir a una cafetería a un par de calles de allí que en aquel momento no estaba muy llena y nos aportaría algo de tranquilidad.

- De acuerdo - empezó Nathan -, ahora que ya estamos en un sitio más calmado mi compañera y yo necesitamos que nos aclares unas cosas.

- No sé qué puedo hacer yo si ayer ya me preguntaron lo que quisieron - dijo él mientras se recostaba en su asiento- pero haré lo que pueda.

Sus ojos estaban entrecerrados y tenía la mirada cansada, casi ausente, por lo que seguramente ya se habría tomado un par de cervezas antes de nosotros encontrarle.

- Jonas, tanto mi compañera y yo estamos muy confusos por algo que vimos ayer - dijo Nathan-, tú tenías una actitud un tanto extraña.

- No entiendo a qué se refieren - contestó Jonas, y noté como su nerviosismo aumentaba -, quizás estaba afectado por lo de mi hermana.

- ¿Quizás? - continuó el vampiro-. Tienes una forma muy curiosa de mostrar tu dolor.

Observé como la garganta de Jonas subía y bajaba mientras él tragaba saliva. Su nivel de incomodidad había crecido hasta el punto de que se veía una pequeña gota de sudor avanzando por su mejilla y entrecerré los ojos para someterle a más presión. Necesitaba que nos contara lo que sabía y lo conseguiría de un modo u otro.

Mirarle así era la forma menos violenta con la que podía sonsacarle la información.

- ¿Sabes? - dije yo -. Creo que ocultas algo y mi compañero y yo averiguaremos qué es tarde o temprano. Nos ahorrarías tiempo si nos lo contaras ahora.

Jonas me miró y apretó la mandíbula. Unos segundos después se incorporó, se inclinó hacia delante y puso las manos juntas encima de la mesa. Abrió la boca para decir algo pero rápidamente la cerró y echó un vistazo a nuestro alrededor, en todas direcciones.

- Sé que no lo podrán entender - dijo en un susurro casi inaudible -, pero no puedo decir nada.

- ¿Por qué no? - preguntó Nathan.

- Si lo hago, ellos vendrán a por mí - contestó -. Me matarán como hicieron con Grace.

- Y solo por eso piensas dejar la muerte de tu hermana sin resolver - protesté-. Eso es muy cobarde.

Él apretó los puños y volvió a recostarse en la silla.

- De acuerdo - dijo -, pero prometedme que no le pasará nada a mi madre. Me da igual lo que pase conmigo pero si le hacen algo a ella por mi culpa, será peor que morirme.


Miré a Nathan y vi como sacaba su móvil. Después de marcar el número al que quería llamar puso el altavoz y colocó el aparato en medio de la mesa. Se oyeron dos toques antes de que alguien contestara.

- Comisaría del condado, soy el agente Marshall ¿qué pasa?

- Agente Marshall somos Nathan Maddox y Lilianne Birdwhistle - dijo sin dejar mirar el teléfono-. Necesitamos que ponga bajo protección a la madre de Grace Nichols.

- Muy bien - contestó Marshall -, mandaré a dos agentes enseguida.

- Y también a su hermano - dije -, Jonas Nichols, no podemos correr riesgos.

Jonas me miró sorprendido y Nathan se tapó un poco la boca para ocultar una sonrisa.

- Está bien - dijo Marshall -, lo arreglaré todo ahora mismo - y colgó.

En cuanto lo hizo Nathan y yo volvimos a mirar a Jonas que, tras ver que comprobó con aquello que íbamos completamente en serio.

- Hace unos meses un tipo del club nocturno donde trabaja mi madre los fines de semana empezó a acosarla, a mi madre me refiero - dijo él -, y Grace... ¡oh dios Grace! Le dije que no se metiera que yo trataría de arreglarlo, pero ella era tan testaruda. Lo que ella no sabía era que ese hombre era y es parte de un grupo de personas con las que no conviene meterse.

- ¿Por qué no? - preguntó Nathan.

- Porque son fuertes y poderosos - contestó -. A los ojos de los demás pueden parecer personas normales con más dinero que otros pero eso no es todo.

Nathan y yo nos miramos y supe que estábamos pensando lo mismo. Jonas estaba hablando de vampiros, los únicos seres sobrenaturales a los que les importaba ser poderosos tanto en el mundo humano como en el sobrenatural.

- ¿Y entonces qué son? - dijo Nathan mirándole.

- No me creerían, pensarán que estoy loco.

- Prueba a ver - le dije.

Él se quedó en silencio y me miró. ¿Por qué siempre hacía eso cuando yo le preguntaba? ¿Por qué respondía a las preguntas de Nathan rápidamente y a mí me miraba y se mantenía en silencio antes de contestar?

- Ellos - volvió a tragar saliva -, ellos son vampiros.

¡Din din din! ¡Bingo! Una musiquita de victoria sonó en mi cabeza y sonreí.

- ¿Ves? Ambos os reís de mí, creen que estoy loco.

Miré a Nathan sorprendida. ¿Él también se había reído?

- No nos reímos de ti - dijo Nathan en tono serio -. ¿Quieres que te cuente una cosa? Así te demostraré que no pensamos que estés loco.

Jonas nos miró a los dos dudoso, y luego asintió.

- Lilianne es policía de asuntos sobrenaturales, trata con hombres lobo, demonios, hadas, elfos y toda clase de seres que te puedas imaginar - empezó a decir -. Ha eliminado a muchos de ellos porque suponían un peligro para los humanos. Y en cuanto a mí...- Nathan me miró y se mordió el labio -...yo soy un vampiro.

Jonas nos volvió a mirar, pero esta vez con los ojos abiertos como platos.

- ¿De verdad? - ambos asentimos -. ¿Y has matado vampiros?

Yo sonreí y asentí otra vez.

- Ahora Jonas - dije -, necesitamos un nombre.

Él nos ojeó un poco más y luego soltó aire y se inclinó sobre la mesa para acercarse a nosotros.

- Adam Wayland - dijo -. Ese es el que acosaba a mi madre, pero no sé nada más. Grace no me dejó indagar.

- Muy bien - dijo Nathan y nos levantamos -. Gracias, le pondremos al corriente de lo que pase.

Los dos salimos de la cafetería y dejamos allí a Jonas, que ni siquiera trató de levantarse para irse. Regresamos al frente del bar donde estaba mi coche y donde nos acechaban varios motoristas desde la puerta. Entre ellos estaba aquel tipo con el que había tenido que lidiar para que no armara alboroto y que me observaba solo a mí. Abrí la puerta del copiloto pero antes de entrar me giré y vi al tipo aquel.

- Ha sido un placer - le dije y sonreí.

Entonces me metí en el coche y Nathan nos sacó de allí.

- Marshall, somos nosotros otra vez - me sorprendí al escuchar la voz de Nathan ya que ni siquiera le había visto sacar el móvil -. Buscad toda la información posible sobre Adam Wayland y sobre cualquier cosa relacionada con él- y colgó.

Me quedé mirándole mientras guardaba el teléfono y seguía conduciendo. Que yo supiera Nathan no era más que el dueño de una discoteca y sin embargo ejercía el papel de policía a la perfección, como si ya hubiera hecho antes. Él tenía un pasado bastante largo por ser vampiro y seguramente habría muchas cosas que yo no sabía ni averiguaría nunca, aunque si me contaba que una vez fue poli, me sorprendería bastante. Al principio apenas se percató de que yo le miraba pero poco después se dio cuenta y me miró de reojo.

- ¿Pasa algo? - preguntó pero yo no contesté -. No es justo que tú me mires y que yo no pueda hacerlo.

- Te recuerdo que fuiste tú el que no me dejó conducir - dije volviendo a mirar al frente.

- En eso llevas razón - dijo.

- Como en casi todo lo que hablo contigo- susurré, a pesar de que sabía que me estaba escuchando.

Él rió.

- Da igual, no me importa que me mires- dijo -. Yo ya tendré ocasión de mirarte a ti.

- Confías mucho en ti y en tus capacidades - dije.

- Si no lo hiciera no habría llegado donde estoy ahora.

- ¿Y has llegado lejos? - le miré.

- He llegado a ti, ¿no? - contestó y yo no supe qué decir.

Así que dirigí mi mirada a través de la ventana y me dediqué a observar lo de fuera. Para mi desgracia llegamos a la casa, donde mi hermana organizaba aquella asquerosa cena en familia, excesivamente pronto y mi humor se desplomó por el suelo. Nathan aparcó y los dos bajamos del coche. Mientras esperaba a que él rodeara el vehículo y se pusiera mi lado, mi móvil vibró en el bolsillo del vaquero que tenía puesto y lo saqué para contestar a la llamada.

Era mi padre.

- Está usted hablando con Lilianne Birdwhistle, ¿qué desea? - dije.

- Hola cariño - dijo mi padre -, ¿qué tal va todo? ¿Habéis avanzado con el caso?

- En cuanto al caso - dije y justo entonces Nathan llegó a donde estaba yo y empezamos a ir hacia la casa a la vez que le tiraba las llaves para que abriese la puerta principal -, pues estamos esperando a que nos den información sobre un tal Adam Wayland, un vampiro que por lo visto estaba acosando a la señora Nichols en el club nocturno. Según su hermano, Grace se metió en el asunto para que dejaran a su madre en paz.

- Eso parece un dato muy relevante - contestó mi padre -. Avisadme en cuanto tengáis algo nuevo. ¿Qué tal todo por casa?

Me quedé en silencio un momento. En ese momento ya estábamos dentro de la casa y al asomarme a la cocina vi como mi hermana revoloteaba alegremente de un lado para otro bajo la atenta mirada de Ellen.

- Tu hija Adriana ha organizado una cena familiar para esta noche - dije -. ¿Responde eso a tu pregunta?

Al oír su nombre, mi hermana se giró hacia mí con una sonrisa y se acercó.

- ¿Hablas con papá? - me preguntó y yo asentí -. Hola papá, ¿qué tal va todo por Europa? Aquí te echamos mucho de menos - me arrancó el móvil de las manos antes de decir todo eso y supe que no lo volvería a ver hasta dentro de un rato.

- ¡Chicos! - gritó Ellen para que los que estaban por la casa la escucharan -. ¡Papá está al teléfono! ¡Venid a la cocina!

¿Así que Ellen ya llamaba "papá" a su suegro?

Me quité de la puerta de la cocina para que los demás no me arrollaran al entrar por ella y me fui a mi cuarto. Había perdido de vista a Nathan y no sabía dónde se había metido, pero no tenía demasiados ánimos en ese momento para buscarle tampoco. Cuando entré a mi habitación me quedé mirándola un momento y pensé que estar encerrada allí todo el tiempo no era lo más productivo que podía hacer. Por eso me quité la ropa que llevaba puesta y la sustituí por un short deportivo y una camisa holgada con el logo de Nike en medio.

Salir a correr me ayudaría a mantener mi resistencia y a airearme un poco.

Cogí mi iPod lo conecté a los cascos y me lo coloqué en el brazo con un brazalete. Fui hasta el baño, me lavé la cara y me recogí el pelo en una cola de caballo para que no me molestara mientras corría. Cuando comprobé que todo estaba en orden salí de la zona de invitados y fui a la cocina que ya estaba más despejada de gente. Tan solo estaban allí Adriana, Chad y Ellen.

Ni rastro de mi móvil.

- ¿Vas a correr? - me preguntó Chad que estaba rondando a Ariadna y a la comida que ella preparaba.

- Sí - contesté.

Abrí la nevera y tomé el bote de zumo.

- No te irás a escaquear de la cena, ¿no?- dijo al mismo tiempo que me pasaba un vaso.

- Es una idea muy tentadora, quizás la ponga en práctica - planteé, luciendo una picarona sonrisa.

- Ni lo pienses querida hermanita - dijo Adriana en un tono poco simpático - como se te ocurra siquiera llegar tarde iré a buscarte personalmente, ¿entendido?

Le hice un gesto a lo militar diciendo "¡sí señor!" sin articular palabra y luego sonreí mientras me llevaba el vaso con zumo a la boca. En ese instante entraron a la cocina Dacota y Anabelle con expresiones enfadadas, seguidas de lejos por Nathan.

- ¡Mamá, dile a esta renacuaja que no puede quedarse con Nathan! - exclamó Dacota con notable furia.

- ¡No, es mío! - replicó Anabelle.

Su intento por sonar enfadada la hacía ver muy tierna y entrañable.

- ¡A ver niñas no forméis alboroto! - dijo Adriana adoptando su papel de madre -. Nathan no es de ninguna de ustedes, ¿queda claro? Sois muy pequeñas para él y hasta para tener novio. Esperad a tener dieciocho.

- ¿Y cuando tenga dieciocho podré salir con él? - preguntó Dacota.

Yo miré a otro lado para que no me vieran reírme.

- No has arreglado mucho las cosas que digamos - dijo Chad, haciendo eco de lo que yo estaba pensando y riéndose conmigo.

- Ya os vale - dijo nuestra hermana mirándonos enfadada -. Podríais intentar al menos ayudarme y no reíros - nos tiró a ambos un paño de cocina y volvió a mirar a sus hijas -. Venga chicas, vayamos al salón para que dejéis a Nathan tranquilo - y las tres se fueron.

- Veo que estás causando sensación en la casa, ¿no? - le dije a Nathan que estaba mirando como sus admiradoras se alejaban.

- Has nombrado la casa en general - dijo apoyándose contra la puerta -, ¿también te causo sensación?

Me reí un poco mientras guardaba el zumo de nuevo en la nevera y fregaba en vaso que acababa de usar.

- No causas tanta querido - dije.


Pasé al lado de Nathan, le di dos palmaditas en el hombro a modo de consuelo y me marché a correr.