jueves, 15 de mayo de 2014

Herida(Wounded)

CAPÍTULO 13


- No pienso hacerlo.

- Señorita, por favor.

Me crucé de brazos al tiempo que negaba con la cabeza con expresión seria. La enfermera me miró con un toque de frustración en sus ojos, pero supo contenerse, y suspirando salió de la sala. Miré a mí alrededor con repugnancia, contemplando estanterías llenas de bolsas de sangre clasificadas según el tipo, una camilla y jeringuillas. La sala de donaciones era como un psiquiátrico, comprimido en una gran habitación y una salita de espera con aperitivos.

Mis ojos terminaron su recorrido en la puerta por la que la enfermera había salido y me planteé la idea de irme. Si aquella mujer tardaba demasiado en regresar, no dudaría en marcharme de aquel horripilante lugar, así que seguí esperando un poco. Escasos minutos después, más bien segundos, mi paciencia se agotó y me levanté, caminé hasta la puerta y salí.

La salita de espera estaba vacía ya que todos los demás alumnos habían donado su parte de sangre hacía unos días. Yo era la única que no había soltado ni una mísera gota de sangre y ese era el embrollo en el que estaba metida en ese momento. Tenía que donar mi sangre, pero me negaba rotundamente a hacerlo porque no me apetecía nada convertirme en otra bolsa de comida andante de ese sitio.

- Daniela- me llamó alguien y miré al frente.

Inconscientemente había salido hasta el pasillo y a unos metros de distancia estaban la enfermera, la directora, que era quien me había llamado, y Lance.

- Vamos a mi despacho- fue lo único que la directora dijo, antes de darse media vuelta y marcharse.

La enfermera la siguió de cerca, mientras que Lance esperó a que me acercara para ir caminando a mi lado. La verdad es que Lance no era alguien que hablara mucho y cuando lo hacía siempre era en su justa medida, pero de todos modos era una buena persona que se preocupaba por la gente.

Estar a su lado era reconfortante.

Llegamos al despacho y entramos. Me extrañó no ver allí a Francis sobretodo porque, al recordar su reacción de la última vez, que perdiera de vista sus armas era bastante raro. Lance se apartó, quedándose en un lado de la estancia, la directora se sentó en su silla y yo me senté en una de las que estaban delante de su escritorio. La enfermera por su parte se quedó de pie y me miró horrorizada al ver que yo estaba sentada, como si hacer aquello fuera una osadía.

La directora se aclaró la garganta, dispuesta a comenzar a hablar, pero entonces la puerta del despacho se abrió y al girarme vi entrar a Francis y a Bernard. Los dos contemplaron la escena con notable curiosidad y al verme sonrieron.

- ¿Qué ha pasado ahora directora?- preguntó Bernard, todavía mirándome.

- Marina estaba a punto de darme los detalles- dijo la directora mirando a la mujer.

- Bueno- comenzó a decir, dedicándome una mirada de reojo-, hace unos días que los alumnos hicieron sus donaciones mensuales, tanto los de la academia Sullivan como los de la Snake, salvo por la alumna aquí presente, Daniela, que no asistió. Hoy la mandé a llamar a mi consulta y al venir, se negó a donar.

Tanto los dos directores como Bernard me miraron.

- ¿Se puede saber por qué no quieres donar?- me preguntó Francis, como si estuviese loca.

- Pues porque no- dije.
- Tus argumentos no me convencen demasiado- dijo él.

- Tampoco lo he dicho para convencer a nadie- dije con tono seguro-. Lo único que me gustaría que supierais es que no pienso donar. Ni lo hice hace unos días ni lo voy a hacer hoy y no lo haré nunca.

- Siempre tan testaruda- susurró Bernard con una sonrisa y se marchó a sentarse en un sillón.

- Daniela- dijo la directora-, el director Francis está arriesgando mucho al dejar que nos quedemos aquí, lo mínimo que podemos hacer es compensarle.

- ¿Y que done mi sangre lo compensará?- pregunté con un pequeño tono de burla y nadie contestó-. Además, yo no tengo que compensar nada puesto que no estoy aquí por voluntad propia. Estar en la academia Snake, estar en la academia Sullivan, eso no lo he elegido yo- mi tono era tranquilo, dominante y seguro-. Así que no le debo nada a nadie.

- Mientras estés aquí deberás obedecer las normas- dijo Francis con un tono casi furioso.

- ¿Y si no qué?- pregunté, una sonrisa en mi rostro-. ¿Me echará? Adelante, lo estoy deseando.

El rostro de Francis estaba tenso y se podía palpar la rabia en él.

- Otra razón por la que no donaré- dije, mirando a la directora de nuevo-, es que no pienso convertirme en otra de las bolsas de comida andante para vampiros que hay en este sitio. Pienso que con todos los alumnos humanos que hay, que yo no done no hará desnutrirse a ningún chupasangre.

Todos estaban en silencio.

La enfermera me miraba con desprecio y estupefacción al mismo tiempo. La directora por otra parte tenía los labios fruncidos y la mirada cansada, y Francis mantenía la expresión de antes, tensa y rabiosa. Le eché un ojo a Bernard y, como había imaginado, mostraba una divertida sonrisa en su cara. A Lance no le podía ver la expresión porque estaba entre las sombras del cuarto, así que volví a mirar al frente y, como nadie hablaba, me decidí a seguir haciéndolo yo.

- Además- comencé-, ahora que ha salido el tema, me gustaría decir abiertamente lo que pienso. Esto de hacer estudiar juntos a humanos y vampiros me parece una iniciativa excelente, pero no entiendo por qué lo llamáis convivencia.

- Pues- dijo la directora-, porque humanos y vampiros conviven juntos, como compañeros y amigos.

Yo me reí un poco.

- No sabía yo que usar a mis compañeros como comida fuese convivencia- dije y ambos directores me miraron sorprendidos.

- Creo que en eso- dijo Bernard desde su sitio-, Daniela tiene razón.

Yo sonreí con satisfacción. La directora miró a Francis, que lo único que hacía era mirar la mesa de forma pensativa, y luego me miró a mí ya que su compañero no parecía tener muchas ganas de participar en ese momento.

- No tienes que verlo de ese modo- dijo ella-, es solo parte del compañerismo. Tan solo dan su sangre para mostrarles que les tienen aprecio.

Aquella era la excusa más estúpida que jamás había escuchado y no pude evitar soltar una carcajada.

- ¿Mostrar que les tienen aprecio?- pregunté yo-. Con todo el respeto del mundo señora, pero esa es la cosa más estúpida del mundo. Donando su sangre lo único que consiguen es que se debiliten, perdiendo fuerza por cada gota que dan. Imagínese que el clan que nos amenaza ataca justo en el momento en el que muchos de sus alumnos están enseñando a los vampiros el aprecio que les tienen- bufé, dejando tiempo para que aquella imagen se creara en la cabeza de todos los presentes-. Sería una gran matanza, eso se lo puedo asegurar.

Todo se quedó en silencio, de nuevo.

Había conseguido mi objetivo de que se imaginaran lo que podía pasar, pero en ese momento yo era la más sorprendida. ¿De verdad nunca habían pensado en aquello?

- Bueno- dije, levantándome de la silla-, me marcho y, como ya he dicho, no voy a donar.

Me di la vuelta, avancé hasta la puerta y salí. Sentí pasos detrás de mí y, no sabía muy bien por qué, pero intuía que era Bernard.

- Oye tú, granuja- dijo él, llamándome.

Me paré, con una pequeña sonrisa por cómo me había llamado, y me giré para mirarle. Él seguía caminando para acercarse a mí, seguido de cerca por Lance, y cuando me alcanzó continuamos caminando.

- ¿Qué opinas?- me preguntó y yo le miré para que especificara más-. Sobre la situación actual, ¿qué opinas?

- Si te soy sincera- dije-, si nos atacan mañana, no podremos hacer nada. Muy pocos sobrevivirán.

- Al menos nosotros seremos de esos pocos- dijo.

Yo le miré estupefacta. ¿Podía haber alguien tan frío en el mundo? Había dicho aquello como si fuese la cosa más buena del mundo, como si los que pudieran morir no importasen nada.

- Pero eso no es lo que quiero- dije, repentinamente enfadada.

- ¿No?- dijo-. Dani, apenas conoces a un pequeño grupo de todos esos alumnos, ¿y me dices que ya te importan? Sabía que tenías buen corazón muchacha, pero no que tenías tanto.

- No sé si sentirme ofendida o alagada- dije-. Y sí, me importan, porque todo lo que está pasando no es culpa de ellos y sin embargo, en un momento u otro, podrían estar todos muertos. Me gustaría poder ayudarles.

- ¿Y crees que tú sola podrás protegerles?- preguntó.

- No soy tan buena, viejo- dije-. Aunque  quisiera, no podría protegerles yo sola, sobretodo porque llevo mucho tiempo sin entrenar.

- ¿Quieres que te entrene?- preguntó.

- Pero si ya lo haces- dije-, entreno como todos lo demás, ¿recuerdas?

- Lo sé- dijo-. Me refiero a que si quieres que te entrene también en solitario.

- ¿Cómo clases particulares?- le pregunté y él asintió-. De acuerdo- dije.

Sin siquiera darme tiempo a reaccionar, me sujetó de la muñeca y me condujo por los pasillos hasta llegar a la puerta del gimnasio. Le miré extrañada y fui consciente entonces de que había tenido pensado aquello desde un principio. De verdad que Bernard conseguía siempre lo que quería, lo que me hacía preguntarme si algún día me convencería de unirme a él.

Una vez estuvimos dentro me soltó y el continuó caminando, mientras que yo me quedé petrificada. Allí, delante de mis narices, había armas de todo tipo repartidas por toda la estancia, formando un enorme rectángulo. Por fuera del rectángulo se encontraban parte de los miembros del clan de Bernard, pareciendo un conjunto militar en formación.

Observé como Bernard se colocaba en el centro del rectángulo y se me quedaba mirando. Cuando vio que tenía captada mi atención, con un gesto de cabeza me señaló un lugar en la grada y yo miré. Se trataba del conjunto de entrenamiento que él había elegido específicamente para mí y durante un instante dudé entre si salir corriendo o no de allí.

Pero no lo hice.

Bernard me estaba ofreciendo lo que yo inconscientemente le había pedido minutos atrás, ¿y estaba pensando en  salir corriendo? Eso solo daría a entender que yo era una cobarde y ese no era el caso. No quería ni podía ser una cobarde, porque de ello podría depender la vida de los demás, la vida de mis amigos. Lo haría por Betty y por Jul, por Sic y por Abril, lo haría por mis amigos y por los amigos de mis amigos.


Les protegería.

jueves, 1 de mayo de 2014

Herida(Wounded)

CAPÍTULO 12


- Esto es incómodo- se quejó Jul.

Yo la miré, buscando algo en ella que me indicara lo que fuese que le resultara incómodo, pero no había nada fuera de lo normal.

- ¿El qué?- pregunté.

- Ellos- susurró mientras echaba una mirada por encima de su hombro a los dos vampiros del clan de Bernard que nos seguían.

Yo sonreí.

- Ni siquiera sé por qué me siguen- continuó mirando al frente-. Bueno, sé que son algo así como mis guardaespaldas, pero lo que no logro entender es por qué me siguen a mí y no a otros alumnos- soltó un fuerte resoplido.

Al contrario que ella, yo sí lo sabía.

Ese era el trato que Bernard y yo habíamos pactado. Él quería mantener, de un modo u otro, el asunto de unirme a su clan en vereda, y había aprovechado la situación para mantenerme atada a él, para que no lograse librarme de aceptar su proposición. Yo quería mantener sanas y salvas a mis amigas y, a pesar de que mi relación con Abril ni se acercaba a la que tenía con Jul y Betty, me caía bien y sabía que nuestra falta de relación era en culpa por la suya con Logan. Así que ese era el trato: yo prometía unirme a su clan en el momento que yo eligiese y él las protegería de cualquier peligro. Había asignado en total a seis de sus vampiros para la protección de las chicas, dos por cada una de ellas, y ahora las seguían a todas partes.

Podría haber pedido protección para Sic y Kile, pero sabía que el primero podía defenderse solo, y que para el segundo Bernard no prestaría sus servicios. Por algún motivo, no confiaba en él.

- No solo te siguen a ti- dije-. Betty y Abril también los tienen encima.

- Sí, lo sé- exclamó-. Y la pobre Betty está que se tira de los pelos por la vergüenza, en parte porque los dos vampiros la vigilan todo el tiempo, y en parte porque todos los demás la miran por tener a esos dos detrás.

- Ya se adaptará- me reí.

- Además, se supone que ese Bernard ha venido a protegerte a ti en primer lugar- dijo-. ¿Por qué no te ha puesto guardaespaldas?- me encogí de hombros, haciéndome como la que no sabía nada, aunque en realidad era todo lo contrario.

Seguimos avanzando por el pasillo, en dirección al gimnasio.

Al parecer Bernard y los suyos habían observado la mala calidad de los entrenamientos y habían pedido permiso para entrenarnos. Ambos directores, por supuesto, no habían puesto objeciones ante dicha petición, ya que si se aseguraban de que los alumnos podían defenderse a sí mismos y a los compañeros que no tenían conocimientos para luchar, habría más supervivientes a la hora de la verdad. Dado que ambas academias impartían sus clases en horarios distintos, se habían cogido dos horas entre las clases de la academia Sullivan y la academia Snake, para entrenar y, por lo tanto, los estudiantes de las dos academias entrenaríamos juntos.

Lo bueno era que no todos los estudiantes entrenarían, ya que en las dos instituciones, más de la mitad de los estudiantes no entrenaban, sobre todo las chicas, lo que quería decir que tan solo un número reducido, en comparación a los que sumábamos en total, entrenaríamos. Jul y Betty eran del grupo de las que no entrenaban, pero como se permitía a los demás observar el entrenamiento, ellas habían decidido ir y mirarnos.

Desde el punto donde estábamos, ya podíamos divisar la puerta del gimnasio a lo lejos, y vimos a Betty esperándonos allí, junto con sus dos guardaespaldas. Su cara se llenó de alivio al vernos y avanzó con alegría hacia nosotras. En cuanto nos alcanzó se aferró al brazo de Jul y se hundió en ella, como si estuviera en el fin del mundo y lo único que podía salvarla era realizar ese gesto. Se notaba que la pobre lo estaba pasando mal por culpa de los guardaespaldas, ya que lo que a ella le gustaba era pasar desapercibida y ahora todo lo que tenía era atención. Miré en la dirección en la que ella había venido, y vi como los dos vampiros observaban a Betty con sumo detalle. Me sorprendía lo mucho que se esforzaban en protegerlas a pesar de que no las conocían de nada, pero se pasaban un poco a la hora de vigilarlas.

- Hola- dije.

Betty levantó la vista hacia mí y esbozó una pequeña sonrisa.

- Será mejor que sigamos- dijo Jul, viendo que nos habíamos quedado paradas en mitad del pasillo.

Las tres hicimos caso y continuamos nuestro camino. Cuando alcanzamos a los guardaespaldas de Betty, ambos desviaron su mirada de ella hacia mí y asintieron, algo que me resultaba tan raro como espeluznante. Era un indicio de que ya me consideraban una de los suyos y por ello, me respetaban como una hermana.

Eso me daba escalofríos.

Luego de eso los dos volvieron a mirar a Betty y todo volvió a ser como antes. Entramos en el gimnasio y nos encontramos con un espacio lleno de adolescentes excitados y emocionados. El sitio era grande, muy grande, y aun así resultaba pequeño con toda la gente que había dentro. En una pared del fondo se encontraban un grupito de estanterías con los típicos instrumentos de gimnasio en ellas y en frente de ellas, al otro lado de la sala, unas gradas ocupaban toda la pared. Al lado de ellas había dos puertas con muñequitos de color blanco, uno con falda para indicar que era el vestuario de mujeres.

- Sí que va a entrenar mucha gente- susurró Jul a mi lado.

- Ni la mitad de los que están aquí van a entrenar, te lo aseguro- dijo Sic colocándose frente a nosotras con una encantadora sonrisa.

Llevaba puestos unos pantalones de chándal grises y una camisa azul, así que supuse que él iba a entrenar. Tenía los brazos cruzados en el pecho, mostrándonos su lado más masculino y varonil. Miré a Jul de reojo y apreté los labios para contener la risa cuando vi que se estaba derritiendo por el chico que teníamos delante.

- Entonces tendremos espectadores- afirmé.

Observé por detrás del hombro de Sic, hacia el montón de gente que se apelotonaba allí, y encontré a Bernard mirándome. En cuanto vio que mi atención estaba en él, alzó una mano y movió el dedo índice hacia delante y hacia detrás, llamándome. Suspiré y miré a los demás.

- Bueno- dije-, me marcho. Alguien está solicitando mi presencia.

Betty y Jul me sonrieron y con eso, emprendí el caminó hacia Bernard, que estaba situado en el centro de la sala. Avancé entre la gente, dando un pequeño empujoncito a todo aquel que no hacía nada por hacerse a un lado, y siempre bajo la atenta mirada de Bernard. Cuando estuve delante de él, pude ver que en sus manos sostenía unas prendas de ropa negras, que a simple vista se ajustaban a mi talla.

Temí lo peor.

- Toma- dijo, alargando sus brazos para alcanzarme la ropa.

- ¿Qué?- dije yo, haciéndome la tonta. Él solo se acercó a mí y apretó la ropa contra mi pecho, obligándome a cogerla.

- Póntelo y vuelve aquí- se dio la vuelta y empezó a hablar con un par de vampiros, dando por terminada nuestra conversación.

Muy a mi pesar, caminé hasta el vestuario mientras observaba la ropa doblada en mis manos, que no parecía ser de mis favoritas, ya que enseñaban más de lo que a mí me gustaba. Entré al vestuario, dejé la ropa negra en un banco de madera y comencé a quitarme la que llevaba puesta. Primero la sudadera, negra la camiseta azul de tiras y luego el leggin gris. Esto lo sustituí por un sujetador deportivo negro de tiras cruzadas en la espalda y un short deportivo ajustado. Odiaba el conjunto, sobre todo esa cremallera situada entre mis dos pechos con la que se cerraba el sujetador. ¡Estaba en ropa interior! Y no pensaba salir a entrenar ante dos academias en ropa interior, no señor.

Decidida, me puse la sudadera de nuevo para poder tapar algo de piel y salí de allí con mi ropa en la mano. Avancé hasta Bernard y le jalé del brazo, interrumpiendo su conversación con los vampiros. Él observó mi aspecto, y vi decepción al comprobar que la sudadera me tapaba, al menos, la parte de arriba.

- ¿Pero tú estás majareta o qué?- pregunté.

- ¿Por qué?

- ¿Por qué?- repetí-. ¿Se puede saber qué me has mandado a poner?

Traté de mantener mi frustración a raya, ya que no quería llamar la atención de todos los demás.

- Es tu uniforme de entrenamiento- dijo él-. Lo he escogido especialmente para ti.

Parecía tan orgulloso de su hazaña que quise pegarle.

- Lo llevarás quieras o no- dijo y, volviéndome a dejar con la palabra en la boca, se dio la vuelta y empezó a hablar de nuevo con los vampiros.

Apreté la ropa que tenía en las manos con tanta fuerza que mis nudillos se quedaron blancos y me obligué a mí misma a relajarme. No podía desobedecerle porque de mi buen comportamiento dependía la protección para mis amigas, pero era tan difícil. Deseaba arrancarle la cabeza con mis propias manos por ser un manipulador compulsivo y luego darle patadas a su cuerpo inmóvil durante horas por aprovecharse de la situación.

En lugar de eso, dirigí mi vista hacia las gradas, en busca de las chicas, y las vi sentadas en la parte más baja, casi en el centro. Las dos miraban como Sic calentaba un poco y, al contrario que Betty, Jul le miraba con mucha atención. Caminé hacia ellas con paso firme, descargando mi ira en cada paso que daba, y muy pronto estuve a su lado. Ambas me miraron, y luego a mis piernas desnudas, para después enarcar una ceja hacia mí.

- ¿Y ese cambio de vestuario?- preguntó Jul sorprendida.

- Si te sorprendes con mis piernas, esperar a ver lo que tengo arriba- dije-. Bernard me ha obligado a ponerme esto- rechisté, sentándome en el suelo enfrente de ellas con un grácil movimiento.

- ¿Bernard?- preguntó Jul. Mientras lo decía me sacó la ropa de las manos y empezó a doblarla-. ¿Ahora estás bajo sus órdenes?

- Más o menos- dije-. Es complicado.

- Entiendo- murmuró-. Cosas de clanes.

Yo asentí y entonces Betty, sin venir a cuento, se levantó, me sacó la coleta que tenía hecha y empezó a peinarme el pelo con sus dedos. Sentí como cogía un mechón y lo alisaba, para luego ponerse a hacer algo con él. Yo mientras miré a Jul doblando mi ropa con determinación, aunque sus ojos se desviaban de vez en cuando hacia Sic. Yo no le veía porque estaba fuera de mi campo de visión, pero supuse que le miraba a él por los ojos abrillantados de ella cuando desviaba la vista. Betty ejerció un pequeño tirón en el lado izquierdo de mi cabeza, después en el derecho y así consecutivamente.

- Tú estás coladita por él- susurré, para que solo nosotras tres lo pudiéramos oír.

Jul me miró con los ojos abiertos como platos y, a pesar de que yo había hablado en un susurro, miró a nuestro alrededor para comprobar que nadie me había escuchado. Una vez lo confirmó, me miró espantada.

- ¿De qué estás hablando?- preguntó.

- ¿No me dirás que no es verdad?- dije, una sonrisa en mi rostro-. Estás coladita por Sic.

Jul se abalanzó sobre mí y me tapó la boca con una mano rápidamente para acallar mi voz. Con el movimiento había conseguido tirar la ropa, y ahora estaba esparcida en el suelo.

- Cállate- dijo y miró de nuevo a nuestro alrededor-. No digas tonterías- levanté las cejas sarcásticamente, dándole a entender que no me lo creía.

Ella miró por encima de mí, a Betty, y por la cara que puso, lo que vio no le gusto. Jul bajó su mano, se sentó a mi lado y agachó la cabeza. Por su reacción, al parecer Betty también se había dado cuenta de lo que pasaba.

- Te gusta, ¿a que sí?- continué yo. Jul solo asintió.

No podía verle la cara, pero sabía que estaba sonrojada, y yo sonreí.

- Pero no se lo podéis decir a nadie- dijo, levantando la cabeza de repente-. Ni siquiera a Sic.

- ¿Y por qué a Sic no?- pregunté.

- Es muy vergonzoso e incómodo- dijo y bajó la cabeza otra vez-. Hemos sido amigos desde pequeños, hemos crecido juntos, y estoy segura de que él no siente lo mismo. Sería tan incómodo estar con él después de decírselo. No podría mirarle a la cara, y nuestra amistad se vería afectada. No estoy dispuesta a arriesgar eso.

Las tres nos quedamos en silencio y, a parte del escándalo de nuestro alrededor, lo único que se escuchaba entre nosotras era el rozar de mis mechones de pelo.
- ¿Y tú?- dijo Jul rompiendo el silencio y tratando de cambiar de tema-. ¿Qué tal va lo tuyo con Kile?

- Bien supongo- dije.

- ¿Supones?- preguntó curiosa.

- Es que veréis- comencé-, ayer tuve una conversación con Bernard que me hizo durar sobre Kile, sobre lo nuestro.

- Explícate mejor- me insistió.

- Pues el tema giró en torno a que en realidad Kile y yo no nos conocemos de nada- dije-, así que ir tan rápido es algo arriesgado. Que solo es atracción física, sin sentimiento, nada más allá de lo común- Jul lo pensó un momento.

- Yo también lo creo- fue lo que dijo.

Betty dio un último tirón y empezó a anudar mi pelo. Luego volvió a sentarse en su sitio y asintió, dándonos a entender que ella también lo creía. Suspiré, pasando mis manos delicadamente por mi pelo, descubriendo que mi coleta había sido sustituida por una trenza espiga.

- Y yo- dije al fin.

- ¡A ver chicos!- dijo alguien de fondo y todos se quedaron en silencio-. Los que no vayan a entrenar siéntense por donde quepan y el resto reúnanse en fila aquí.

Todos hicimos caso, y yo me levanté de mi sitio. Les dediqué una última mirada a las chicas, me di la vuelta y me coloqué en la fila que los demás habían comenzado a crear. Frente a nosotros, un grupo de vampiros del clan, incluido Lance, nos observaban y nos evaluaban silenciosamente. Sentí la mirada fija de Bernard en mí y yo, por supuesto, le miré también. Estaba mirando con desaprobación mi sudadera y con un simple movimiento de cejas me ordenó que me lo quitara. Apreté mis puños molesta, pero igualmente rompí la fila, me quité la sudadera y caminé hasta las chicas para que ellas me la guardaran. Las dos me miraron, o más bien a mi conjunto, y luego Betty cogió la chaqueta. Me di la vuelta y regresé a mi sitio en la fila, dedicándole una mirada asesina a Bernard en el camino.

Él sin embargo mostraba una satisfecha sonrisa.

Dejó de mirarme, y comenzó a pasearse por delante de nosotros, observándonos a cada uno con atención. Se paró un par de veces para examinar bien a algunos, pero su inspección fue rápida e implacable. Su rostro no mostraba ningún tipo de impresión hacia nosotros, por lo que no podíamos saber qué opinaba de cada quien. Después de mirarnos, se alejó un poco para poder vernos a todos y cruzó los brazos sobre su pecho.

- Necesito un voluntario- dijo, sus ojos yendo de una punta a la otra de la fila.

Nadie contestó, nadie se ofreció, por lo que Bernard se vio obligado a elegir a alguien por su cuenta, aunque más bien pienso que ya lo había elegido incluso antes de hacer la pregunta.

Me miró con sonrisa incluida.

- Vaya Dani- dijo-, eres muy generosa al ofrecerte.

Rodé los ojos y tensé todos y cada uno de los músculos de mi cuerpo. Este tío me hacía enojar mucho, demasiado, y lo peor era que tenía que soportarle. Rompí la fila nuevamente, avanzando tres pasos hacia delante, y me quedé firme en mi posición, mi vista fija al frente.

- Como lo único que sabéis es defensa personal- dijo Bernard y empezó a dar vueltas a mi alrededor-, me temo que tendremos que empezar por lo básico. Lo primero será el combate cuerpo a cuerpo sin nada que os ayude y cuando lo hayáis más o menos dominado, os dejaré usar armas. La señorita y yo haremos una demostración- el tono arrogante que puso al decir “señorita’’, me hacía odiarle aún más.

- No seas muy duro- dije yo-. Llevo un tiempo sin entrenarme.

Levanté mi brazo derecho rápidamente, bloqueando el puñetazo que había pretendido darme, dejando nuestros brazos formando una “X’’. Con su otro brazo cogió el que yo había usado para bloquearle y lo colocó detrás de mi espalda, dándome la vuelta en el proceso. No esperé ni un segundo usé mi brazo derecho para darle un codazo en el pecho y luego otro en la cara.

Obviamente, me soltó.

Aproveché para darme la vuelta y alejarme un par de pasos hacia atrás. Vi como masajeaba boca mientras me dedicaba una sonrisa divertida y entrecerraba los ojos. Su expresión cambió rápidamente, y avanzó hacia mí, propinándome un buen puñetazo en la mandíbula y luego una patada en la barriga. Retrocedí ante ambos impactos y me recompuse tan rápido como pude, pero no fue suficiente.

En nada ya estaba otra vez sobre mí.

En este caso me agarró un brazo, me dio un puñetazo en la tripa y me agarró por los hombros para acabar lanzándome al suelo. Impacté en él secamente, pero no tuve tiempo de lamentarme porque otro puñetazo venía directo a mi cara. Rodé sobre el suelo y escuché como el golpe impactaba en la superficie a mi lado. Me levanté, justo cuando una de sus piernas se elevaba hacia mi torso en forma de patada. La sujeté entre mi brazo y mi torso antes de que me diese y usé mi pierna para golpear la suya y hacerle caer.

Su caída fue más estruendosa que la mía.

Cuando se levantó no desaproveché el tiempo y di un salto girando sobre mí misma, propinándole una fuerte patada en la cara. Se tambaleó y me acerqué a él para propinarle un puñetazo en el pecho. Sujetó mi muñeca para evitarlo, y con su brazo libre me dio dos codazos en ambos lados de la cara. Un rodillazo en el estómago, un cabezazo y una zancadilla fueron sus tres siguientes movimientos.

Todos sin soltar mi brazo ni un instante.

Caí de nuevo, esta vez para no levantarme, ya que puso un pie en mi barriga para poder evitarlo, así que me sumergí en el dolor de mi cabeza. Nuestro alrededor se quedó en silencio y lo único que se escuchaba eran nuestras agitadas respiraciones.

- Una patada muy elegante- dijo-. Para no haber entrenado desde hace tiempo, la has efectuado con gran precisión.

- Es mi patada favorita- comenté.

- Te queda bastante bien- me ayudó a levantar mientras lo decía, dando así el combate por terminado-. Te hace ver más implacable, temible y tenaz.

- No me hagas la pelota, viejo- dije y volví a mi sitio en la fila.