martes, 10 de noviembre de 2015

Herida (Wounded)

Uffffffffffffffffff... ¡¡¡POR FAVOR!!! ¿Dónde he estado metida? Ya hace tanto tiempo que no publico que he perdio práctica y todo.

Ya sé que soy muy repetitiva y que más de uno se habrá cansado de mí, pero de verdad: LO SIENTO MUCHO POR LA AUSENCIA. Sinceramente he estado muy ocupada, primero quería disfrutar un poco de mis vacaciones y desconecté, y cuando volví al mundo real ya empezaba el curso y a piñón desde el primer día. Apenas he tenido tiempo de respirar.

Sin embargo, no me he olvidado de continuar pensando en el blog y, aunque no he publicado, sí he avanzado con las historias que tengo a medias, espero que no me maten por ello jajajajajajjaja

Y como ya habéis esperado demasiado y sé que más de uno atravesaría la pantalla en este momento para arrancarme los pelos, aquí está el capítulo de hoy...

CAPÍTULO 17


No estaba enfadada, estaba furiosa.

La conversación con Bernard y sus palabras frías y desinteresadas me enfurecían todavía más cada segundo. Odiaba el hecho de que ni siquiera hubiera pensado en comentarme nada sobre el tema y que su excusa fuera “es que eres muy terca”. ¡¿Y qué?! Eso no significa que vaya a hacer oídos sordos si alguien me comenta que el chico con el que me estoy enrollando se va a casar, al contrario, sería la primera en ir a aclarar el asunto. ¿Por qué me tenía que tratar como a una niña?

Sin embargo, no era él a quien deseaba matar en ese momento.


- No discutiré más contigo – concluí.

Empecé a alejarme de Bernard en dirección al interior de la academia y ni siquiera miré a Lance cuando pasé a su lado.


- Acuérdate del entrenamiento – dijo el líder del clan con calma.

- ¡Me importa una mierda tu estúpido entrenamiento! – grité.

Cuando entré al edificio, busqué un reloj por alguna parte y en ese momento decidí que necesitaba comprarme un reloj de pulsera para no tener que andar buscando uno cada vez que quisiera saber la hora. Lo terminé encontrando en la secretaría de la academia y este marcaba la una y cuarto del mediodía. ¿Que qué hago yo despierta cuando se supone que debería estar durmiendo como el resto de la academia Snake?

Pues simplemente digo que no os recomiendo el insomnio.


- Disculpe – llamé la atención de la secretaria entrada en años que allí había.

- ¿En qué te ayudo, querida? – esbozó una sonrisa cuya amabilidad no llegaba a sus ojos.

- ¿Sabe en qué período del día se encuentran los alumnos de la academia Sullivan? – pregunté.

La señora ojeó su ordenador, tecleó algo y luego me miró.


- Están a punto de acudir a almorzar – y en cuanto contestó se escuchó la ya conocida campana que daba fin a las clases.

- Gracias – dije y salí de allí.

El antes despoblado pasillo se había llenado de gente en apenas unos segundos y me costó más abrirme paso. Además, me entretuve saludando a todas esas personas que me saludaban a mí, y evadí a todos los que quisieron establecer conversación. No pretendía ser antipática, pero en aquel momento no tenía tiempo ni ganas de hablar con nadie y tampoco iba a fingir que estaba bien. Sin embargo, no pude esquivar a Jul, Betty y Abril, que me acorralaron e imposibilitaron que continuase andando.


- Vamos a la biblioteca a estudiar, ¿te apuntas? – me preguntó Jul.

- ¿Betty no tiene que almorzar? – pregunté yo.

Abril levantó ante mí una bolsa blanca y sonrió.


- Tenemos aperitivos – dijo y escondió rápidamente la bolsa –. Pero se supone que no podemos comer en la biblioteca, así que shhhh…no digas nada.

Sonreí un poco por su comentario, pero esta se borró cuando vi a Kile alejándose hasta desaparecer en el fondo del pasillo.


- Lo siento – miré a las chicas –. Tengo que ir a hablar con Kile. No es metáis en líos por la comida.

Sin saber cómo, rompí la barrera que habían creado a mí alrededor y prácticamente corrí en la dirección por la que Kile se había ido, pero no logré encontrarle. Pasé por el comedor y, tras examinarlo exhaustivamente, me di cuenta de que no estaba allí. Aquello resultaba casi cómico. Normalmente siempre estaba evitando a Kile y pasaba el mínimo tiempo con él. Y ahora que lo buscaba, ¿por qué había decidido desaparecer?

“A lo mejor está hablando por teléfono con su futura esposa”, comentó mi consciencia de manera sarcástica.

Decidí que la mejor forma de encontrarle sería ir a su cuarto porque, al fin y al cabo, en algún momento tendría que ir allí para dormir o cambiarse. Caminé con paso ligero al ala oeste de la academia, hasta el punto de que me dolieron las piernas de pisar tan fuerte el suelo, y no pude evitar soltar una risilla. Mi aspecto desde fuera debía verse bastante patético y ridículo, estando furiosa por una relación que ni siquiera podía considerarse como tal.

Después de todo, aquello era de esperar, ¿no?

Bernard, a su modo, me lo había advertido, lo había hablado con las chicas y habíamos llegado a la conclusión de que no sabía nada de Kile y también Sol me lo había dicho. Quizás fuese culpa mía todo eso que estaba pasando, más que quizás, seguramente era culpa mía. Si hubiera dudado un poco más acerca de él, me habría tomado el lujo de investigar y saber todo desde un principio, ahorrándome el tiempo y los besos perdidos con aquel imbécil. Solté aire para calmarme un poco y me concentré en seguir andando.

Pero mi concentración no duró demasiado.

Nada más dejar mis pensamientos llenos de rabia a un lado, crucé la esquina que llevaba a las escaleras del ala oeste e impacté contra alguien. Como un auténtico déjà vu, Kile se aferró a mi cintura para que no me cayese y, ajeno a la nueva información que yo había adquirido, sonrió divertido.


- ¿Por qué será que siempre acabamos así? – preguntó con tono meloso.

Empezó a agacharse hacia mis labios, pero lo aparté de mí con un leve empujón y me crucé de brazos.


- ¿Pasa algo? – su sonrisa ya había desaparecido.

Ahora me miraba completamente desconcertado y atisbé un poco de preocupación en sus ojos. Yo elevé las cejas como si aquella pregunta fuese una auténtica broma y luego bufé.


- Dímelo tú – respondí.

- Te aseguro que no sé de qué me hablas – intentó acercarse a mí, pero yo retrocedí.

- Bueno – dejé caer mis brazos –, espero que el día de tu boda logres entenderlo. Tienes todo un mes para pensar.

Vi como su rostro se descomponía por la sorpresa, para después mostrar un profundo y, en mi opinión, falso arrepentimiento. Me parecía tan patético, después de usarme de aquella forma pretendía parecer arrepentido y las ganas de pegarle aumentaban más y más. Se quedó en silencio y yo me cansé de aquello.


- Como veo que no tienes nada que decir y pegarte lo considero más pérdida de tiempo a tu lado, me voy – me di media vuelta y salí del ala oeste.

Era tan patética.

¿Qué pretendía que me dijese? ¿“Lo siento mucho, Daniela, yo no quería usarte como mi amante personal”? Estaba soñando si esperaba escuchar unas disculpas de su parte. Se iba a casar, ya tenía una chica esperándole en otra parte, así que perderme a mí tampoco le supondría mayor diferencia. Ahora me superaría, buscaría a otra y yo al fin podría vivir una vida más o menos tranquila en la academia.


- ¡Daniela, espera! – gritó.

¡Oh, por favor! ¿En serio pensaba montarme el papelón de arrepentimiento ahora?


- Tranquilo, Kile – dije tranquila y acelerando mi paso –. No necesito tus estúpidas explicaciones.

A pesar de que le había sacado ventaja, usando su velocidad vampírica me alcanzó en menos de lo que dura un pestañeo y me sujetó por la muñeca, obligándome a girar para verle.


- Déjame adivinar – hablé –. Ahora me dirás que lo sientes mucho, que estás muy arrepentido por haberme engañado de esa forma y que prometes arreglarlo. Pues te avanzo, no es necesario.

Me liberé de su agarre y seguí mi camino.


- Vamos, Daniela, no te pongas así.

Me paré en seco al escuchar aquello. No quería parecer esquizofrénica pero, ¡¿me estaba hablando en serio?!


- ¿Qué no me ponga así? – le miré riendo –. ¿Tú te estás oyendo? Kile, me has mentido de la forma más rastrera posible y, además, ¿cuándo pensabas decirme la verdad? ¿Tenías la idea de seguir usándome como tu prostituta barata hasta el día de tu boda? Porque sí, Kile, me has usado, y eso es lo que más me cabrea.

- Jamás pensé en usarte – se justificó – y mucho menos te vi como mi prostituta.

- Permíteme que lo dude – chisté.

Kile me miró con la desesperación reflejada en el rostro y, si no fuese por la situación en la que nos encontrábamos, me habría reído de aquella cara. Le vi morderse el labio, revolverse el pelo nervioso y luego avanzar un poco hacia mí con expresión rendida.


- Daniela – el tono de su voz denotaba arrepentimiento –, no espero que me perdones. Está claro que no debí intentar algo contigo estando comprometido, pero era imposible resistirme cuando cada vez que te toco se me revoluciona el cuerpo y no puedes negar que tú no sientes lo mismo.

Me quedé en silencio, incapaz de buscar un modo de negarme a lo que había dicho. Sin embargo, como él mismo acababa de decir, era cierto que el tacto de su piel contra la mía provocaba en mí un deseo irrefrenable de tenerle conmigo y que me encantaban sus besos, sus maravillosos besos, pero…


- Pero es solo eso, Kile – mis palabras eran tan sinceras que el enfado se disipó –. ¿No te das cuenta? Desde un principio lo único que nos ha unido ha sido el deseo sexual, el físico del otro, su apariencia… Y estuvo bien, sí, no niego que me encantó nuestro primer beso y todos los que vinieron más tarde. En cambio, dime, cuando estábamos separados, ¿pensabas en volver a verme o en volver a besarme?

Nos quedamos mirando unos minutos, cada uno con su debate interno sobre la situación, hasta que él se acercó a una de las ventanas más cercanas y se apoyó contra el alféizar mirando al suelo. La luz del sol, algo tenue debido a las nubes, entraba a través de la cristalera e iluminaba el pelo rubio del chico, haciéndolo ver brillante en contraste con su rostro serio. Me coloqué en frente de la ventana contigua y me quedé mirando al exterior con las manos metidas en los bolsillos delanteros de mi pantalón.


- Aunque sea solo físico, esto es lo más real que he sentido en toda mi vida – sentí cómo levantaba su cabeza para mirarme y yo desvié mi vista en su dirección.

- ¿No amas a la chica con la que te casas? – pregunté.

- Tengo  dieciocho años, Daniela – explicó – y a saber cuántos siglos más me quedan viviendo en este mundo. ¿Piensas que deseo pasar mi eternidad casado con una vampira rica, pija y delgaducha? Nos casamos por acuerdo de nuestros padres, eso es todo – se encogió de hombros y se giró del todo hacia mí –. A ella en realidad le gusta mi hermano Adam.

Adam, el casanova de la biblioteca, me había olvidado hasta de él y de su coqueteo con el tema de la boda de Kile.


- Entonces, ¿por qué no se casan ellos? – levanté las cejas algo confundida y Kile soltó una pequeña carcajada.

- Mi hermano jamás se casaría – respondió entre risas –. Es un “espíritu libre”, como él dice. Le gusta viajar, disfrutar de la vida y de las mujeres, sobre todo. Se desentendió de la familia en cuanto le propusieron dirigir los negocios de mi padre y anda solo por el mundo desde ese momento. De todos modos tenemos una buena relación con él, al fin y al cabo, es su vida y puede hacer lo que quiera.

- ¿Y tú no?

No hablé brusca y acusadora. Solo quería saber por qué su hermano podía hacer lo que quisiera y, en cambio, Kile tenía que casarse por conveniencia.


- Es complicado – dijo sin más –. Mis padres solo nos tienen a Adam y a mí y, una vez quedó mi hermano fuera de todo, soy el único que puede ayudar a mi padre con sus negocios. Puede que sea un vampiro, pero tampoco es cuestión de que esté trabajando toda su eterna vida.

Yo me quedé en silencio.

La situación me seguía pareciendo totalmente injusta para Kile, pero eran asuntos de su familia y él, y yo no tenía ni voz ni voto en el meollo. Solté aire para liberar un poco de tensión y miré de nuevo a través de la ventana. Desde allí me di cuenta de que se podía ver un pequeño trozo del techo del invernadero donde Bernard me había citado la otra vez y decidí que más tarde iría allí para escapar un poco de la realidad.

Necesitaba un escape de todo.

Vi como una bandada de pájaros salía de golpe de entre las copas de los árboles y luego creaba círculos mal dibujados en el aire. Parecían algo inquietos y desorientados, puede que asustados, y no me extrañó teniendo en cuenta que vivían en un oscuro bosque al lado de aquella vieja academia.


- Supongo que ya lo que teníamos, fuera lo que fuera, ha terminado, ¿cierto? – me preguntó Kile.

Le miré con una pequeña sonrisa divertida.


- Sí – contesté –, ha terminado. Fue bonito mientras duró.

Me encogí de hombros y solté una carcajada, a lo que Kile me acompaño.


- ¿Qué tal un besito de despedida? – Kile se acercó demasiado a mí, con claras intenciones de besarme.

Sonreí y me escabullí como pude de la presión que hacía su cuerpo contra el mío. Negué con la cabeza y comencé a retroceder poco a poco.


- Esa no sería una buena forma de empezar la ruptura – observé yo mientras me alejaba.

Reí cuando vi que él empezaba a seguirme y casi salí corriendo de allí. Hace no muchos minutos estaba muy enfadada con él y pensando cientos de formas de separarle la cabeza del cuerpo. Ahora, en cambio, corría por los pasillos en un intento de que no me alcanzara y me besase e incapaz de parar de reír. ¿Quién me entendía?

Llegamos a la primera planta, hasta la zona de las taquillas donde bastantes alumnos conversaban sobre su día, aunque echaron un par de miradas en nuestra dirección al vernos pasar, y yo frené un poco el paso para no llamar demasiado la atención.


- Te pillé – dijo Kile sujetando mi muñeca – Cualquiera diría que me lo has puesto fácil.

- Que me hayas alcanzado no quiere decir que vaya a dejar que me beses – negué con la cabeza y lo alejé un poco de mí.

- Oye, ¿qué es eso? – una chica preguntó a una de sus amigas mientras miraba a través de una ventana cercana.

Kile y yo nos miramos un poco extrañados y nos acercamos lentamente para mirar por otra ventana cercana. No dimos ni dos pasos cuando miles de cristales salieron desperdigados por el aire y nos vimos obligados a tirarnos al suelo. A nuestro alrededor se propagaron los gritos llenos de terror y la gente del pasillo empezó a correr. Frente a nosotros, cinco vampiros con caras de pocos amigos se sacudían los cristales de encima antes de salir en busca de víctimas y no fue raro que uno de ellos se fijase en Kile y en mí. Se nos quedó mirando con una sonrisa diabólica y todos los músculos de mi cuerpo se tensaron.

Pero no tuve tiempo de atacarle.

Sin previo aviso, Kile tomó mi mano y me llevó lejos de allí usando su velocidad vampírica para darnos más ventaja. Terminamos en el cuarto de baño de los chicos, que estaba asqueroso, y unos cuantos de la academia Snake se nos quedaron mirando confundidos.


- El clan está atacando – expliqué –, ya sabéis lo que tenéis que hacer. ¿Alguno de ustedes ha recibido los entrenamientos de Bernard?

Los tres muchachos se miraron entre sí y fue uno el que levantó la mano.


- De acuerdo – miré a mí alrededor y mi atención se centró en el bastidor de madera de la puerta –. Kile, arranca eso – él me miró sin entender –. Tú eres el vampiro con súper fuerza, tampoco te va a costar tanto.

Rodé los ojos y por fin me hizo caso. Arrancó dos trozos largos  de la pared y yo los rompí con ayuda de mis piernas. El resultado fueron siete intentos de estacas que esperaba que nos funcionasen hasta que encontrásemos armas mejores. Me quedé dos, le di una a Kile, otras dos al chico que levantó la mano y las que sobraban para los otros dos.


- Sé que no sabéis nada de usar estacas, pero os sorprendería saber lo que se puede hacer con el cuerpo lleno de adrenalina – le dije a estos últimos –. Muy bien, tú, tienes que lograr ponerlos a salvo en el ala de las chicas, allí estarán la directora y más compañeros – el muchacho que había levantado la mano asintió –. Tú, acompáñalos y dile a la directora que no tengo armas, necesito que me den algunas, las que sean.

- ¿Tú qué harás? – me preguntó Kile al ver que me disponía a salir.

- Las chicas están solas en la biblioteca – respondí. Mi voz delató mi desesperación por encontrarlas sanas y salvas –. Debo protegerlas.

Él asintió y me soltó.

Abrí la puerta, justo para ver como un ejército de vampiros avanzaba por todas partes con ansias de sangre. Los gritos, los golpes, los llantos, los rugidos, el olor a sangre…todo era tan intenso y cercano que me costó un poco adaptarme. Aprovechando mi estado, un vampiro enemigo se lanzó sobre mí, pero tampoco estaba tan fuera de lugar y, en cuanto lo tuve a centímetros, le clavé una estaca en el corazón y cayó al suelo con un golpe seco. A mi lado, Kile y el otro chico con dos estacas se encargaban de tres más y, una vez los eliminaron, empezaron a encomendar su misión


- ¡Kile! – grité para que me escuchase, pues ya estaba lejos.

Se paró en seco y se giró para atenderme.


- Pensándolo mejor – apoyé una mano sobre mi cintura –, sí que quiero ese beso de despedida.

Le vi reír desde aquella distancia y en menos de lo que esperaba ya estaba frente a mí. Sin pensarlo dos veces, sujetó mi rostro con sus manos y lo acercó a suyo. Nuestros labios se fundieron en uno de esos besos que jamás piensas que recibirás, de esos que se dan en las películas cuando dos personas saben que pasarán mucho antes de volver a verse y necesitan tener un buen recuerdo, aunque no sea con la persona amada.

Es con la persona que te importa.

2 comentarios:

  1. Hola desaparecida jijiji, y si, ya se que estás ocupada ��.

    Ha sido un capítulo muy intenso, desde sorpresa por la noticia, pasando por el enfado, hablarlo con el tipejo, quedarse tranquila, reirse, invasión de vampiros con pelea y estacada en el corazón, y por último... ¡¡BESO!!
    Ñooos!!! Una subida de adredalina que deja a una con ganas de mas jijiji.
    Me encantó, vamos a ver cuando el próximo capítulo jijiji.

    Besitos mi querida hermanita ��

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    1. Jajajajajajjajaa me alegro mucho de que te gustase hermanita, intenté que fuera intenso para compensar todo el tiempo atrasado con los capítulos.
      Besoooooooooos

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