sábado, 26 de abril de 2014

Herida(Wounded)

CAPÍTULO 11


El calor y la excitación recorrían cada milímetro de mí.

Las manos de Kile se deslizaban por mi cuerpo como si de una escurridiza serpiente se tratara y sus besos me hacían estremecer. Lentamente sus manos se aferraron a la cinturilla de mi mini-falda y comenzó a deslizarla por mis piernas hasta que se libró de ella. Sus labios abandonaron los míos y comenzó a bajar sus besos por mi mandíbula, hasta llegar a mi cuello. Esta vez sus manos se deslizaron por mi espalda, empezando a buscar el cierre de mi sujetador con los dedos, pero yo le detuve antes de que lo lograra.

Se me quedó mirando.

- No me gusta estar en desventaja- le susurré, deslizando mis manos hasta los botones de su pantalón. Ambos teníamos las camisas quitadas y yo acaba de ser despojada de mi mini-falda, era el turno de su pantalón-. Te toca a ti.

Con una amplia sonrisa me volvió a besar, y me ayudó a quitarle los pantalones. Los besos se volvieron más intensos, más salvajes, más ansiosos y rodamos sobre nosotros mismos varias veces en la cama. La temperatura subía según nuestros cuerpos se tocaban y comenzamos a hiperventilar. A pesar de que me hacía enojar, tenía que reconocer que aquel chico sabía cómo conquistar a una chica, lo que me hizo pensar en con cuántas más habría hecho lo mismo que conmigo. Esos pensamientos fueron suplantados al sentir como una de las manos de Kile acariciaba apetitosamente la piel allí donde mis braguitas le dejaban, y supe que estaba deseando librarse de ellas. Nos encontrábamos piel con piel, no había nada que nos separa excepto un par de prendas que resultarían fáciles de quitar y…

Alguien tocó la puerta.

Los dos miramos la puerta de mi habitación, sorprendidos, y luego nos miramos mutuamente.

- ¿Has quedado con alguien?- preguntó él.

Yo negué con la cabeza y rodé por debajo de su cuerpo para poder levantarme.

- No abras- susurró sujetándome de la muñeca.

- Puede ser importante- me encogí de hombros.

Kile suspiró con resignación y me dejó marchar mientras comenzaba a vestirse. Me acerqué a la puerta y la abrí un poco, dejando ver tan solo mi cabeza, ya que me encontraba en ropa interior. Me sorprendí de ver a Lance al otro lado, con aspecto un poco avergonzado, y me di cuenta de que él sabía lo que habíamos estado haciendo en la habitación.

Escuché más movimiento detrás y en unos segundos Kile apareció a mi lado. Miró a Lance algo enojado y antes de salir me dedicó una sonrisilla y me dio un leve beso en los labios. Una vez le perdimos de vista miré a Lance, todavía escondiendo mi cuerpo detrás de la puerta.

- ¿Qué haces aquí?- pregunté, algo incómoda por la posición.

- Bernard quiere hablar contigo- explicó.

- Como no- dije, rodando mis ojos con enojo-. Deja que me cambie, espera aquí.

El asintió y yo cerré la puerta.

Un poco desilusionada me di la vuelta e inspeccioné el cuarto, mientras pensaba en qué ponerme. Mi uniforme estaba esparramado por el suelo y no me apetecía mucho ponérmelo, así que lo recogí, lo puse sobre la cama y abrí el armario.

Me decidí por unos pantalones harem negros a la altura de mis rodillas, una camisa de tiras blanca y unas deportivas negras. También cogí una sudadera holgada de color negro, y me la puse antes de salir.

Abrí la puerta y seguí a Lance.

El día parecía haberse puesto malo de repente, ya que los pasillos estaban algo oscuros, y si mirabas fuera, podías ver el cielo encapotado de amenazadoras nubes grises. Los pasillos estaban casi vacíos, salvo por algún alumno que paseaba y, para mi desagrado, todos se me quedaban mirando como si fuera un bicho raro, así que me puse la capucha de la sudadera que, como era holgada, me tapó parte de la cara. Rato después, Lance se desvió del camino de los pasillos y avanzó fuera, al frío y nublado exterior. Algo extrañada, continué detrás de él y pronto estuvimos en las puertas principales de la academia. Caminamos rodeando el gran edificio que era la institución y maldije porque no hubiesen puesto una puerta trasera y así no tener que rodearla.

Bajo aquellas nubes grises, el ambiente se sentía cargado y húmedo, lo que daba a entender que esas nubes se quedarían un poco más antes de descargar todo el agua que traían encima.

Mi predicción del tiempo quedó suplantada por la curiosidad en cuanto vi que Lance se dirigía hacia el bosque, y no pude evitar hacer una mueca.

- ¿Dónde demonios se ha metido este viejo?- maldije en un susurro.

Lance se rio.

Me sorprendió que en el límite donde comenzaba el bosque, encontrásemos un caminito de baldosas de piedra, pero me sorprendió mucho más cuando avanzamos por él. ¿Por qué querría hablar aquel tipo conmigo en medio de aquel sitio? Allí, en el bosque, el ambiente era más cargado que antes, y el frío erizó la piel desnuda de mis piernas a la vez que trataba de traspasar mi ropa. Metí mis manos en los bolsillos de la sudadera para que no se enfriaran, pero ya poco podía hacer con mi congelada nariz.

Pocos minutos pasaron desde nuestra entrada en el bosque y ya Lance empezaba a disminuir la velocidad de su paso. Sinceramente, esperaba encontrarme a Bernard con el resto del clan, en una especie de rito de iniciación para obligarme a unirme a ellos, pero lo que encontré no se asemejaba en nada a eso.

- ¿Un invernadero?- pregunté, estupefacta.

Lance no contestó.

El invernadero era enorme, y eso que solo estaba viendo la parte frontal, y tenía como dos pisos de altura. ¿Era eso legal? Las paredes estaban divididas en cuadrículas y el color blanco que una vez habían tenido tenía ahora una capa de tierra y musgo mezclado, sobre todo en las esquinas de cada cuadrado. En mitad de dicha pared había una puerta, que se diferenciaba solo por el hecho de tenía una forma más rectangular  que los cuadrados que la rodeaban. Lance se paró enfrente de ella, la abrió y me dejó pasar con un gesto de mano.

Si por fuera era enorme, por dentro era inmenso.

Era como si acabase de entrar en una jungla sin animales, en un mundo totalmente diferente al del exterior y ciertamente, me gustaba más ese lugar que el mundo exterior. Para ser más precisa, aquel lugar era como una de esas fantasías que sueñas despierta en tu habitación, deseando que al asomarte por la ventana se haya vuelto realidad.

Y las flores que se encontraban dentro eran de ensueño.

Jamás había visto tantas flores juntas y tenía que decir que aquella panorámica no disgustaba mi vista. Había flores de todo tipo, de todas las clases y de todos los colores que te pudieras imaginar. Tenía la sensación de haber entrado en un sueño maravilloso, rodeada de vida y frescura.  Gracias a una investigación que había tenido que hacer para un trabajo de clase, pude identificar la mayoría de las flores que había allí. Había camelias; adelfas, que lucían tan sedosas al tacto que daban ganas de abrazarlas; adonis, unos rojos, otros negros; belladonas; algunos alhelíes encarnados; bocas de dragón; campanillas; amapolas de todos los colores; azaleas, blancas y rojas; azucenas; begonias; bastantes cactus florecidos; caléndulas; claveles; rosas rojas, amarillas, negras, blancas, rosas; crisantemos; geranios; margaritas…

Según iba avanzando, más flores se iban apareciendo a mi paso y me sentí abrumada por la cantidad de belleza que se podía juntar en un solo espacio. Seguí caminando y observando, hasta llegar a una pequeña plazoleta redonda, con una blanca mesita de café en el centro y un par de sillas, también blancas, a ambos lados de ella. Avancé por el borde de la plazoleta, admirando todavía las flores, y me encontré con un pequeño estanque repleto de nenúfares. Justo al lado del estanque, se encontraba un gran número de flores cuyo nombre desconocía. Median casi un metro, más o menos, y cada tallo estaba rodeado por cientos de unas azuladas flores.

Eran hermosas.

Y, no entendía por qué, pero no saber el nombre de esa especie de flor, la hacía aún más atrayente. Un pequeño escalofrío recorrió mi columna, e inconscientemente acerqué mi mano a ellas, con el repentino deseo de tocarlas.

- Yo que tú, no haría eso.

Me giré, sorprendida, y vi a Bernard sentado en frente de la mesita de café, leyendo un periódico con un juego de té delante de él.

Juraría que no le había visto ahí antes.

- ¿Por qué no?- le pregunté.

Él continuó con la vista fija en el periódico, pero después de un instante, lo cerró y, dejándolo encima de la mesita, se acercó a mí.

- Son hermosas, ¿a que sí?- preguntó, sin esperar realmente una respuesta.

Yo igualmente asentí.

- Pero no te confíes- dijo, mirando las flores-. Muchas veces, las apariencias engañan, hasta con las flores- me miró-. Son acónitos, y son venenosas, tóxicas. Puede afectar a las vías respiratorias, a los centros nerviosos y también causan problemas de tipo cardíaco. Afortunadamente les han puesto una sustancia que neutraliza su toxicidad, si no, ya estaríamos envenenados.

- Y si es tan peligrosa, ¿por qué la tienen aquí?- pregunté.

No respondió, y yo tampoco insistí en recibir una respuesta.

- ¿Y de qué querías hablar?- le pregunté.

Él me miró durante un instante, y luego regresó a su antiguo puesto en la mesita de café, volviendo a abrir el periódico.

- De nada- contestó.

- ¿Qué?- eso fue lo único que fui capaz de decir-. ¿Entonces para qué me has llamado? ¿Para hacerme perder el tiempo?

- Estabas con ese chico, Kile, ¿verdad?- dijo sin apartar la vista del periódico e ignorando mis preguntas.

Me quedé en silencio.

Bernard no era nadie a quién tuviese que decirle qué andaba haciendo todo el día, y mucho menos tenía que saber sobre mis asuntos amorosos. Aunque seguramente, por ese tono afirmativo de su voz, él ya sabía qué hacía sin siquiera tener yo que decírselo. Apostaba lo que fuera a que sabía más cosas de mí de lo que yo misma conocía, y eso me molestaba profundamente.

Así que, entendiendo aquello, no vi motivo alguno para no decirle la verdad.

- Sí- dije.

-Entonces ha valido la pena el haberte llamado.

Ahora sí que estaba perdida.

Confundida, me acerqué y ocupé la silla libre que quedaba junto a la mesita de café.

- No te entiendo- dije mientras tanto-. ¿Acaso pretendes alejarme de él?

No hubo respuesta por su parte, pero la sonrisa que cruzó su rostro fue todo lo que necesité.

- ¿Y puede saberse por qué no quieres que estemos juntos?- pregunté-. No creas que por venir aquí y poner a todo tu séquito a protegerme quiere decir que te deba algo. Fui clara la última vez, y mantengo mi respuesta. No me uniré a ti ni a tu clan, así que no pienses que tienes derecho a decirme que puedo o no puedo hacer- él me miró-, con quién puedo o no puedo estar.

Se quedó en silencio, observándome detenidamente, esperando cualquier tipo de emoción en mi rostro, pero me mantuve neutral y, después de unos minutos, sonrió.

- Como ya dije anteriormente ante todos tus compañeros- comenzó-, he venido a protegerte, y Kile es una de las cosas de las que voy a hacerlo. Créeme- me miró serio-, al igual que los acónitos, Kile puede ser atrayente por fuera, pero esconde veneno bajo su piel. Dime, ¿piensas que en estas semanas le has conocido bien? Lo que has visto no es ni una cuarta parte de la realidad que él esconde, y mientras esté aquí, evitaré que te haga daño.

Todo se quedó en silencio, y es que ciertamente, yo no sabía qué contestar. ¿Tenía que decirle que estaba equivocado? ¿Qué Kile no era el chico que él me estaba describiendo? ¿Qué no le conocía como yo? En realidad la pregunta era, ¿le conozco yo acaso? Si Bernard tenía razón en algo, era en eso, porque yo apenas conocía a Kile, y no me refiero desde que le conocí, sino a él, a su verdadero yo, sus sentimientos. Tan solo sabía que era guapo, rico y que extrañamente me sentía atraída por él.

Pero no iba más allá de eso.

Nuestra relación, si es que había alguna relación, se sentía como el típico amor de verano, que es excitante y apasionado, pero que sabes se acabará en cuanto el otoño se asome por la ventana.

No había amor, ni mariposas en el estómago cada vez que le miraba. No sabíamos lo que pensaba el otro con solo mirarle a los ojos. No existía conexión aparte de la excitación de sentir sus labios contra los míos, de sentir el roce de su piel contra la mía. Lo que me unía a él, lo que nos unía, era simplemente físico, no había sentimientos de por medio. Un chico y una chica, ambos atractivos y misteriosos a su modo, de una manera u otra, ambos predestinados a compartir momentos de lujuria y pasión.

No más.

Una historia más en el montón.

Ni yo le conocía a él, ni él me conocía a mí. No sabíamos nada el uno del otro sino lo que habíamos visto las últimas semanas. Por lo que sabía, me estaba enrollando con un extraño.

- ¿Y qué pretendes decirme con eso?- pregunté-. ¿Qué no le hable más? ¿Qué me aparte?

Bernard cerró el periódico, dejando un dedo en medio para marcar la página, y me miró.

- Cómo tú misma has recalcado- dijo-, no te diré lo que tienes que hacer. Sigue viéndole, sigue besándole, enamórate, haz lo que quieras. Trataré de protegerte lo mejor que pueda, aunque no prometo que no vayas a sufrir ningún dolor si terminas sintiendo algo por él más allá de la atracción física. Yo solo te advierto, y te digo, no dejes caer tu guardia y mantén tu mente abierta para lo que pueda venir.

- Y si tanto presumes de que me vas a proteger, ¿cómo es que no prometes que no vaya a salir herida? ¿Es eso protegerme?- pregunté, tratando de que me desvelara lo que quisiera que él me estaba ocultando.

- Porque eres terca- respondió sin pensárselo-, y sé que diga lo que diga, siempre harás lo que te dé la gana. Por eso solo trato de amortiguar algo del dolor que sentirás, como si te estuviese anestesiando, pero no del todo.

Le miré, una mueca en mi cara.

- Tu lógica no tiene ningún sentido- dije y me levanté-. Si no tienes nada más que decirme, me marcho.

Bernard asintió hacia mí y, tras tomar un sorbo de la taza de té que tenía delante, continuó leyendo el periódico. Avancé en dirección a la puerta, pero lo hice lentamente, admirando de nuevo las flores.

- Que tenga sentido o no- dijo desde su asiento-, no es de importancia. Tú solo no te confíes y evita salir dañada.

- Lo que tú digas, viejo- le contesté.

Llegué a la puerta y salí de allí.

miércoles, 16 de abril de 2014

Herida(Wounded)

CAPÍTULO 10


- Eres linda- dijo Logan acercándose a mí.

Gracias- contesté, prestándole más atención a comerme la manzana que a él.

En aquel momento me encontraba con el “grupo’’ en el comedor, ya que habíamos decidido reunirnos para pasar el rato.

- ¿No te gustaría que hubiese algo entre nosotros?- me preguntó. Le miré o más bien, miré a Abril, que estaba sentada a su lado mirándome decaída y mirando a Logan con ojos desolados.

Y no me extrañaba, sabiendo que su novio flirteaba con otras delante de sus narices. Los demás allí presentes miraban la escena recelosos, intentando que no se notara su interés por lo que estaba pasando, excepto Jul, Betty y Kile, que no se molestaban en ocultarlo ni lo más mínimo.

Volví a mirar a Logan, que permanecía ajeno al sufrimiento de su novia y a la curiosidad del resto.

 Sí, por supuesto Logan- contesté con una sonrisa-, me encantaría- a él se le iluminaron los ojos.

- ¿A sí?- preguntó interesado- ¿Algo como qué?- yo sonreí más ampliamente.

- Algo como una pared, por ejemplo.

Su cara se quedó blanca, y todos los que presenciaban nuestra conversación rieron a carcajadas. Los chicos reían a más no poder, y cada vez lo hacían con mayor intensidad. Jul no podía contener la risa mientras que Betty se reía por lo bajini y Kile me miraba con una sonrisilla.

Pero a mí quien me interesaba era Abril.
Ella por su parte estaba seria y miraba a algún punto de la mesa fijamente. Sentía pena por ella, ya que, por cómo me la había descrito Jul antes de yo conocerla, era una chica alegre y entusiasta, y sin embargo, desde que había comenzado lo suyo con Logan, se había convertido en una chica sumisa y amargada.

- Abril, vámonos- ordenó Logan mientras se levantaba y comenzaba a alejarse.

Ella le obedeció, e inmediatamente se levantó y comenzó a seguirle, pero justo cuando pasó por mi lado, la sujeté por la muñeca y la miré seriamente.

- No tienes por qué seguir con esto- le susurré.

Durante un momento sus ojos se iluminaron, y comprendí las tremendas ganas que ella tenía de llorar, pero tan solo me dedicó una débil sonrisa y se encogió de hombros.

La solté y vi cómo se marchaba.

En ese instante se escuchó un carraspeo a través de los altavoces situados en las esquinas del comedor y supe que la directora iba a hacer un anuncio.

- Atención, alumnos- dijo la imponente voz de la directora-. Reuníos todos inmediatamente en el comedor.

Y como si del mismísimo ejército se tratara, el comedor comenzó a plagarse de gente ansiosa por encontrar un buen sitio para sentarse y en menos de cinco minutos ya todo el mundo estaba allí dentro. En cuanto todos entraron, varios guardias se colocaron esparcidos por la estancia y la puerta principal fue cerrada. Ambos directores entraron en ese preciso momento, y se situaron en sus respectivos asientos, seguidos por un total de diez vampiros más.

Vampiros que yo conocía.

Me tensé y abrí los ojos de par en par ante la sorpresa. Aquellos vampiros eran los que me habían pedido que me uniera a ellos, y reconocí a su líder en cuanto piso la sala. Él me miró y sonrió al ver que yo parecía reconocerle. Rápidamente miré a la directora, que mantenía su mirada fija en mí, por lo que supuse que aquel tipo le había contado el trato que me había ofrecido tiempo atrás.

- Dani- susurró Kile en mi oreja-, ¿estás bien?

Al parecer él había aprovechado el momento de ajetreo para ponerse a mi lado y le miré sorprendida ya que no le había esperado allí de repente. Miré a mis amigas, que parecían tener la misma duda que Kile y yo asentí con la cabeza.

- Sí- mentí-, estoy bien.

A mi alrededor, los diez vampiros causaban revuelo, como a mí, pero ellos estaban más curiosos que alarmados por nuestros misteriosos visitantes.

- Muy bien chicos- dijo la directora levantándose y dejando de mirarme-. Creo que habréis notado que estos últimos días Francis y yo hemos estado algo apartados del resto de la academia, ¿no es así?

Los demás asintieron, y aunque yo traté de hacerlo, no podía apartar mi mirada del líder de aquel clan.

- Como prometí a los alumnos de la academia Snake en su día, uniendo mis fuerzas con Francis y con el resto de los profesores y guardianes, todos juntos hemos tratado de encontrar una forma para defendernos de quiénes nos amenazan y, como si fueran un regalo caído del cielo, Bernard y su clan nos han ofrecido su ayuda amablemente- ella miró al líder del clan y éste avanzó hasta ponerse a su lado.

Así que ese era su nombre, Bernard.

- Encantado- dijo él, con un casi imperceptible acento inglés.

- ¿Alguna pregunta?- ofreció la directora al ver que todos miraban al tipo curiosamente.

Muchas manos se levantaron y Bernard eligió a una chica de la academia Snake sentada en una mesa contigua a la que yo me encontraba.

- ¿Por qué nos quieren ayudar?- preguntó-. Digo, no es que no agradezca vuestra amabilidad, pero a no ser que usted y su clan tengan algo que ver en todo esto, no entiendo por qué nos queréis ayudar. Muchos otros hubiesen evitado el problema y ya está.

La pregunta fue directa y sin tapujos, formulada para decir en voz alta lo que la mayoría de los allí presentes pensaban.

- Digamos que estoy interesado en proteger y mantener viva alguien de aquí- contestó Bernard.

Hubo silencio durante un momento.

- Por el término femenino que usted ha usado- pronunció alguien desde nuestra mesa, y me giré para ver a Ámber levantándose de su sitio a pesar de que no le habían dado la palabra-, debo dar por hecho que esa persona es una chica, ¿cierto?- Bernard asintió-. ¿Podría decirnos quién es?

Bernard esbozó una amplia sonrisa, y es que, al parecer, había estado esperando esa pregunta. Los dos directores me miraron, pero Bernard tan solo rio un poco y escaneó la sala lentamente.

- ¿Por qué no te presentas tú misma, querida?- preguntó al aire, sin mirar a nadie en concreto-. Ponte en mi pie para que te veamos mejor- yo apreté mis puños sobre mis muslos.

Le miré con ojos asesinos y luego rodé mis ojos con resignación. Suspiré, me levanté y avancé un poco para alejarme de la mesa y que todos me pudieran ver. A mí alrededor todos contuvieron el aire y me miraron sorprendidos, pero yo no podía hacer más que mirar a Bernard desafiante.

- ¿Mejor ahora?- le pregunté y él sonrió.

- Mucho mejor.

- ¿Más preguntas?- continuó la directora y esta vez se levantaron más manos que antes, incluida la mía.

Bernard asintió hacia mí.

- ¿Qué pides a cambio de la protección?- pregunté-. Te conozco, y sé que no haces esto por pura solidaridad.

- Solo he venido a protegerte- dijo, pero su tono daba a entender que estaba mintiendo, cosa que no se molestó en ocultar-. ¿Qué más puedo pedir sino que estés viva?

Tan solo bufé y dejé de prestarle atención, dejando paso a las demás preguntas.

- ¿Por qué quiere protegerla?- preguntó un chico a cuatro mesas de distancia.

- Fácil- dijo Bernard y ambos nos miramos-. Porque tengo un sitio reservado en mi clan especialmente para ella.

- Pero su clan es de vampiros, ¿no?- dijo el mismo chico y Bernard asintió-. ¿Qué pinta una humana en un clan de vampiros? ¿No sería mejor buscar otros vampiros en vez de perder el tiempo con una chica humana?

Eso de “perder el tiempo con una chica humana’’ me ofendió un poco.

- Nadie ha dicho que cuando se una seguirá siendo humana.

Todos contuvieron el aliento.

“¿Ya veis lo que es la cruda realidad chicos?’’, pensé yo.

Estaba segura de que jamás en sus vidas se habían podido imaginar que cosas como esas sucedieran en el mundo, y tenía que reconocer que estaba algo feliz de que se estuvieran dando cuenta de lo muy equivocados que estaban todos. Pero que mi propia realidad fuera la que les abriera los ojos, no me agradaba mucho.

- ¿Y qué tiene ella de especial?- preguntó una de las compinches de Sol-. ¿Qué tiene ella que no tengamos cualquiera de nosotros?

- Fuerza, velocidad, determinación, agilidad, inteligencia, testarudez, rabia, habilidad…- enumeró Bernard algo molesto -. Dime niña, ¿quieres que siga?

La compinche de Sol negó con la cabeza y se hundió en su asiento.

- ¿Y cómo piensa protegernos?- preguntó alguien a lo lejos-. Con tan solo diez vampiros no podrá protegernos a todos.

- El resto de mi clan está fuera- anunció Bernard con aire orgulloso-. Son tantos que no los he podido traer a todos.

Yo miré hacia fuera, a través de las ventanas, al igual que hizo el resto, y todos pudimos ver a varios vampiros vigilando los alrededores, mientras que otros hablaban entre ellos y otros miraban hacia los que estábamos dentro. Entre uno de los del último grupo, vi a Lance, la mano derecha de Bernard, que me había tratado realmente bien durante el poco tiempo que habíamos hablado aquella vez que me hicieron la oferta. Le sonreí y le saludé con un gesto de mano cuando estuve segura de que me estaba viendo, y él me devolvió ambos gestos sin dudarlo, dejando ver sus afilados colmillos.

Volví a prestar atención a lo que sucedía dentro, y todo se quedó en un impenetrable silencio.

- De acuerdo- dijo el director levantándose de su sitio y rompiendo el silencio-. Si no hay más preguntas, podéis seguir con lo que hacíais antes- me di media vuelta y me dispuse a salir-. Menos tú, Daniela- me paré en seco y giré mi cabeza para mirarle-, acompáñanos a mi despacho.

Desvié mi mirada a mis amigos, que me contemplaban sin saber qué decir, y, tras unos instantes, subí el pequeño tramo de escaleras y me puse a la altura del director. Bernard se acercó a mí, tomó mi mano y la besó.

- Un placer volver a verte- susurró.

- Aún me estoy planteando si opinar lo mismo.

Él sonrió y soltó mi mano.

- Vamos- nos instó Francis y los tres comenzamos a seguirle.

Avanzamos en silencio, escoltados por dos de los vampiros de Bernard y con los ojos de este último fijos en mí. Me sentí mejor cuando Lance se unió a nosotros, y le recibí con una gran sonrisa. Una vez dentro del despacho, el director se sentó en su sitio respectivo detrás del escritorio y la directora se apoyó en el borde, con los brazos cruzados contra su pecho. Bernard se sentó en un asiento delante de ambos directores, Lance se dedicó a mirar las armas expuestas en la pared, y yo me senté donde una vez se había sentado Francis cuando estuve allí dentro la primera vez. Nos miramos, o más bien, me miraron, salvo Lance, esperando a que cualquiera empezara, ya que todos estábamos listos.

Todos atentos, todos dispuestos.


Era la hora de negociar.

miércoles, 9 de abril de 2014

Herida(Wounded)

CAPÍTULO 9


Los días pasaron.

Cada uno se adaptaba a nuestra nueva situación de forma distinta, todos a su manera, pero igualmente adaptándose. Durante los tres días siguientes Jul no fue la misma a pesar de que intentaba disimularlo por todos los medios posibles, pero es que se notaba un gran cambio entre la antigua, activa y divertida, a la de ahora, silenciosa y pensativa. Todos lo notaban, tanto dentro como fuera del “grupo’’, pero nadie preguntaba, nadie opinaba, así que nadie hablaba. Al principio yo había intentado entablar conversación con Jul, pero pronto me contagió su estado de tristeza y estuve tan e incluso más callada que ella. Me pasaba el día de clases a mi habitación y de mi habitación a clases. No salía ni para comer, y es que con una cocina en mi habitación, ¿quién necesitaba salir?

Además, si quería evitar a Kile, debía estar el menor tiempo posible en los pasillos.

Me había dedicado a esquivarle todo el tiempo, y he de decir, que resultaba bastante difícil. Durante sus horas de clases solo tenía que permanecer en mi cuarto, pero cuando era yo la que asistía a clases, resultaba ser un auténtico infierno. Siempre, justo antes de que sonara la sirena que indicaba el cambio de hora, él estaba allí, en la puerta de cualquiera que fuera mi clase.

En serio, me esperaba en TODAS.

Ni siquiera entendía cómo es que no se había enterado de que, durante la última hora de clases, en los entrenamientos, no hacía absolutamente nada, sino simplemente observar como los otros se pegaban entre ellos. Aunque tampoco me importaba, porque cuánto más tarde lo supiera mejor, pero si no lo averiguaba nunca, tampoco me quejaría la verdad.

En cuanto a los directores, nadie les vio en esos tres días. Se habían encerrado en el despacho y nadie sabía que sucedía allí dentro, y como no, eso dio lugar a un sinfín de rumores falsos. El más absurdo era el que decía que ambos estaban liados y que se habían encerrado allí para no ser molestados, pero pocos se creían ese completamente, ni siquiera el que se lo había inventado. ¿Pero quién demonios estaba tan mal de la cabeza como para inventarse esa barbaridad?

Bueno, y volviendo al mundo real, en aquel momento me encontraba en mi clase de entrenamientos, específicamente en las gradas del gimnasio, más aburrida que una ostra en donde mi único entretenimiento era ver como unos imbéciles se pegaban mutuamente como niños en el patio del colegio. Y es que aquellos chicos lo único que sabían eran los movimientos básicos de defensa personal, pero en cuanto a lo de usar armas, estacar o dar una patada voladora, pues no tenían ni idea. Tan solo les faltaban un par de años para salir de aquel lugar y convertirse en auténticos guardianes y al paso que iban no podían ni defenderse a sí mismos cuanto más a un noble o cualquier otra persona.

- ¿Por qué pones esa cara?- susurró alguien en mi oreja y entonces Kile se sentó a mi lado, muy, muy cerca.

- ¿Qué haces aquí?- pregunté.

- Te hago una visita- contestó él mientras pasaba el brazo por detrás de mi espalda.

Me alejé.

- Entonces dime- dijo sin acercarse-, ¿por qué pones esa cara?

- ¿Qué cara?

- Esa que tenías hace momento, mientras mirabas a los otros entrenar- dijo-. Parecías molesta y al mismo tiempo desagradada. ¿Es que tienes ganas de empezar a entrenar?

- Primero- dije-, sí tengo ganas de entrenar, pero no con esos de ahí abajo. Ellos ni siquiera entrenan y es que lo que hacen no se puede llamar entrenar.

- ¿Estás enfadada?- preguntó cambiando de tema de repente-. Pensé que estarías bastante feliz.

- ¿Y eso por qué?- pregunté.

- Por el beso.

Yo le miré atónita.

- ¿Piensas que voy a estar feliz después de lo que hiciste?- aquello era el colmo.

- Venga- dijo mirándome y acercándose a mí-, ¿no me dirás que no te gustó?

- Por supuesto que no me gusto- dije.

- Entonces- susurró en mi oído-, ¿por qué me lo devolviste?

- Yo no te lo-

Y antes de que pudiera decir nada, me besó. ¿Pero este chico que se creía? ¿Qué me iba a besar cuando quisiese? Pero besaba tan bien…No, no, no, no te distraigas Dani, aunque bese bien este chico es un imbécil que solo está jugando contigo.

Me alejé rápidamente, rompiendo el beso.

- ¿Te crees que puedes besarme cuando te apetezca?- le pregunté, pero lo único que él hizo fue lamerse el labio inferior mientras esbozaba una sonrisa.

Justo entonces sonó la sirena y di gracias al cielo porque había sonado en el momento justo. Me levanté, bajé las gradas con cuidado de no matarme con los tacones y salí del gimnasio. Tenía que separarme lo antes posible de aquel chico, y es que si me volvía a besar, no sabía si tendría fuerza de voluntad suficiente para pararle de nuevo.

En el pasillo la gente empezaba a apelotonarse, lo que me ayudaba a frenar a Kile si es que me seguía pero, al igual que a él, a mí también me frenaba. Avancé como pude a través de toda aquella gente y rápidamente llegué a las escaleras que daban a los dormitorios de los profesores. Solo un par de pasos más y ya estaría en la seguridad de mi cuarto otra vez, pero el universo no pensaba darme tregua en ningún momento, ya que cuando me disponía a aferrar mi mano al pomo de la puerta, Kile me sujetó del brazo y me puso contra la pared, con un brazo por encima de mi cabeza.

- Kile, déjame ir- le dije en tono firmé.

No le miré a los ojos y es que no podía, porque si lo hacía sabía que iba a ceder fácilmente.

- Muy bien- dijo-, te dejaré en paz con una condición.

- ¿Qué condición?- dije, y me atreví a mirarle, pero todavía no a los ojos.

- Quiero que me digas que no te gustó el beso- dijo.

- Ya te lo dije antes.

- Lo sé- continuó-. Pero esta vez- con la mano que no tenía encima de mi cabeza me sujetó la barbilla y me obligó a mirarle-, dímelo mirándome directamente a los ojos.

Y así, sin saber cómo, se me vinieron todas las excusas abajo. Ya no tenía con qué defenderme, porque él sabía tan perfectamente como yo, que no podía decirle aquello si le miraba a los ojos. Abrí la boca para intentar decir lo que él me estaba pidiendo que dijera, pero ningún sonido salió de ella y es que, ¿qué quería que dijera? No podía decirle que no me había gustado cuando en realidad había sido uno de los mejores besos que nadie me había dado nunca.

Y aquello, aquel pequeño gesto por mi parte fue suficiente para él, que lentamente fue rellenando el poco espacio que había entre sus labios y los míos, pero justo cuando ya se estaban rozando, se paró y tan solo se dedicó a mirarme fijamente.

- Dilo- susurró.

Yo tragué saliva y me mordí el labio.

- ¡Está bien, está bien!- exclamé-. Lo admito, me gustó el beso, mucho, pero eso no quiere decir que me gustes tú, ¿queda claro?- él solo sonrió-. Ahora déjame salir.

- Te dije que te dejaría si decías que el beso no te había gustado- dijo y comenzó a hacer pequeños círculos con el pulgar el mi labio inferior-, pero ahora que has admitido que te gustó, no te dejaré en paz.

- ¿Acaso no lo hacías ya antes de que yo te dijera nada?- pregunté-. No encuentro la diferencia entre como estábamos antes y como estamos ahora.

- Solo hay una diferencia- dijo y me besó. Fue un beso lento y suave pero al mismo tiempo lleno de pasión-. Podré besarte y tú no me lo impedirás.

Y entonces se marchó con las manos en los bolsillos del pantalón y con aire satisfecho. No pude evitar sonreír al verle con esa postura y me quedé mirando cómo se marchaba hasta que le perdí de vista. Aún con una sonrisa, me aparté de la pared y me dirigí de nuevo a mi puerta, pero antes de que pudiera llegar la puerta contigua a la mía se abrió y apareció Jul, mirándome sospechosamente.

- Ahora no me dirás que te has visto obligada, ¿no?