domingo, 26 de julio de 2015

Bualentín, ¡enamorados de los libros!

Holaaaaaa querid@s lector@s de mi blog que aguantan mis desapariciones temporales y que me perdonan cuando publico cosas nuevas jejeejeje ¡¡OS AMO A TODOS!! El hecho es que llevo ya muchísimo tiempo desaparecida, y al volver me encuentro que tengo muchas nominaciones por todas partes y yo estoy como:


El punto es que me puse muy feliz jajajajajajajja

Solo una de esas nominaciones era algo novedoso, un book tag, algo a lo que nunca me habían nominado, así que por ello dedicaré esta entrada a esa nominación y otra (la cual ya estoy preparando) para las demás. Comencemos:

Al parecer, sale de un grupo de Facebook llamado Bua, de donde sale el nombre jajajja. Estas son las reglas:

1) Responder a las consignas.

2) Etiquetar a tres blog (es decir, nominar xD)

Empiezo, por supuesto, por agradecer mucho mucho mucho a Teen Books y a sus dos maravillosas creadoras, a quienes aprecio muchísimo (ellas lo saben jjejejeje) y que se han convertido en muy buenas amigas en este mundo blogger. ¡¡GRACIAS CHICAAAAAS!!


1) ADVERTENCIA: Hablaré lo mínimo posible del contenido de los libros porque soy partidaria de que si quieres saber de qué trata lo lees y ya. MUUUUUAAAK jajajajja

Amor: aquí tienes que compartir un libro que amaste, por su contenido sobre todo.

Sin duda hay muchos libros que amo por su contenido, pero basándome en el que me hizo sentir más cosas mientras lo leía, escojo "Cartas a Dios" de Eric-Emmanuel Schmit. Cuando mi madre me dijo que recomendó que lo leyese no mostré mucho interés al principio porque era un libro de escaso
grosor (a mí me gustan los libros gordos) y pensé que la historia sería tan corta que ni me enteraría de que me lo había leído. Sin embargo, la curiosidad pudo conmigo y terminé leyéndolo hasta tres veces (después mi madre lo devolvió porque era prestado por una amiga).

Pasión: el rojo es el color de la pasión (también del odio y contra la envidia, pero shh) así que comparte un libro que tenga rojo en su portada (en su totalidad o en su mayor parte)

Aquí elijo "En llamas", aunque sea rojo anaranjado pero bueeeeeeno jaajjajajajajaja Es un claro ejemplo de los muchos libros que me quiero leer pero que no he leído porque tengo ya demasiadas
series a medias y no quiero acumular más.



Corazón: el corazón late con fuerza cuando hablas de alguien especial, y que mejor que lo libros tengan corazones en su portada. Busca en tu biblioteca un libro con por lo menos un corazón en su portada (y si no, te damos permiso que lo googlees)

"Labor of love" de Rachel Hawthorne no me lo he leído todavía, pero es una de esos libros que yo fáciles de leer principalmente porque suelo leer libros sin serie cuando me apetece desconectar unas horas durante la tarde y me los leo en seguida. Esta autora tiene bastantes libros sin serie y casi todos ya me los he leído, son bastante buenos y entretenidos, ligeros y sin mucho lenguaje complejo. 
considero

Separación: lamentablemente no todas las relaciones terminan bien, coméntanos cual es ese libro del cual no quieres tener ninguna relación (lo leíste, lo odiaste, lo nuestro es prohibido, chau chau)

Directamente nomino a "Vampiros de Morganville" de Rachel Caine a esta categoría. Es raro que algún libro de vampiros no me guste, pero es que con esta ya no podía más. Cada vez que me terminaba uno de los libros de la saga salían uno o dos más, y si a eso le añadimos que la protagonista nunca me gusto por su poca capacidad de sacar algo de valentía en algún momento y luchar un poco. No digo que tenga que convertirse en guerrera ni nada, pero es que es demasiado sosa para mí, así que no podía soportar aquello libro tras libro tras libro tras libro tras libro............. Eso no quiere decir que no vaya a terminarme la saga, o sí, la terminaré, pero solo porque ya voy por el sexto libro y eso tiene que servir de algo (ego y orgullo on fire). Ni siquiera voy a añadir portadas porque son 12 libros (si es que no han salido más) junto a otras mini-historias secundarias jajajajajajaja

Por decir algo positivo, añadiré que amo al protagonista jajajajajja

Amante: siempre está ese amor prohibido, ese amor oculto, ¿cuál es ese libro que amas en secreto pero que odiarías que la gente lo conozca? (lo siento, la gente lo va a saber)

La verdad es que no tengo ningún libro que me guste y que al mismo tiempo no quiera que la gente conozca, así que no puedo hacer mucho en este apartado jajajajaj

Casamiento: cuando uno decide casarse, siempre se sacan fotos hermosas, y ni hablar que el interior de las personas en ese momento es precioso también. Muéstranos un libro que ames tanto por el contenido, como por la portada.

Para este he tenido que exprimir bastante mi cerebro porque tengo una gran cantidad de libros que adoro por su contenido, pero cuyas portadas no me hacen ni cosquillas, por lo que me costó bastante recordar que "La gramática del amor" de Rocío Carmona me gusta tanto por su portada como por su
contenido. Me explico: este libro me lo leí hace tanto tiempo que ni me acuerdo cuando fue exactamente, pero si estoy segura de que lo primero que llamó mi atención sobre él fue su portada (aunque a muchos les parezca simple o sosa o sin nada especial, a mi me gusta mucho jajajajaj) y que acabé leyendo porque me gustó cómo se pretendía explicar el amor de una manera que jamás me había propuesto ni imaginar.

Sin duda, tengo claro que lo volveré a leer.

Media naranja: siempre todos encontramos en algún momento a nuestra media naranja (si no es que ya fue exprimida), esa persona especial que parece haber existido solo para completarte personalmente. Así que muéstranos ese libro que parece que el autor se inspiró en tus gustos para escribirlo, ese libro que te completa el alma.

¡Este sí que no lo dudé ni un segundo!

Si han leído alguno de mis Premios Best Blog sabrán que la saga "Vampire Academy" de Richelle Mead es mi serie de libros favoritas en todo el mundo, la mejor para mí, no solo por la trama, la calidad de redacción en los detalles, los personajes, la capacidad que tiene para meterte en la historia, sino porque ROSE HATHAWAY (la protagonista) ES MUY YO en algunos aspectos. Hay que tener en cuenta que, al ser un personaje de ficción en un mundo de vampiros, no vamos a ser almas gemelas ni nada (sobretodo en el ámbito de la fuerza de los puñetazos porque mis brazos no son ni la mitad de fuertes que los de ella). En cambio, su forma de analizar situaciones, su instinto protector con los que quiere, la fuerza para tragarse lo que siente, el humor y el sarcasmo que le pone a las conversaciones... Todo eso me hace sentir un poco identificada, porque es una pequeña parte de mí.


2)

Pasamos a las nominaciones, ¡SUERTE!:

Y los nominados soooooooon *redoble de tambores*.........


Pues ya termina esto *ooooooooooooooooooooooooooooooooo (público apenado)*. Nos veremos pronto, seguro que sí


LOS QUIEROOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!!!

viernes, 17 de julio de 2015

.Pura.

Capítulo 15

Desperté con un dolor inmenso en la cabeza y me quedé un rato tumbada allí sin moverme. Cuando el pinchazo que martilleaba mi cerebro se calmó, deslicé mi mano por el lado izquierdo de la cama y, aunque me cueste admitirlo, me desilusioné al comprobar que estaba sola. Abrí los ojos entonces, me estiré haciendo sonar casi todos los huesos de mi cuerpo y me senté con las piernas cruzadas debajo de la sábana.

La habitación de hotel que Nathan y yo habíamos usado para pasar la noche era bastante sencilla, con un pequeño salón cocina, un cuarto para dormir y un baño. Escuché el agua de la ducha provenir desde el otro lado de la puerta que tenía a la derecha y traté de ignorar el hecho de que el sexy vampiro se encontraba completamente desnudo a unos metros de distancia. Decidí estudiar el resto del cuarto para distraer mi mente de aquella imagen y vi una bolsa blanca y una caja de zapatos justo a los pies de la cama, frente a mí. Gateé por la cama hasta llegar a la bolsa y me dispuse a averiguar qué había dentro.

Saqué un short vaquero ajustado, algo de ropa interior, una camisa de tiras blanca y una sudadera turquesa que en la parte delantera llevaba escrito “I like you” en letras grandes y blancas. Abrí la caja de zapatos y me enamoré completamente de las Vans de color también turquesa que encontré. ¡Eran una maravilla!

Justo en ese momento la puerta del baño se abrió y Nathan salió de él. Iba con una simple toalla atada a la cintura y algunas gotas de agua, procedentes de su pelo, se deslizaban por su torso desnudo. ¿Acaso había decidido salir de aquel modo para castigarme? Me quedé embobada observándole y él tampoco se cortó en mirarme a mí.

¡Cierto!

La noche anterior me había deshecho de mis jeans dado que eran muy incómodos para dormir y el vampiro había tenido la amabilidad de prestarme su blusa para que la usara como pijama. Tan solo me había abrochado el botón del centro, por lo que en aquel instante se podía ver parte de mi sujetador y no hablemos de mis bragas.

- Buenos días – dijo.

- Lo son – afirmé mientras miraba otra gota deslizarse por encima de su tableta de chocolate.

Una pícara sonrisa apareció en su rostro y yo tragué saliva al ver que se estaba acercando a mí. Nathan apoyó sus manos en la cama a ambos lados de mi cuerpo, obligándome a quedarme casi completamente acostada.

- Tenemos que ir a recoger nuestras cosas a casa de tus padres y traerlas aquí – su voz fue apenas un susurro –, aunque también podemos pasar el día en la habitación.

Empleando una de sus manos, desabrochó el único botón de la blusa que yo llevaba puesta que impedía que se me viera en ropa interior y parte de esta se deslizó por mi barriga hasta caer en la cama. No se cortó ni un pelo y bajó la vista para contemplar mi cuerpo cubierto por dos sencillas prendas que él quería arrancar.

“¡Lilianne Birdwhistle, qué demonios estás haciendo!”, me grité a mí misma.

- Yo, esto… – me aclaré la garganta puesto que había perdido el habla –… ¿y esa ropa?

Señalé la bolsa y todo lo demás. Me miró a los ojos con una sonrisa, consciente de mi intento por cambiar de tema, pero no se movió del sitio.

- Te compré algo para que pudieras vestirte cómoda y no con los tacones y todo eso – explicó –. Sin embargo, lo que llevas ahora me gusta más.

Su voz se volvió sensual y los latidos de mi corazón aumentaron su ritmo. Me quedé mirándole mientras comenzaba a agachar su rostro pero no hacia mi rostro, sino hacia mi cuello. Pensé que me mordería hasta que, en lugar de eso, comenzó a darme delicados besos con la comisura de sus labios. Bajó lentamente, evitando la tela de mi sujetador, y se paró a la altura de mi vientre. Ahí sus besos se volvieron un poco más intensos y, para terminar, dio un profundo y suave beso que me erizó la piel más de lo que ya la tenía.

Si mi corazón antes había palpitado rápido, ahora parecía una moto.

Al levantar su cara para mirarme vi el deseo reflejado en sus ojos y seguramente el mismo sentimiento transmitían los míos. Mordió su labio inferior y se levantó, yendo al otro lado del cuarto a vestirse. Por mi parte, yo me incorporé, cogí las cosas de la bolsa, las Vans y caminé hasta el baño. Antes de cerrar la puerta, no pude resistirme a echar un último vistazo al vampiro, quien también me miraba, y solté un suspiro.

Saqué de mi mente lo que acababa de pasar y me concentré en ducharme. Me quité toda la ropa, la poca que tenía, y me quedé acorralada en la esquina de la ducha cuando abrí el agua y esta salió fría. Una vez terminé, me vestí con la ropa que Nathan me había comprado y me acomodé el pelo en un alto moño despeinado. Cuando volví fuera estaba sola en la habitación y dejé la blusa que me había quitado doblada encima de la cama.

Salí entonces del cuarto y me encontré con un delicioso desayuno en el salón. Había un plato con casi todo tipo de fruta, una cesta con croissants, dos tazas vacías y otras dos jarras blancas junto a un cuenco lleno de terrones de azúcar. Al ver todo aquello, la boca se me hizo agua y mi barriga rugió. Me senté en el sofá con las piernas cruzadas al modo indio y  comprobé el contenido de las jarras. En una había leche y en la otra café, ambos calientes. Llené una de las tazas con los dos, compensándolos hasta tener un líquido de color canelo ya que el sabor fuerte del café no me gustaba mucho. Eché un terrón y usé una cucharilla para revolverlo.

Busqué a Nathan y lo vi apoyado en la barandilla de la terraza hablando por el móvil. Pocos segundos después, colgó y se reunió conmigo en el salón. Cogí uno de los croissants antes que pudiera dejarme sin ninguno y lo mojé en mi leche con café. Me llevé el manjar a la boca y cerré los ojos para saborearlo mejor. Teniendo en cuenta que mi rutina desde hace mucho era desayunar leche con cereales, eso era como el paraíso para mí.

- Eran los de la comisaría – habló él –. Tienen información sobre Adam Wayland, pero quieren que vayamos nosotros allí. Al parecer el tío tienen un elaborado historial.

- Suponiendo que lleva pisando el mundo muchos siglos, me parece normal – volví a repetir el proceso anterior con el croissant mientras que Nathan se preparaba los suyo.

Mi móvil sonó en ese instante desde la cocina y, sin mirarlo, ya sabía que sería mi padre. Me levanté a trompicones de mi sitio y corrí para cogerlo.

- ¿Diga? – descolgué con la boca llena de comida.

- ¿Te pillo en mal momento? – preguntó mi padre.

- No – respondí –. Estamos desayunando.

Volví al sofá y me senté junto a mi compañero.

- ¿Qué tal la cena? – aunque intentaba ocultarlo, supe que estaba preocupado por mi respuesta.

Y tenía motivos.

- Genial – dije –. Nathan y yo fuimos a un bonito indio de la ciudad. La comida estaba buenísima.

- Eso me indica que fue mal – el tono de mi padre denotaba que estaba cansado.

- Ya sabes cómo es ella – me masajeé la frente –. Intenté ignorar sus comentarios, pero hizo todo lo posible para hacerme explotar – solté un suspiro –. Lo sabe. Bueno, lo saben todos ya.

- Entonces me llamará de un momento a otro.

Hubo un pequeño silencio en el que ni siquiera fui capaz de mirar a Nathan por miedo a ver la expresión de su rostro ahora.

- Lo siento, papá – me disculpé.

La noche que llegó a mi piso con la bala en el pecho prometí que no contaría nada a nadie para que nuestra familia no se preocupara y en la cena había roto mi promesa.

- Ni te atrevas a pedir perdón, princesa – mi padre ya no mostraba cansancio –. No es tu culpa, al contrario. Eso ahora es mi problema y yo lo solucionaré. Me tengo que ir ya cariño, saluda a Nathan.

- Adiós, te quiero – y colgué.

El resto del desayuno transcurrió en silencio y lo agradecí. Nathan sabía que no estaba bien con todo aquello, pero entendía también que no me apetecía hablar de ello. Me terminé la taza y el croissant para luego escoger algo de fruta. Elegí una cuña de sandía, dos fresas y piña.

Todo estaba muy bueno.

- Es hora de trabajar.

Dicho eso, dejamos la bandeja allí para que el servicio de habitaciones se lo llevara, cogimos nuestras pocas pertenencias y salimos. Nathan habló con la recepcionista del hotel avisando de que nos hospedaríamos allí un tiempo y después condujo hasta la comisaría. Fue divertido, ya que él no sabía dónde estaba y, mientras yo le daba algunas indicaciones, dimos varias vueltas inútiles. Sin embargo, esto sirvió para levantarme el ánimo y la mayor parte del tiempo me estuve riendo de él.

- La próxima vez conduciré yo – afirmé nada más salir del coche.

Lo habíamos aparcado frente a la comisaría y no tuvimos que andar mucho hasta alcanzar la puerta. Cuando entramos un gran alboroto de teléfonos sonando y gente hablando nos abordó. Aquella era la principal comisaría de la ciudad y casi siempre estaban a tope de trabajo, tanto del mundo normal como del sobrenatural, y ese escándalo era la prueba. Sabía perfectamente dónde teníamos que ir, así que emprendí mi camino hacia el ascensor que nos subiría hasta la cuarta planta y saludé a casi todos los que pasaban a nuestro lado.

- Eres muy conocida aquí – comentó el observador vampiro que tenía como compañero.

- Digamos que este es el lugar donde he pasado la mitad de mi vida – me encogí de hombros –. Hasta las plantas me conocen.

Finalmente entramos al ascensor y pulsé el botón con el número cuatro.

- En cuanto al coche – Nathan no parecía tener interés en dejar pasar el tema –, no es mi culpa que tú no sepas dar instrucciones.

Le miré estupefacta.

- Por favor, si me sé el trayecto hasta con los ojos cerrados. Eres tú el que no sabe escuchar – le di un toque en el pecho.

La puerta del ascensor se abrió y le di la espalda a él, intentando que pensase que estaba enfadada aunque, en realidad, me estaba costando aguantarme la risa. Nathan, por su parte, reía por lo bajo sin querer parar y siguió así incluso cuando atravesamos la puerta de la sala de operaciones, donde organizábamos cada movimiento de los casos que llevábamos.

Una gran mesa de madera ocupaba el centro y a su alrededor había sentadas seis personas. Dos eran informáticos que controlaban una pantalla situada en una pared del fondo, Arthur y Caroline, tres detectives especializados, Cassandra, Oliver y Félix, y el último era un fiel amigo de mi padre que dirigía el caso desde allí, Eddy. Todos eran relativamente jóvenes, sobretodo Arthur y Caroline que tenían mi edad, salvo Eddy, quien llevaba a cuestas cuarenta y ocho años vividos y veintiséis de ellos trabajando para mi padre, por lo que era como un tío para mí.

- Hola chicos – saludé con ánimo a todos –. Este es Nathan, mi compañero.

Le dediqué una mirada de reojo al vampiro y vi cómo saludaba a todos.

- Bienvenida Lilianne – Eddy se acercó y me dio un débil abrazo mientras que los demás sonrieron –. Nathan, es un placer – los dos se dieron la mano a modo de saludo.

Me alejé un poco de ellos y mi atención se fijó en la pantalla de la que hablé antes. En ella estaba proyectado un perfil, el perfil de Adam Wayland, y había cientos de ventanas superpuestas con su información. Podía parecer normal porque, al fin y al cabo, era un vampiro con una larga vida, pero esto era exagerado.

- Nosotros pusimos la misma cara que tú – Cassandra se puso a mi lado y sus rizos rojos me rozaron el brazo.

- Así es – Eddy y Nathan se apoyaron en el borde de la mesa justo en frente de la pantalla y fue Eddy el que habló –. Este tío tiene un enorme expediente y no por buena conducta.

- Adam Wayland era un vampiro de poca monta que trataba de hacerse un hueco en la sociedad a toda costa – Oliver empezó a hacernos un resumen –. Para ello hizo negocios con muchos de los personajes más poderosos del mundillo, no solo vampiros, y los trabajos sucios abundan en su historial. Son tantos que creemos que está detrás de algunos de nuestros casos sin resolver y es preocupante. Lo más antiguo que tenemos de él es su participación hace ciento treinta y siete años en una gran matanza en Noruega, donde miles de vampiros aniquilaron a casi todos los humanos que habitaban el lugar – Arthur cliqueó una ventana que nos mostró el artículo de un viejo periódico noruego que publicó la noticia y se produjo el silencio.

Al lado del artículo había una foto con cuerpos humanos apilados como si de cascaras de naranja se tratara y me llevé la mano a la boca. El rojo de la sangre protagonizaba la imagen por completo, demostrando la carnicería de la que Oliver hablaba. Pocos segundos después, esta espantosa escena fue sustituida por otro artículo de prensa más actual, donde aparecía un vampiro vestido con traje elegante apunto de cortar una cinta roja.

- Actualmente es una especie de importante hombre de negocios – esta vez fue Caroline la que habló –. Hace dos meses se inauguró un nuevo bufete de abogados financiado por él y muchos le idolatran.

- ¿Por qué demonios un hombre de negocios molestaría a la madre de Grace? – Nathan preguntó.

- Fácil – Eddy habló –. Le encantan las mujeres. Normalmente está rodeado de chicas jóvenes, guapas y operadas, pero también se siente atraído por todas las mujeres que no muestren ningún interés hacia él. Las ve como un reto.

Solo una palabra cruzaba mi mente.

- Imbécil – murmuré y todos estuvieron de acuerdo conmigo –. Hay que hablar con él.

- No podemos – Félix se cruzó de brazos –. Adam Wayland es intocable, por algo ha querido siempre el poder. Los únicos que se acercan a él son las personas con las que hace negocios, sus sirvientes y todas esas chicas.

- Habrá que intentarlo – Cassandra se enfundó mejor la pistola y miró a Oliver –. Vamos a ver qué conseguimos.

Este hizo caso y juntos avanzaron hasta la puerta.

- ¡Esperad! – el grito de Arthur hizo que se pararan –. Poneos esto.

Sacó una caja con micros de pecho y un collar. El collar era una simple cadena con una pequeña mariposa de alas verdes y negras y un diamantito como cuerpo. Los dos detectives se colocaron los micros y después Arthur le tendió el collar a Cassandra, a lo que ella le observó extrañada.

- Lleva una mini-cámara dentro – explicó él –. Así podremos ver y no solo oír lo que pasa si habláis con Adam.

Fruncí el ceño, ya que no me apetecía ni ver ni oír a ese idiota asesino, ligón y aprovechado que estaba en el centro de nuestro caso.

- Será mejor que salgamos ya – dijo Oliver –. Como salga de su casa no podremos hablar con ese tipo.

Nos despedimos y, en cuanto los perdimos de vista, regresamos nuestra atención a la pantalla. Caroline intentaba establecer conexión con la cámara que estaba en el collar y Arthur la ayudaba. Eddy se acercó a una cómoda con una garrafa de agua, tazas y café caliente y se sirvió un poco de café con dos terrones de azúcar que había en un bote dentro de un cajón.

- ¿Cuándo dejarás de tomar tanto café? – le pregunté sonriendo.

Eddy era un adicto a esa bebida desde mucho antes de que le conociese y pocas personas no sabían eso. Para ser sincera, tenía la certeza de que su cuerpo ya se había hecho inmune y no reaccionaba cuando lo bebía por lo acostumbrado que estaba.

- Supongo que cuando me toque pasar a mejor vida – contestó entre risas.

Yo negué con la cabeza.

- Ya tenemos imagen en directo – Caroline llamó nuestra atención.

Ambos nos sentamos junto al resto en la mesa, colocándome yo al lado de Nathan y Eddy a mi otro lado. Observamos la pantalla y tan solo se veía el cristal delantero del coche y la calle, hasta que nuestros informáticos encendieron los altavoces y pudimos escuchar también.

- ¡Dios mío Oliver! – exclamó Cassandra –. ¿Cuánto hace que no limpias el coche? Seguro que si busco encuentro cucarachas o algo peor.

Puse cara de asco.

- ¿Pueden oírnos a nosotros? – pregunté y Arthur negó con la cabeza –. ¡Qué asco!

Todos rieron, pero yo seguía provocada por lo que había dicho la detective. ¿Cucarachas en el coche? ¿Quién podía tener un coche tan sucio? Seguí mirando la pantalla y vi la exploración que hacía Cassandra de la basura del coche, mientras que Oliver conducía algo avergonzado. Usé mi mano derecha para apoyar mi barbilla y con la izquierda me toqué la barriga, puesto que el desayuno que me había tomado amenazaba con salir.

Entonces sentí que alguien acariciaba mi espalda dibujando delicados círculos en ella y no tuve que mirar para saber que era Nathan el que intentaba que me sintiese mejor. Me mordí el labio y sonreí un poco. Estaba conmovida por aquel gesto y el corazón volvió a latirme a toda velocidad, algo que últimamente pasaba con frecuencia.

- Oye Cassi – habló Oliver –, deja de registrar ya.

- Ni de coña listillos – ella negó rotundamente –. En cuanto tengamos un hueco vamos a limpiar esto, juntos, porque si te dejo a ti solo no harás nada. No sé ni cómo me he subido aquí voluntariamente.

Cuando se vio cómo Cassandra sacaba un perrito caliente a medio comer completamente mohoso y con un par de gusanos me tuve que tapar la boca para no vomitar

- Lo siento – dije mientras me levantaba de la silla –. No puedo ver eso, avisadme cuando lleguen a la casa de Adam.

Salí de la sala y busqué una ventana. La abrí y saqué la cabeza de manera exagerada, para que el aire fresco me calmara las náuseas. Escuché de fondo cómo la puerta se abría y cerraba de nuevo y no pasó mucho hasta que Caroline se puso en la misma posición que yo. Nos miramos y reímos al ver el penoso aspecto que tenía la otra.

- Luchamos contra malvados seres sobrenaturales y nos vence la mierda del coche de Oliver – murmuró.

- Prefiero cargarme a uno de esos que encontrar comida con moho y gusanos en el coche de alguien – dije yo.

- Pobre Cassandra.

Las dos hablamos al unísono y empezamos a reír otra vez.

Conocía a Caroline desde hacía mucho tiempo y nos llevábamos bastante bien. No era una amiga tan cercana como Rachel o Lynette, pero de todos modos era un gran apoyo allí dentro dado que, aparte de ella, no había muchas más chicas con las que hablar.

- ¿Qué tal tu nueva casa? – me preguntó.

- Bien – sonreí –. He estado allí unos pocos días así que tampoco tengo muchos detalles que dar. Lo bueno es que hay un bonito lago natural justo enfrente y se puede nadar en él.

- ¡Qué divertido! – se notaba su entusiasmo –. Algún día tienes que invitarme a ir. Además, así podré ver a ese compañero tan guapo que tienes.

Elevó las cejas de forma significativa y sonrió con picardía.

Siempre estás invitada – respondí –. Las chicas también se alegrarán de verte. En cuanto a Nathan, es un bombón, pero también un idiota.

Miré de nuevo por la ventana.
- Un idiota que te gusta querida – me empujó débilmente el hombro y reímos un poco –. No te olvides del reglamento cariño, ya sabes que tu padre se lo toma en serio.

Cierto.

El reglamento.

viernes, 3 de julio de 2015

Herida (Wounded)

CAPÍTULO 16

Deseaba matar a alguien.

Ya había hecho la tarea de biología y ahora estaba tratando de cumplir mi castigo, pero no lo estaba haciendo demasiado bien.

Al principio, el castigo de la directora no me había parecido muy malo, algo con lo que entretendría un rato y tomarme el día relajadamente. Ordenar los libros que habían sido devueltos y colocarlos en su lugar correspondiente, ¿qué podría pasar? Y con aquel, había terminado biología y había comenzado a hacer el trabajo con toda la inocencia del mundo.

Inocencia que se quebró en mil pedazos en menos de tres segundos.

¡Aquella biblioteca era un maldito laberinto! Había cientos de estanterías que parecían no acabar nunca, en las cuales había millones de libros ordenados en orden alfabético, que a su vez están ordenados por género y que, al mismo tiempo, estaban organizados por autor y fecha de publicación. ¡Encima no estaba bien señalizado! En aquel sitio no había diferenciación entre donde terminaba la sección de la letra “C” y donde empezaba la “D”. Llevaba media hora tratando de localizar la zona de libros históricos cuyo título comenzaba por “E” y ni siquiera había encontrado la letra “E”.

Dentro de poco lloraría.

Para colmo, por si no era ya suficientemente malo todo, iba arrastrando el carrito repleto de libros por todos lados, pareciendo una completa estúpida. Sin embargo, mirando el lado positivo, porque mi pobre mente inocente necesitaba encontrar algo positivo, el carrito tenía las cuatro ruedas en perfecto estado y no era difícil de llevar, aunque eso no me ayudaba a colocar los libros.

¡Por fin!

Señoras y señores, denme un aplauso porque he logrado encontrar la maldita letra “E” de una vez por todas y dentro de poco ya tendría colocado aquel gordo libro de páginas amarillas que olía a moho. Cuando encontré el lugar exacto en el que debía ponerlo una sonrisa aliviada se formó en mi rostro y realicé un baile de la victoria después de colocarlo.

- Te veo muy feliz a pesar de que todavía tienes que colocar todo ese montón.

Me giré sobresaltada, dejando de bailar al instante.

Apoyado contra mi carro de libros había un vampiro que aparentaba tener veintidós años, con el pelo castaño apagado despeinado, ojos verde claro, labios algo gruesos y sonrosados y que lucía una barba de dos días. Tenía puesta una polera de manga larga azul oscuro que se ceñía perfectamente a su cuerpo, unas deportivas negras y unos vaqueros. Metió las manos en los bolsillos delanteros de su pantalón y sonrió algo divertido.

Eso lo hizo más sexi de lo que ya era.

- Estoy feliz porque al menos he logrado colocar uno – hablé, tratando de recomponerme del susto.

- Te entiendo – empezó a acercarse a mí –. A mí también me costaba al principio.

Se rio de un chiste interior mirando a su alrededor.

- ¿Estudiaste aquí? – pregunté.

- Sí – respondió –. Tres años bastante moviditos. Una pena que no estabas aquí en esa época – me miró de arriba abajo y una sonrisa pervertida apareció en su cara –. Lo habríamos pasado bien. No recuerdo a ninguna tan guapa cómo tú en mis años de estudiante.

- ¿Tres? – intenté omitir sus comentarios –. Se supone que hay que estar cinco años aquí.

Se echó a reír hasta que la bibliotecaria apareció en un extremo del pasillo y lo mandó a callar.

- Me expulsaron – confesó –. No me mandaban castigos como el tuyo por ser un chico bueno.

Debía de haberlo imaginado.

- ¿Y por qué has vuelto? – pasé a su lado para llegar hasta el carro y seguir con mi tarea.

Él caminó a mi lado y tomó uno de los libros, al parecer dispuesto a ayudarme. Punto a favor del vampiro sexi que me va ahorrar algo del trabajo.

- He venido a hablar con mi hermano – contestó –. Asuntos familiares, ya sabes.

Me miró de reojo y yo bufé. Los asuntos familiares nunca eran algo bueno, al menos no si se referían a mi propia familia, pero eso no era algo que fuese a hablar con aquel vampiro.

- ¿Ya habéis hablado?
No, supongo que ya le encontraré – se estiró para colocar un libro en una parte alta y regresó a mi lado.

- ¿Para qué te has pasado por aquí entonces? – le miré divertida –. No pareces un chico al que le gusten demasiado las bibliotecas.

Le miré de arriba abajo, aprovechando para deleitarme con lo que veía, y luego volví a mirarle a los ojos. Se notaba que mi comentario le había gustado por la enorme sonrisa que se le había dibujado y siguió tomando más libros.

- Vi tu espectáculo en el pasillo y sentí curiosidad por conocerte – su respuesta me sorprendió un poco, pero no demasiado –. Me gustan con carácter.

- Siempre es un placer tener fans – reí a la vez que ponía tres libros de la misma sección en su lugar.

- Ninguno será como yo, te lo aseguro – en su tono de voz había mucha picardía, la cual no trató de ocultar tampoco, y negué con la cabeza volviendo a empujar el carro.

- Cierto – estuve de acuerdo con él –. Supongo yo que ninguno más me ayudará a colocar los libros.

Reí al ver la cara que puso por el giro que le había dado a su comentario, aunque después se rio conmigo. El resto del tiempo ordenamos los libros en silencio, mirándonos de vez en cuando, a veces significativamente y otras pues, simplemente mirándonos.

Era extraño, misterioso y sexi, pero al mismo tiempo sentía que podía actuar natural a su lado. Estaba cómoda con su compañía a pesar de que seguramente era uno de esos ligones que yo odiaba. Sin embargo, su claro interés de ligar conmigo no me resultaba molesto ni asqueroso, sino más bien me parecía interesante la forma en que trataba de acercarse a mí.

¿Desde cuándo un chico malo ayuda a una chica a colocar libros solo para ligar?

Tenía que admitir que su ayuda me estaba viniendo de perlas para no sufrir aquello yo sola porque, al paso al que iba antes, jamás hubiera terminado. A lo mejor le había dado pena por lo pésima que era ordenando y él había decidido venir en mi rescate con tal de que nadie se quedase ciego al verme intentarlo.

Todo podía ser.

Creo que estuvimos allí metidos alrededor de dos horas y media o más, y los libros no parecían querer acabarse nunca. ¿Por qué la gente no podía molestarse en colocar su libro una vez lo hubiera usado? No, ellos eran especiales y tenían que dejárselos todos a la bibliotecaria para que luego un desafortunado alumno castigado sufriese aquella penuria.

Quizás por eso no había demasiados incidentes en la academia.

- A propósito – se acercó a mí una vez terminó de colocar –. Me llamo Adam.

Tendió su mano derecha hacia mí con una linda sonrisa y yo me aguanté la risa mientras juntaba mi mano con la suya.

- Daniela – me presenté yo –. Aunque todos me llaman Dani.

- Daniela entonces – elevó mi mano hasta su boca y le dio un leve beso con la comisura de los labios.

Cuando al fin la soltó, miró el reloj de pulsera que llevaba en la muñeca y dirigió su vista al final del pasillo.

- Ahora que hemos terminando, me voy – subió mi barbilla con su dedo y me observó a los ojos –. 
Prometo verte de nuevo.

Esta vez, depositó el beso en mi mejilla y se alejó. Me quedé mirando la estantería que tenía delante con cara de “¡¿qué demonios?!” y fruncí el ceño. No sabía qué pretendía aquel tal Adam, pero no estaba en mis planes ir corriendo detrás de él para verle de nuevo y, ciertamente, tampoco creía que nos fuésemos a ver pronto.  Me había ayudado a poner los libros en su sitio y todo eso, pero esto no nos convertía ahora en amigos ni nada así. Ni mucho menos me convertía a mí en su próximo ligue. Debía de haberse vuelto loco si creía que yo iba a caer en sus redes de vampiro malo, guapo y seductor solo porque le apeteciera de repente.

Salí del pasillo y llevé el carro donde la bibliotecaria estaba sentada con cara de aburrimiento. Esta me miró algo sorprendida, seguramente porque había terminado antes de lo que ella había pensado y casi me caigo para atrás. Había estado allí dentro metida casi tres horas y, ¿a ella le parecía poco? Sin prestarle mucha atención, dejé el carro cerca de ella y me dirigí a la salida. Una vez fuera, observé mí alrededor en busca de un reloj y uno colgado en una pared cercana me indicó que, aunque me había perdido el entrenamiento, todavía podía asistir a las clases.

No iba a ir, estaba claro.

Así que giré a la izquierda y me dirigí a mi habitación. El cuerpo no me dolía tanto debido a que ya había estado un rato en movimiento, pero de todos modos estaba cansada y me notaba pesada. Evité a toda costa pasar por delante de alguna de las clases donde los profesores o los alumnos de la academia Snake pudieran reconocerme y no tardé mucho en llegar a mi cuarto. Abrí la puerta con cara de satisfacción, aunque mi felicidad no duró mucho.

Sentado en el bordillo de mi cama, mirando en mi dirección y con los brazos cruzados se encontraba Bernard, expectante por mi llegada. Sabía lo que me diría e imaginaba perfectamente las consecuencias que su visita supondrían. Sin embargo, había una pequeña parte de mí que deseaba que estuviera equivocada y que tan solo hubiera ido a ver cómo estaba.

- No has ido a entrenar – habló seriamente y mis miedos comenzaron a confirmarse.

- Estaba castigada – me encogí de hombros –. Supongo que ya te habrás enterado de lo sucedido.

- Sí, me he enterado – se levantó de la cama y caminó hasta la puerta, colocándose a mi lado – y, como veo que no piensas asistir a clases, aprovecharemos estas horas para recuperar el entrenamiento.

- ¡¿Qué?! – exclamé.

- No intentes rechistar – salió de la habitación a paso lento –. Te espero en el gimnasio en diez minutos.

Se marchó, cerrando la puerta tras de sí.

El dolor de mi cuerpo se hizo presente de nuevo, poco a poco, y me llevé las manos a la cara con frustración. No quería entrenar, estaba muy cansada y sabía que ahora, por estar sola, Bernard me exigiría realizar ejercicios más fuertes. Pero, ¿qué podía hacer? No podía revelarme y no ir, porque lo más probable era que él vendría a buscarme personalmente y resultaría peor para mí.

Fastidiada, saqué mi ropa para entrenar del ropero y fui al baño a cambiarme. Me arreglé la cola alta  que se había ido cayendo y tomé una sudadera para no tener que pasearme por la academia medio desnuda y que todos me vieran. Suspiré antes de abrir y, después de unos segundos, salí a entrenar.


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Las semanas pasaron con normalidad, o al menos toda la normalidad que podía caber dada la situación en la que nos encontrábamos, y me fui adaptando a la rutina. Los entrenamientos ya no me resultaban tan duros, mi técnica y mi habilidad habían mejorado considerablemente y las clases terminaron siendo entretenidas. Podía decirse que me había convertido en buena alumna que se había integrado con los demás alumnos.

La mayoría del tiempo estaba con Jules, Sic y April, coincidiendo también con Betty en ocasiones. Era difícil pasar tiempo con ella debido a la diferencia de los horarios y lo mismo podía aplicarse al asunto de Kile. Aunque él intentaba encontrar siempre algún momento para vernos, era muy poco el tiempo que coincidíamos. Si no era porque él estudiaba, era porque estudiaba yo o por mis entrenamientos, o porque uno de los dormía mientras que el otro estaba despierto haciendo su día. Sin embargo, debía admitir que tampoco me importaba demasiado que no estuviéramos juntos aunque él no lo supiera.

Las palabras de Bernard en el invernadero se repetían en mi mente una y otra vez, sin descanso, causando en mí la duda de quién era Kile en realidad. Por eso no me apetecía pasar tiempo con Kile, porque me confundía mucho sobre qué pensar o a quién creer. Empezaba a sentirme un poco paranoica debido a la acumulación de eventos que se me echaban encima desde todas las direcciones, y es que Kile no era mi único problema.

El principal y más obvio era aquel clan que tenía en tensión a todos. No habían atacado todavía, pero no quería decir que no lo fueran a hacer en cualquier momento. Mientras desayunábamos, o durmiendo, haciendo los deberes, hablando con amigos o simplemente cuando te estabas duchando. El reloj caminaba sin prisa, pero sin pararse, y por cada segundo que pasaba nos encontrábamos más cerca de ser atacados. Y, aunque tratábamos de camuflarlo, nos preocupaba ese instante, queríamos saber cuándo la paz acabaría y daría paso al baño de sangre. Hasta yo estaba tensa por la imposibilidad que teníamos para controlar nuestro destino y reaccionar.

La espera me volvía loca.

Por otro lado estaba el problema que tan solo me perturbaba a mí y el que apenas nadie recordaba. El clan de Bernard, pensar en que quizás me vería obligada a unirme a él o no, que simplemente me uniría a él por voluntad propia, era otro de los temas que no me dejaba dormir. Después de todo, ellos estaban allí por mí, porque me querían viva para que pudiera formar parte de su enorme grupo, y estaba segura de que Bernard  no se marcharía tras la gran pelea sin pedir nada a cambio. No me lo había dicho, no hacía falta, sabía que protegería la academia si yo me unía a su clan y eso, al contrario que lo del clan que nos iba a atacar, no me volvía loca.

Me daba miedo.

- Mira a quien me he encontrado – la voz de Sol me provocó dolor de cabeza –. Justo la persona que estaba buscando.

No la odiaba, pero en mi lista de las personas a las que no me apetecía ver ahora, ella ocupaba una de las primeras posiciones.

- No quiero discutir ahora

Me levanté del cómodo y aislado asiento que había encontrado en un porche abandonado en un extremo de la gigantesca academia. Las vistas no eran muy bonitas, lo único que se veía era el espeso y oscuro bosque.

- No vengo a discutir – su tono era firme.

Dejé de caminar y giré un poco para poder mirarla. Iba igual de pija que siempre, con su uniforme de la academia remodelado por ella para que estuviera acorde con su estilo, unos tacones de plataforma negros, pulseras, un reloj caro y demás accesorios de marca.

- ¿Crees que hubiera venido aquí, al culo del mundo solo para pelear contigo? – su pregunta tenía bastante sentido.

- De acuerdo – solté aire –. ¿Qué pasa?

- Vengo a advertirte – se cruzó de brazos –. Aléjate de Kile.

Mi risa salió casi inconscientemente. ¿Estaba allí por celos o qué?

- Pierdes el tiempo con tus celos, Sol.

- No son celos, te hablo en serio – era la primera vez que la veía tan centrada.

La observé unos segundos y esperé a que hablara.

- Daniela – avanzó hacia mí lentamente –, sé que no empezamos con buen pie y que todo fue peor cuando vi que Kile se interesaba en ti. Sin embargo, eso no quiere decir  que no deba avisarte de que él no es todo lo que has conocido hasta ahora. Su familia es muy poderosa y, como toda familia de tremendo poder, desean que su legado se mantenga mucho tiempo de manera adecuada. Kile es ese legado y su futuro está decidido.

Mi cara reflejaba la confusión que sentía.

Quizás era porque ella no se había explicado bien o porque yo estaba espesa ese día, pero no entendía a qué se refería mencionando a la familia de Kile. ¿Es que pensaban borrarme del mapa acaso? ¿Sobornarme para que me alejase de su “legado”? ¿A qué se refería con que su futuro estaba decidido?

- Me tengo que ir – pasó a mi lado –. Yo te he avisado.

Y se largó.

Me dolía la cabeza y tuve que apoyarme contra la pared unos segundos. Me masajeé la sien con la yema de mis dedos en un intento de calmar la punzada de dolor que me martilleaba el cráneo. Primero Bernard me decía que no conocía del todo a Kile y ahora Sol me soltaba todo esto. Puede que esta última ni se acercara a ser mi amiga, pero hasta mis amigas reales coincidían con ambos en que no le conocía.

Decidida, caminé por el porche y me adentré de nuevo en la academia. Necesitaba respuestas para poder aclarar un poco mis ideas y tener algo de estabilidad en mi penosa vida. Llegué a la biblioteca en menos de cinco minutos y ocupé el primer ordenador vacío que encontré. Abrí el buscador de internet y tomé aire antes de introducir el nombre de “Kile White”.

Cientos de artículos sobre él aparecieron y leí los títulos en busca de algo relevante. Casi todo trataba sobre la cantidad de negocios importantes que había cerrado junto a su padre, las nuevas relaciones de su madre con altos cargos de la sociedad sobrenatural y el hermano mayor rebelde que no participaba mucho en nada de los negocios.

- ¿Adam es su hermano? – murmuré atónita.

Pero eso se me olvidó completamente en cuanto vi otro titular en color azul al final del todo. No podía ser verdad, no, era una invención, tenía que serlo. Kile no me podía estar usando y engañando de aquella manera tan rastrera y cruel. ¿O quizás sí? Yo qué iba a saber, si no le conocía de nada.

Completamente furiosa, cerré el buscador y me levanté. Ni siquiera respondí a la despedida que la bibliotecaria me dio al verme marchar, ya que mi única preocupación en ese momento era buscar a Bernard. Él me lo aclararía, me diría si aquel estúpido titular era cierto o si solo lo había imaginado.

- Menuda sorpresa – Bernard me miró por encima del periódico que estaba leyendo en el patio.

- ¿Por qué no me lo dijiste? – mi pregunta no pareció cogerle por sorpresa.

- Te lo comenté aquel día, en el invernadero – bajó el periódico para verme mejor.

- ¡Oh claro! Es verdad – quería pegarle –. Porque soy terca y todo eso, ¿no? ¡¿Pero no se te pasó ni un segundo por la cabeza que debía saber que Kile se va a casar dentro de un mes y medio?!