viernes, 23 de septiembre de 2016

.Pura.

CAPÍTULO 17

Cogí la prenda delicadamente entre mis manos y busqué el hueco correcto. Luego, deslicé los brazos y la cabeza, sintiendo una suave caricia en la piel, hasta que el vestido quedó amoldado a mi cuerpo con perfección. Era de tela fina y negra, sin mangas, terminaba justo por encima de las rodillas y rodeaba mi cuello gracias a una cadena plateada que lo sujetaba. Además, en la parte baja del lado derecho tenía un corte de unos dieciocho centímetros que le daba a mi imagen un toque coqueto y sexy al mismo tiempo.

Hice dos pequeñas trenzas espiga en la parte derecha de mi cabeza, las até con una diminuta goma transparente y dejé el resto de mi pelo suelto. Gracias a la plancha, definí algunas ondas en él para crear un aspecto más elegante y después comencé a maquillarme. Usé un delineador para hacerme la raya del ojo al estilo retro y pinté mis labios de rojo. En cuanto terminé con eso, me calcé unos tacones rojos llenos de piedrecitas del mismo color, que brillaban hasta en los sitios más oscuros, y sonreí satisfecha.

Salí del baño esperando encontrarme a Nathan en la habitación, pero no estaba, así que simplemente me dediqué a rellenar mi diminuto bolso con lo imprescindible, o sea, delineador por si acaso, dinero, pintalabios por si acaso y mi móvil. Tras comprobar que no me faltaba nada, fui al salón-cocina y encontré al vampiro sexy en la terraza, observando la noche. Se giró al escucharme llegar y en sus ojos pude ver que le gustaba lo que tenía delante.

Sonreí.

Dejé el bolso en la mesita y caminé hasta ponerme a su lado. Él estuvo atento a cada uno de mis movimientos, como si analizarlos fuese lo más importante del mundo, y me miró a los ojos cuando paré. Aquella mirada provocó que todo mi cuerpo vibrase por dentro y que una sensación de calor me invadiera incluso las pestañas. ¿Quién se pensaba que esa noche, en lugar de estar con el fantástico hombre que tenía delante, pasaría el tiempo tratando de seducir a un maldito vampiro asesino sospechoso de mi investigación?

Esas cosas solo me pasan a mí.

- Estás preciosa – comentó observándome completamente.

En sus ojos podía ver cómo disfrutaba al verme así, pero en su tono de voz percibí decepción.

- Lo dices como si fuese algo malo – alcé las cejas con curiosidad y él sonrió.

- Tenía la esperanza de que no te vieras tan bien – confesó –. Así ese bastardo tendría menos ganas de tocarte.

- Tranquilo – sonreí divertida –. Aunque quiera, le será complicado. No soy una chica fácil.

El móvil de Nathan sonó desde la cocina y acudió a cogerlo, mientras que yo ocupé su anterior posición observando la noche desde el balcón. El cielo nocturno estaba cubierto de finas nubes que se iluminaban gracias a la luna, escondida tras ellas, y que dotaban a la ciudad de un aire de misterio. Un poco de música de fondo y sería la escena perfecta de una película de gánsters.

- Lilianne – miré por encima de mi hombro para atender a Nathan –, Eddy quiere que pases por la comisaría.

Asentí lentamente y tomé mis cosas, junto con las llaves del coche, antes de dirigirme a la salida. Mi compañero, sin embargo, tenía otros planes y me arrebató las llaves con un movimiento hábil y algo gracioso, haciéndome sonreír.

- Esta noche seré su chofer, señorita – realizó una pequeña reverencia y me vi obligada a reír.

- ¿Por qué eres tan encantador unas veces y tan odioso y molesto otras? – pregunté.

Él se incorporó, me tomó de la barbilla y sus ojos aguamarina me observaron intensamente. Tras unos segundos se inclinó lo suficiente para depositar un tierno y apasionado beso en mis labios, a lo que le correspondí.

- Porque te encanta – susurró sonriendo.

Mordí mi labio inferior, agradecida de que el pintalabios fuese de los que duran doce horas, y empecé a caminar en dirección a la puerta, consciente de la mirada del vampiro fija en mí. Nathan cerró con llave y juntos bajamos a la recepción, donde la mayoría de la gente se me quedó mirando.

- Ya sabía yo que no te costaría llamar la atención – murmuró mi compañero sonriendo.

Yo no dije nada, pero sonreí por su comentario, y me seguí deleitando con las miradas posadas en mí. De ese modo salimos al aparcamiento y me reí cuando Nathan me abrió la puerta del copiloto, ejerciendo su papel de chofer a la perfección. Una vez él se subió, arrancó el coche y emprendimos camino hacia la comisaría.

En esta ocasión supo llegar sin problemas, por lo que no le tuve que dar muchas indicaciones y no dimos tantas vueltas como aquella mañana. Ambos bajamos del vehículo e hicimos todo el recorrido hasta la sala de operaciones en completo silencio. A ninguno de los dos nos apetecía hablar, pues el único tema posible era aquel que me había llevado a ponerme tan guapa esa noche y nada bueno podía salir de dicha conversación.

Aquí me tenéis – dije nada más entrar a la sala.

Eddy me miró de arriba abajo y asintió repetidamente, dando su aprobación, mientras que el resto del equipo contemplaba asombrado.

- ¿Qué os parece? – pregunté.

Nathan se sentó en una de las sillas y yo me quedé de pie para que viesen mejor mi modelito. Por sus expresiones no sabía si les había decepcionado, si les gustaba o si me había pasado y no era algo adecuado para la ocasión. Había tenido que ir de compras con mi compañero para conseguir algo que ponerme dado que toda mi ropa se había quedado en casa de mis padres y no tenía pensado volver allí en un tiempo, así que si no les gustaba, no sabría qué hacer.

- Estás cañón – me elogió Cassandra.

- Deberías arreglarte así más a menudo – Caroline movió las cejas significativamente a la vez que miraba de reojo al vampiro allí presente.

Solo le faltaba colgar en la pared un cartel luminoso con el nombre de Nathan y gritar a los cuatro vientos que él me gustaba. Me reí nerviosa y negué con la cabeza a sabiendas de que aquella chica no tenía remedio.

- Muy bien, aquí tienes – Arthur se acercó a mí con dos cajas.

Primero abrió la más grande de las dos, la cual tendría el tamaño de la palma de mi mano, y dejó ver un juego de pulseras de plata bastante finas y elegantes.

- En ellas he instalado sofisticados micrófonos que permitirán que escuchemos todo lo que tú escuches – asentí a la vez que me las ponía y él abría la otra caja –. Por otro lado, estas lentillas dejarán que veamos desde aquí lo que tú veas.

Observé las lentillas con mala cara. No me gustaba la idea de ponerme lentillas, me daba mal rollo meterme una fina lámina transparente en el ojo, pero no había remedio así que me las puse sin rechistar.

- Nosotros estaremos controlando todo desde aquí – Eddy se acercó para hablarme –. Aunque no nos veas ni escuches, estaremos ahí contigo en todo momento.

- De acuerdo – asentí con la cabeza.

- Una última cosa – Caroline vino hacia mí con un papel dorado en la mano –. Tu entrada para la discoteca, no la pierdas.

Me dio dos palmaditas en el brazo y sonrió. Yo guardé la entrada en mi bolso y solté aire, estaba lista.

- Muy bien – froté mis manos –. Ahora que está todo, me voy. Deseadme suerte.

- ¡Suerte! – exclamaron todos.

Tras despedirme volví a salir del edificio y pedí un taxi que me llevase hasta la discoteca. Por el camino estuve todo el tiempo intentando mentalizarme para lo que venía y creando un plan mental para conseguir llamar la atención de Adam. Y no solo conseguirla, también debía mantenerla, porque de nada me servía captar su atención si luego no lograba tener una conversación fluida e interesante que aumentase su interés por mí.

- Señorita, ya hemos llegado – el taxista me hizo perder el hilo de mis pensamientos.

- Muchas gracias – le pagué por el viaje y bajé del taxi.

La cola del local no era demasiado larga y la entrada fluía con rapidez, así que pronto estuve dentro sin ningún problema. Lo primero que hice fue acercarme a la barra y pedirme un buen Cosmopolitan para que me ayudase a sobrellevar la noche.

- Gracias – le dije al barman una vez me trajo lo que quería.

Él sonrió y yo le correspondí con lo mismo. Bebí un pequeño sorbo y entonces me dediqué a analizar lo que me rodeaba. Al contrario que la de Nathan, aquella discoteca irradiaba lujo por todas partes, tanto en las zonas VIPs como en la pista de baile, los acabados del techo, los sillones, la mesa de mezclas del dj, la ropa de los empleados… Por no hablar de los clientes claro, en su gran mayoría miembros de la alta clase sobrenatural, aunque también se veían figuras importantes dentro del panorama mundano como, en esta ocasión, el señor alcalde y varios de sus muy allegados amigos. Aquel grupo fue el que más llamó mi atención porque, charlando con ellos muy animadamente, se encontraba el vampiro que yo había ido a buscar, el señor Adam Wayland, junto con sus dos guardaespaldas.

Como no estaban demasiado lejos, me senté estratégicamente en uno de los taburetes situados cerca de la barra, de tal forma que, si alguno de los hombres que componían dicho grupo alzaba la vista al frente, me verían a mí, una chica joven, guapa y sola, tomando una copa sin nada mejor que hacer. Una vez en posición, tan solo me quedaba esperar y rezar para que fuese Adam el que acabase acercándose a mí.

La espera apenas duró más de cinco minutos.

- No he podido evitar fijarme en ti – reprimí una sonrisilla y, en cambio, miré a Adam con desinterés.

Me quedé en silencio y volví a tomar otro trago de mi vaso.

- ¿Algo más? – pregunté.

Vi cómo el vampiro soltaba una carcajada y ocupaba el taburete a mi lado, haciendo que nuestras piernas se rozaran. Depositó su copa junto a la mía y se apoyó en la barra, de forma que quedó levemente inclinado sobre mí.

- Así que eres de esas – murmuró –. Mis favoritas son las difíciles.

Bufé con asco y rodé los ojos.

- Los tíos como tú me dan demasiado asco – le miré con una falsa sonrisa –. No te ofendas.

- ¿Y quiénes son “los tíos como yo”? – alzó las cejas con gran interés.

Sonreí de lado y comencé a recorrer el borde superior de mi copa con el dedo índice. Dicho gesto pareció llamar la atención de Adam, que se removió un poco en su asiento y, al mirarle, pude ver un atisbo de excitación en sus ojos.

“Demasiado fácil”, pensé.

- Veamos – regresé mi vista al vaso –. Se podría decir que los tíos como tú son, básicamente, vampiros arrogantes que alardean del poder que tienen y usan su atractivo para llamar la atención de las más jóvenes, con la intención de llevarlas a la cama y beber su deliciosa sangre – volví mi atención a él y clavé mi mirada en sus ojos –. Seguramente estaré dejando algo en el tintero, pero tampoco quiero aburrirte con detalles escabrosos.

Degusté un poco más de mi Cosmopolitan, que apenas había bajado durante aquel rato, y volví a mirar al vampiro.

- Y si te digo que yo no soy de esos, ¿qué harías? - entrecerró los ojos en espera de mi respuesta.

- Diría que la nariz puede crecerte si mientes – sonreí ampliamente, pues la imagen de Adam con una nariz gigante resultaba bastante graciosa.

- Veo que será difícil convencerte – esta vez él tomó de su bebida, la cual no conocía, y observé el subir y bajar de la nuez de su garganta –. Háblame de ti, ¿qué te ha traído aquí?

Lista para comenzar mi papel de hija rebelde que reniega de su familia y discute con ellos sin parar.

- Necesitaba escapar – miré frente a mí, a la fila de botellas de alcohol dispuestas sobre una gran estantería –. Últimamente hay bastante tensión con mi familia.

Para darle más credibilidad a mi actuación, me bebí de un trago lo que quedaba en mi copa y con un gesto le indiqué al barman que me sirviera otro. Adam, por su parte, me observaba curioso y me di palmaditas imaginarias en la espalda por lo buena actriz que era.

O quizás en parte no estaba actuando.

- Déjame adivinar – se quedó un momento en silencio, mirándome –. ¿No quieres estudiar lo que tus padres quieren? ¿Eres la hija menor y no te prestan atención? ¿Sales con un chico malo y nadie lo acepta? ¿Robaste el BMW de tu padre y ahora tiene una abolladura?

Le miré asombrada y empecé a reír tratando de no llamar mucho la atención.

- Para ser un vampiro tan guapo, no eres muy listo – le dediqué una sonrisa ladeada llena de inocente picardía –, no has acertado ni una – observé al barman que me preparaba otro Cosmopolitan –. Digamos que no deseo seguir los pasos de mi padre y hermanos, como cazadora de seres sobrenaturales.

Aquello último lo susurré en su oído, para no alarmar al resto de seres presentes en la sala, lo cual dejó nuestros rostros bastante cerca. En un principio, Adam se mostró bastante sorprendido, pero lo asimiló y la curiosidad emergió nuevamente en su expresión. Se terminó su copa y me dedicó una sonrisa.

- Menuda caja de sorpresas – nos mantuvimos en silencio mientras él colocaba un mechón rebelde tras mi oreja izquierda, gesto con el que aprovechó para acariciar débilmente mi mejilla –. ¿Y qué es, entonces, lo que deseas?

- No lo sé – fui sincera –. Hasta ahora me he dejado llevar un poco, he intentado disfrutar de lo que me ofrecen ambos mundos, aunque he sacado más emociones del sobrehumano que del mundano.

Dicha respuesta pareció gustarle bastante.

- Conozco una forma de que experimentes todavía más cosas de este mundo – comentó.

- Y estoy segura de que estás dispuesto a mostrármela – alcé las cejas sin dejar de sonreír.

Asentí hacia el barman, que me trajo la otra copa, y tomé un sorbo.

- ¿Quieres? – le ofrecí un poco ya que su copa se había acabado.

Él aceptó y bebió un buen sorbo, apoyando sus labios exactamente donde yo había dejado un pequeño rastro de lápiz labial ¡Y se supone que duraba doce horas! Menuda estafa. Cuando me devolvió el vaso, me bebí lo que quedaba y dejé el vaso vacío sobre la barra antes de levantarme del asiento y dirigirme a la pista de baile. No reconocí la canción que sonaba, así que simplemente comencé a moverme al ritmo de la misma sin prestarle demasiada atención y vi que varios hombres se quedaban mirando el movimiento de mis caderas.

- Muchos te miran esta noche – Adam susurró en mi oído y me di la vuelta.

Entonces colocó una de sus manos en el bajo de mi cintura y con la otra sujetó mi mano derecha hasta atraerla a su pecho. No tuve más remedio que poner mi mano izquierda en su hombro, mientras ocultaba las ganas de vomitar y darle un puñetazo, y se me quedó mirando unos segundos.

- Las miradas me importan poco – susurré, pues estábamos tan cerca que no hacía falta alzar la voz.

- Me lo imaginaba – sonrió –. Lo que no esperaba es que tú supieras de la existencia del mundo sobrenatural.

“Me lo dicen mucho”, pensé.

- Como tú bien dijiste – sonreí de lado –, soy una caja de sorpresas.

Su sonrisa, en la cual asomaban sus colmillos, mostraba diversión y no hizo más comentarios, por lo que yo también me mantuve callada. Me concentré en seguir sus pasos, que tampoco eran muy elaborados, pues íbamos a un ritmo completamente opuesto al de la música que sonaba y tenía que descifrar qué movimiento hacer. Adam, sin embargo, se dedicó a observarme, sentía sus ojos fijos en mí, mientras que yo miraba su hombro con detenimiento.

- Si me observa con tanto empeño me pondré colorada – dije haciendo contacto visual con sus ojos.

- Sería un placer verla sonrojada, seguramente estarás tan hermosa como ahora – sonreí como haría cualquier chica que recibe un halago así de un hombre como ese –. A propósito, me llamo Adam, Adam Wayland.

- Lilianne – acerqué mi rostro a su oreja para susurrarle –, Lilianne Birdwhistle.

- ¿Birdwhistle? – se alejó un poco para mirarme a la cara –. ¿Eres la hija de El Pacificador?

- Una de ellas – confirmé.

Me miró asombrado, probablemente lo último que esperaba era que le dijese aquello y sonreí divertida.

- Todo el mundo pone la misma expresión que tú tienes ahora cuando se enteran de quién soy – me alejé con un ágil y delicado movimiento, provocando que él me soltara.

Anduve entre la gente que bailaba hasta estar de nuevo en la barra donde pedí un chupito de tequila y me senté a esperar. El barman, al cual deberían subirle el sueldo por atender tan rápido, me trajo el chupito junto con un poco de sal y una rodaja de limón.

- ¿Se puede saber por qué te has ido? – oculté la sonrisa que quise esbozar cuando Adam se sentó a mi lado.

- Es lo que toca – me encogí de hombros y me tomé el chupito con decisión –. Primero, por cualquier motivo, acabo entablando una conversación con un ser sobrenatural, parece que nos caemos bien, seguimos de charla y cuando sale el tema de que soy la hija de El Pacificador, todos se alejan. Simplemente te lo ponía más fácil, para que no tuvieses que inventarte una excusa para apartarte de mí.

Dejé dinero suficiente sobre la barra para pagar todo lo que había pedido y me bajé del taburete.

- Ha sido un placer, Adam Wayland – le miré a los ojos, creando la atmósfera perfecta para dejarle con las ganas de seguir conociéndome –. Siento que hayas dado con la chica equivocada.

Le di un beso en la mejilla y me di la vuelta para dirigirme hacia la puerta con la aparente intención de salir de allí. Si todo salía según lo había planeado, pronto tendría noticias suyas. Salí de la discoteca y la piel se me erizó por el frío. Me froté los brazos y corrí a la orilla de la acera para ver pasaba algún taxi, con tal suerte que justo uno estaba dejando a un par de chavales bastante borrachos no muy lejos.

- ¿Necesita que la lleve, señorita? – el taxista, un cuarentón con pinta desaliñada, me miró de pies a cabeza mientras hacía la pregunta.

- Sí, gracias – abrí la puerta trasera dispuesta a subir, pero Adam apareció y la cerró de repente.

- Disculpe las molestias, yo la llevaré – le dijo al tío de dentro del coche.

Le miré estupefacta, aunque en el fondo intentaba aguantar las ganas de darme palmaditas en la espalda y felicitarme por el éxito que había tenido. El malvado vampiro Adam Wayland estaba deseoso de tenerme cerca y no pensaba dejarme escapar.

- ¿Qué haces? – pregunté.

- Mira, entiendo que tengas esa idea de los “tíos como yo” y que pienses que todos se quieren alejar de ti – se quitó la chaqueta y me la puso sobre los hombros –, pero yo no soy así.

Hubo un pequeño silencio en el que yo sonreí como si estuviese ante el hombre más encantador del mundo.

- Gracias – dije acomodando mejor el abrigo en mis hombros.

- Entonces vamos – se hizo a un lado para dejarme pasar –. No era broma lo de llevarte. Mi coche no está muy lejos.

Le hice caso y comencé a caminar con él a mi lado. Por fuera me mostraba calmada y feliz, pero por dentro solo quería que aquel caso se acabara de una vez para poder alejarme de aquel tipo que no me caía nada bien y así volver a mi bonita casa en Lake City.


Y estar con Nathan, claro.

2 comentarios:

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  2. En serio, no lo entiendo por qué haces eso 😭, quiero maaaaas.
    Besitos 😙 😙 😙

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